Este es el Corrido de Nemesio Oseguera, ‘El Mencho’, Filmado en Famoso Museo de Jalisco
Los narcocorridos se han vuelto parte de la cultura mexicana donde más que apología al narcotráfico, retratan el contexto de violencia que permea en México
Andrés M. Estrada
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Una lluvia de dólares se precipita sobre sus cuerpos mientras los violines, guitarras y otros instrumentos musicales suenan de fondo. Los sujetos, de pie y con el fondo de un par de ventanales en forma de un arco dibujan una M. “Uno y dos. Cuatro letras siembran el terror”, alardea una de las estrofas de la composición.
En ese instante la mirada de una modelo transiciona al mural de “El Hombre de Fuego”, del pintor José Clemente Orozco. Una imagen usada para el video del narcocorrido, en referencia a Nemesio Oseguera, alias El Mencho, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), en el Museo Cabañas, de Guadalajara, Jalisco, uno de los espacios culturales más importantes del estado.
Estrofas más, estrofas menos, la letra presume que el capo continúa vivo y que el cártel continúa intacto, luego de que se ha especulado del deceso de El Mencho. Sin embargo, qué significa la letra y que el video “Me pongo Bellikon”, de Luis R. Conriquez y Máxima Ventaja, posiblemnte se haya rodado en este inmueble. ¿Es algo calculado? ¿una coincidencia? o ¿es una expresión del arte que muestra que ahora los narcocorridos se han colocado en los espacios culturales para dejar de ser estigmatizados, cuestionados y censurados?
“No se puede saber si este corrido lo encargó Nemesio Oseguera o alguien que lo admira se lo regala y lo encarga”, explica el poeta y ensayista Juan Domingo Argüelles. A esto agrega que al realizar la filmación en este lugar es un atrevimiento, “porque lo que quiere decir es que el narcocorrido es cultura” ya que se ha modernizado y sofisticado, convirtiéndolo en este caso en un narcocorrido barroco.
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Ainhoa Vásquez Mejias, autora del libro Narcocultura, describe que esta composición es un posicionamiento simbólico que no implica que esté vivo o muerto. Pero más allá de esto “es una composición musical compleja, que probablemente va a ser escuchada en todas partes del mundo, porque es una muy buena composición musical (...) Sí hay ciertos elementos de la narcoestética, como los billetes, al principio muestran las armas, pero ellos están vestidos con trajes. La composición visual del videoclip no es violenta”.
El periodista de investigación Ricardo Ravelo, señala que la grabación en este museo sólo puede ser una coincidencia.
Sin embargo, el autor del libro ‘El Amo de Jalisco’, apunta que “el Cártel Jalisco Nueva Generación nació justamente en Jalisco, aunque propiamente se construyó en Michoacán. Evidentemente tiene un sentido que se escucha en Jalisco (y que se grabe el video), porque es la cuna, la base del asentamiento del cártel y es un estado que gobierna un personaje (Enrique Alfaro) presuntamente ligado a esos intereses”.
¿Apología al narcotráfico?
“Cuernos del diablo junto a mi seguridad. …para el polvo traficar. En la sangre traigo el 701”, reza el corrido El Azul de Junior H y Peso Pluma, donde se habla de Joaquín El Chapo Guzmán. En la canción de ‘La Familia Michoacana’ de Los Tucanes de Tijuana, se narra: “No se metan sin la clave, porque rugirán metrallas… Detuvieron a trescientos …esos ya los repusimos. Reclutamos a seiscientos”.
Ambas melodías retratan las historias del capo y de un cártel del crimen organizado, así como lo han hecho innumerables narcocorridos que relatan los contextos sociales, la violencia e inseguridad que permea en el país y el actuar de los grupos criminales junto con autoridades locales, estatales y federales.
Pero para las autoridades mexicanas este tipo de composiciones son una apología a la violencia y cultura del narcotráfico, que enaltece a líderes criminales. Incluso gobiernos estatales los han censurado en centros nocturnos, radiodifusoras y eventos masivos, lo mismo que impuesto multas cuando son interpretados a pesar de la prohibición.
