Incertidumbre, Presión por Ser Exitosos y Soledad Hunden a Jóvenes en Depresión

Presión social, competencia alta y una falta de confianza en el futuro están generando problemas en la salud mental de los jóvenes.

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Andrea Vega | N+

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Jóvenes enfrentan alta depresión

Depresión pega a jóvenes. Foto: Pixabay | Ilustrativa

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Todo es bullicio, agitación y risas esta tarde de domingo en Coyoacán, en la Ciudad de México. Las familias y parejas pasean despreocupadas. Comen nieves, elotes, churros. Están felices. Pero Elena no comparte esa felicidad. Camina, mira a su alrededor y el mundo le es ajeno.

El paseo es un esfuerzo más de su familia por hacerla sentir mejor, pero ella todo el tiempo se siente como en una dimensión paralela, desde donde mira a los demás seguir su vida: ir a la escuela, reunirse con amigos, reír a carcajadas, cosas que ella siente que no puede hacer y que ya jamás hará. Desde esa dimensión también siente que todo el mundo la mira y la juzga, que la juzga incapaz, porque así se siente ella. 

Incluso cree que ha olvidado hasta algunas habilidades. Le gustaba pintar y ahora no puede hacer un solo trazo. Disfrutaba tocar el clarinete y ya no se siente capaz de sacarle notas. Amaba leer y ahora las letras le bailan en las hojas sin que pueda ordenarlas en una oración.

Hace cuatro meses que padece una depresión severa. Apenas hace un mes, ella y su familia identificaron que tenía este problema y buscaron ayuda especializada. Hoy, Elena lucha por estar bien, hace lo que puede por escapar de la tristeza y el desánimo, mientras los fármacos que le han recetado y la terapia hacen efecto.

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Carmen Torres, directora de Vinculación y Coordinación Operativa de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama) de la Secretaría de Salud, explica que la depresión ha aumentado en la población a nivel mundial en las últimas dos décadas, cuando pasó de estar en el lugar siete u ocho entre las causas de discapacidad a estar entre las tres primeras.

En México, dice Carmen Torres, 1 de cada 20 personas tiene depresión, pero la proporción de quienes tienen síntomas depresivos es mucho mayor: 2 de cada 10.

Estos síntomas son: estar triste casi todo el día por al menos dos semanas, dejar de hacer cosas que nos gustan o dejar de disfrutarlas, tener problemas para comer (ya sea que se coma mucho o muy poco), problemas para dormir (igual esto es no poder dormir o dormir mucho), sentirse cansado o irritable, culpable o con algunas ideas de morir.

No hay cifras actualizadas en México de cómo está afectando en específico esto a la población joven. La última encuesta de salud mental que se hizo fue de 2017. Ahora se está levantando una nueva, pero los resultados estarán hasta junio y solo contemplan dos grupos de edad: 12 a 17 años y personas adultas de 18 a 75 años.

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Pero en la UNAM hicieron un estudio con un grupo de universitarios para determinar cómo ha crecido la depresión entre ellos y encontraron, cuenta Angélica Juárez, académica de la Facultad de Psicología de esta casa de estudios, que de la muestra estudiada, 3.1% tenía síntomas de depresión antes de la pandemia de covid; durante la etapa del semáforo rojo, ese porcentaje se elevó a 9.9% y ya en semáforo verde y con clases híbridas llegó hasta 10.7%.

Mientras que el informe 'Generation Z: Shaping the Future of Consumer Trends' de la consultora Oliver Wyman, realizado con una muestra de 67 millones de personas en todo el mundo revela que el 50% de los jóvenes de la Generación Z (nacidos entre 1995 y 2010) afirma recibir tratamiento por ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo u otros problemas de salud mental.

Fuera del mundo

Elena no se llama así, su nombre ha sido cambiado a petición de ella para proteger su identidad. Tiene 18 años, que serán 19 el mes que viene. Terminó la preparatoria y estaba por entrar a la universidad. Parecía que lo tenía todo.

Su vida transcurría normal. Iba a la escuela, sacaba buenas calificaciones; se reunía con sus amigos, salía con su novio, tocaba su clarinete, pintaba, leía mucho. Quizá la parte mala eran las peleas constantes entre sus padres.

Una parte de esos encontronazos eran por la distinta forma en los que ellos las educaban y acompañaban, a ella y a su hermana de 16 años. El padre, profesor de literatura en una preparatoria, era muy exigente con sus hijas. Quería que supieran más que sus alumnos, que sus tareas fuera perfectas y que sacaran las mejores notas.

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Los pocos ratos que les dedicaba, porque casi siempre estaba enfrascado en el trabajo o en sus actividades, los usaba para verificar eso: que las tareas fueran perfectas. La madre trataba de frenar esa forma de tratarlas, pero solo conseguía enfrascarse en discusiones respecto a que las jovencitas estaban forjando su futuro y este tenía que ser el más brillante.

