'Una Jauría Llamada Ernesto': ViX Estrenará Documental sobre Niños Sicarios

El filme es un conjunto de miradas de niños y adolescentes que tuvieron fácil acceso a las armas, las usaron para matar y quedaron atrapados en las redes de la violencia del crimen organizado.

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Andrea Vega | N+

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ViX estrena documental sobre niños sicarios

Una Jauría Llamada Ernesto, una mirada colectiva al mundo de los niños y adolescentes sicarios. Foto: captura de pantalla

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Everardo González, director del documental Una Jauría Llamada Ernesto, dice que lo que más le sorprendió de lo que vio y escuchó al asomarse al mundo de los niños y adolescentes sicarios para realizar este documental fue el significado que ellos le dan a las armas. Así lo detalló González:

Para ellos representan tener poder, tener respeto, dejar de ser víctimas, quiere decir que hemos sido una sociedad que no los ha respetado, que los ha revictimizado, que no los ha empoderado, ese es el gran problema

Una Jauría Llamada Ernesto es un conjunto de miradas de jóvenes que tuvieron fácil acceso a un arma, la usaron para matar y se volvieron parte del crimen organizado. Esos jóvenes conforman a un personaje colectivo, Ernesto, que es a la vez víctima y sicario.

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Este documental, que se podrá ver en ViX a partir del próximo 10 de noviembre, se estrenó en la 30 edición del festival canadiense de cine documental Hot Docs, donde obtuvo la Mención Honorífica a Mejor Documental Internacional.

La cinta, de 78 minutos, es un recorrido por el mundo emocional y físico de estos jóvenes sicarios. Para lograr ese recorrido y a la vez garantizar el anonimato de los protagonistas, Everardo González utilizó un aparato especial: "Diseñé, junto con un equipo de ingeniería, un arnés que se montaba en la cintura y tenía una especie de cola de escorpión en donde se colocaba una cámara".

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Y dicho dispositivo "permitía que la distancia entre lente y el cuerpo fuera de menos de un metro. Eso hacía que todo lo que ocurriera enfrente estuviera fuera de foco, de esa manera yo podía garantizar anonimato para quien hablara y para lo que se veía".

Lo que se generó, dice, “fue un ejercicio muy performático" en el que se lograron resultados asombrosos:

Así, el espectador acompaña de manera permanente a los personajes, en un recorrido muy vertiginoso y donde nos subimos, por ejemplo, a la motoneta, en donde recorremos los barrios y las casas de los jóvenes como si fuéramos la cámara, como la primera persona

La cámara lo que capta es la parte trasera de la cabeza de los jóvenes y su entorno fuera de foco, mientras se escuchan las charlas entre ellos y entrevistas con quienes forman parte de su mundo y del engranaje del tráfico de armas en el país. 

Armas al alcance de la mano

Ese es el otro gran tema que aborda el documental, como los mismos policías y las autoridades son quienes llevan estas armas al mercado negro, y así llegan al final a las manos de los niños:

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“Nosotros hemos estado construyendo desde hace mucho tiempo una responsabilidad en esto (no es solo que las armas lleguen desde Estados Unidos), de la misma manera de que el fentanilo llega a su frontera y necesita sus mafias para recorrer todo ese país, de la misma forma las armas entran por Texas o Arizona, pero necesitan todo el aparato de corrupción del Estado para que llegue a las manos de los niños”, señaló Everardo González.

Una Jauría llamada Ernesto es una producción de Animal de Luz Films y Artegios en coproducción con N+ Docs y Films Boutique. La idea de hacer este documental se fue consolidando en Everardo a partir de tres impulsos: en el 2000, el director leyó el libro de La Virgen de Los Sicarios (que trata justo de los jóvenes que se meten a este mundo). 

El segundo impulso fue haber conocido en El Salvador a Cristian Poveda, quien fue un cineasta asesinado por La Mara 18 después de hacer una película sobre los pandilleros, llamada La Vida Loca. Everardo tuvo la oportunidad de conversar con él sobre como El Salvador era un país que le tenía miedo a sus niños, y eso lo impactó mucho. 

Y luego el tercer impulso fue haber sido padre de un varón, “que empieza a cumplir sus 12 o 13 años" justo en un mimento clave:

México empieza ahora a ser ese país que le tiene miedo a niños que tienen la edad de mi hijo

Todo eso fue dando origen a este documental coral que cuenta justo la historia de niños sicarios, niños a los que ahora en México se les tiene miedo, pero a los que no se les ha dado la oportunidad de un futuro. 

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González cuenta que para hacer la película no quería retratar la sociopatía:

Quería hablar con muchachos que tuvieran capacidad de reflexión, que fueran capaces de contar qué miedos existen antes de ir a jalar un gatillo, si piensan o no en la consecuencia que viene

De igual modo añasió que "así es como elijo a los jóvenes (del documental), quienes vienen de muchos entornos familiares y no necesariamente de los hogares rotos que nos han contado los medios, sino que vienen sí de entornos violentos, con familias que viven los entornos violentos, pero sobre todo que tienen el acceso a las armas de manera muy inmediata”. 

De esta forma, el cineasta pretende desmitificar a los adolescentes sicarios, cuya construcción mediática hace sentir que es algo que está muy lejos, pero en realidad es un problema más cercano del que se cree. 

Sin violencia 

Para aproximarse a esos jóvenes y llevarlos a la pantalla, González tuvo un gran cómplice, el Haxah. El director trabajaba en una escuela pequeña, donde formaban a jóvenes para documentar, siempre tenía que haber un becado, en ese caso era Haxah, un joven de Tepito que pertenecía a las pandillas y que después le llevó a sus amigos.

Haxah y uno de esos amigos son además músicos callejeros, así que González llamó a Andrés Sánchez, músico de cine, y le pidió que les produjera las rolas que forman parte de este filme, en el que la música juega también un papel importante. 

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Pese a que esta es una película sobre jóvenes sicarios y lo fácil que obtienen las armas con las que jalan por primera vez el gatillo, este no es un filme con escenas de violencia, González utiliza como recurso en vez de proyectar esa violencia el irse a negros. 

Los negros “son por un lado descansos, porque la imagen puede ser vertiginosa, pero también ayudan a construir en la imaginación el acto violento, porque es una película que no necesariamente contiene imágenes violentas, esas están construidas a partir de lo sonoro y esa fue la razón también de esas pausas”.

En esta historia, el espectador también es testigo de la vida adolescente, que incluye futbol, batallas de rap, bailes, novias, familia. Esto también desestigmatiza a estos niños sicarios y los muestra no como un monstruo sino como seres a los que la sociedad y el Estado les han fallado. 
 

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