Vasquez Mejía señala que en realidad no existe una apología. “Lo que hay es contar un suceso, algo que está ocurriendo, que se puede contar en tercera o primera persona. No dista tanto de esta crónica de alguna manera periodística, que se hacían los primeros narcocorridos de los años 20 (...) Ahora el cambio que hay es en primera persona ‘no te estoy contando lo que está ocurriendo en un lugar’, sino que se están asumiendo como ellos”, dice.
Argüelles coincide y dice que la gente que escucha corridos no entra al sicariato.
El corrido lo que hace es música precisamente para sus oídos, porque le gustan esas historias. Es claro que prefieren admirar al individuo que es poderoso, adinerado, tiene carros deportivos, poder y acceso a muchos lujos, que admirar a un político.
“Prohibir me parece que es un error muy grave, porque al final del día la libertad de creación ahí está (…) al final es cultura. Que tenga que ver con el tráfico, pues es una realidad, porque el narcotráfico es una realidad en el país. Que se escuchen son parte de la realidad mexicana”, destaca el periodista Ravelo.
Sinaloa, Chihuahua y Quintana Roo son algunas de las entidades donde se han prohibido los narcocorridos en eventos masivos. Apenas el 4 de mayo, durante la Feria de Santa Rita, en el municipio de Chihuahua, se presentó la agrupación Fuerza Regida y fue multada con 705 mil pesos por interpretar varios narcocorridos.
Juan Domingo Argüelles es certero: “El narcocorrido no va a desaparecer porque las autoridades lo prohíban. El corrido va a desaparecer cuando el narcotráfico desaparezca. Más que satanizar hay que estudiarlo”.
La evolución de los corridos y narcocorridos
En sus inicios el corrido mexicano era interpretado por una persona acompañada de una guitarra, que acudía a las ferias o lugares públicos concurridos. Ahí relataba raptos, persecuciones, alevosías, asesinatos, maldiciones, fatalidades y tragedias pasionales que equivalen hoy a las noticias. Es decir los convirtió en una especie de periodismo popular, explica el especialista en narcocorridos, Juan Domingo Argüelles.
Ante la falta de noticias y la ausencia de poder conocer lo que ocurría en un lugar remoto, esos corridistas o trovadores comenzaban a contar, pero cantando esas historias que habían ocurrido en Ciudad de México, Guanajuato, Chihuahua, Zacatecas.
Los narcocorridos son parte de una tradición sumamente antigua en la historia, dice Vásquez Mejias.
El poeta detalla que a partir de 1931 surge el primer corrido relacionado a un contrabandista (hoy conocido como narcotraficante) de alcohol y drogas. Es la historia de Pablo González, un proveedor de morfina “es lo que algunos consideran que es el arranque o el inicio del Cártel de Juárez, un tipo grande, autoritario, matón, llamado el Rey de la morfina en Ciudad Juárez, Chihuahua.
La autora de "Narcocultura" cita a Juan Carlos Ramírez Pimienta, quien los ha estudiado, y señala que durante los años 20 tenían una idea más de crónica, de contar lo que ocurría con la delincuencia y retratar a quienes participaban. “Después viene una época en que se vuelven mucho más moralistas, viene esta época, el denominado ‘El lamento del prisionero’, donde lo que se hace es una recomendación a los a quienes están escuchando de: ‘No te metas en la droga, esto termina muy mal’”, subraya.
A esto agrega que después viene otra etapa con Los Tigres del Norte “son una especie de parteaguas del narcocorrido; se cuentan historias de gente vinculada con el narcotráfico, con un sentido un poco más rebelde también hacia Estados Unidos”. Ahí es donde se comenzó a ver a los narcotraficantes como héroes, porque se enfrentan a las autoridades estadounidenses, cuenta.
Tenemos también con la guerra contra el narco de Felipe Calderón y empieza el movimiento alterado, que ya es mucho más directo. Los cantantes asumen que son parte de algún cartel, en este caso principalmente del Cártel de Sinaloa y todas las variantes que tenemos actualmente: El corrido tumbado, el bélico, los alucines que tributan un poco de este mismo del movimiento alterado y se asumen como si fueran ellos mismos parte de un cártel, pero de una manera más ficcional.
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