Esa idea se le arraigo a Elena en el alma y la mente, tenía que ser la mejor, forjarse un futuro prometedor. Iba bien, sus notas eran las mejores. Hasta que un día antes de su último examen de preparatoria sintió que no sería capaz de hacerlo. Hecha un nudo de ansiedad acudió a la prueba, sacó 8, le pareció que había fracasado por completo y a partir de ahí entró en esa realidad paralela, oscura, que es la depresión.

Aunque ya estaba aceptada para entrar a la universidad, no quiso ingresar. Sus padres la vieron tan mal, que decidieron que tomarse un año sabático le vendría bien. Tendría tiempo para descansar de la carga de trabajo escolar, pensar las cosas y reponerse.

Pero poco a poco, Elena se fue bajando del mundo. Dejó de contestarle el teléfono y los mensajes a los amigos, no quería verlos ni hablar con ellos. También se alejó de su novio. Se encerró en su casa sin querer ver a nadie. Solo hablaba con su hermana y casi nada con sus padres, frente a quienes puso una coraza intraspasable.

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En las noches no podía dormir, las pasaba en vela. El sueño la vencía ya de día, y hasta entrada la tarde. Entonces volvía a hacer lo mismo: deambular por su casa, tirarse en el piso o encerrarse en el baño y llorar, llorar a gritos. La sobre exigencia de su padre y la que ella misma se aplicaba, aunada a otros factores, le estaba pasando factura.

Presión excesiva

La psiquiatra Carmen Torres, de Conasama, y Angélica Juárez, de la UNAM, explican que la depresión tiene múltiples causas, en unos casos hay un componente genético, aunque no quiere decir que si papá o mamá la padecieron forzosamente el cuadro se tenga que repetir, y hay además factores externos, en el caso de las generaciones más jóvenes están expuestos a una mayor exigencia y competencia para tener un buen trabajo y un futuro asegurado.

En esta competencia influyen mucho las redes sociales, donde los jóvenes constantemente se miden con sus iguales y muchos se sienten en desventaja. También están expuestos a una mayor violencia y a conflictos globales, como las guerras. Por supuesto, la pandemia de covid, el encierro ya las muertes que trajo consigo también les afectó. 

A eso se suma ya sea la falta de atención de algunos padres que no pueden estar pendientes de sus hijos o convivir con ellos porque deben trabajar o la sobre exigencia de algunos para que tengan notas altas y aseguren su futuro.

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Además, los adultos piensan que los jóvenes no tienen problemas ni motivos para entrar en depresión. “Se cree que su única preocupación es la escuela y no hay más, pero los retos, las competencias que ahora se exigen no son las mismas de hace 30 o 20 años, son mucho más altas y eso genera mayor presión”, dice Carmen Torres.

Cuando los padres de Elena se dieron cuenta de que su hija no solo estaba atravesando por un mal momento y que esto no se remediaría con solo descansar, buscaron la ayuda de un especialista. Ahora la joven está con tratamiento psiquiátrico y terapia, pero la recuperación va lenta.

Elena sigue triste. Los días siguen siendo ese hueco oscuro en el que se sumerge y que parece succionarla. A ratos piensa que no va a salir de la crisis, que su vida no volverá a ser la misma, que no podrá volver a la escuela, que sus amigos han seguido su vida y ella está atorada en un lugar del que no puede escapar.

Cuando ya se está en tratamiento, dice Carmen Torres, hay que tener paciencia. “La depresión te limita la visión de oportunidad, de cuál es la salida, en esos momentos todo parece desesperanzador, pero sí hay salida, dennos la oportunidad a los psiquiatras de ayudar, de acompañarlos a salir de ese túnel, porque sí se puede salir, pero hay que tener paciencia, porque es un poquito lento, pero si se puede al final de ese túnel encontrar la luz”.

La especialista señala que en México hay muchas opciones para mantener la salud mental. Se puede, por ejemplo, llamar a la línea de la vida: 800 911 2000, donde se da servicio las 24 horas, los siete días de la semana, y donde indicarán a dónde se puede acudir, esto para quienes no tienen seguridad social, para quienes son derechohabientes de alguna institución pública, hay que acudir con el médico familiar, quien los referirá con un psiquiatra. 

Elena abre los ojos cada día y empezar la jornada le pesa, “otro día más así”, piensa. Pero ahora cada que se toma una pastilla se mentaliza, tal como le recomendó su psiquiatra, en que esta la ayudará a sentirse mejor, y por ahora trata de ir paso a paso, en las horas del día, metida en su recámara, jugando candy crush o algún otro juego, esforzándose por comer y por dormir a sus horas y con la esperanza de que volverá a subirse al mundo.

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