Las Mujeres que Sostienen la Industria más Valiosa del Mundo, la de los Cuidados
Andrea Vega | N+
Exhaustas y sin ingresos, millones de mujeres invierten su tiempo en cuidar de otras personas. La deuda con ellas es un sistema de cuidados que las desahogue de esa tarea.

En México hay 20.3 millones de mujeres dedicadas a los quehaceres domésticos. Ilustración: Enrique Lemus | N+
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María, de 35 años, encontró en el arte de tatuar un refugio donde silenciar su mente, esa que por su Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) la lleva sin descanso de un pensamiento a otro, de una actividad a otra.
En el estudio de tattoo, las distracciones del mundo desaparecían, el universo se reducía a ese espacio entre ella, su cliente y la historia que le estaba grabando en la piel.
Pero se vio obligada a abandonar su lugar seguro para convertirse en el soporte, primero, de su hijo con autismo y después, de su abuela con demencia.
María, quien también estudió Pedagogía, ha tenido que cambiar la máquina de tatuar y las charlas con los clientes por correr entre la terapia con su hijo, a las citas médicas con su abuela, tener la comida lista para la familia e ir por los niños a la escuela.
En México hay 20.3 millones de mujeres fuera de la fuerza laboral remunerada, como María, dedicadas a los quehaceres domésticos. Los hombres en esa situación son 15 veces menos.
De entre María y su esposo, ella fue la que tuvo que dejar de trabajar. Explica que se decidió así porque él es más rápido tatuando y puede sacar más trabajo en un día, a ella le gusta concentrarse en los tatuajes pequeños, en los detalles. Pero también hubo otra razón, dice que aunque sea por ratos, ella ya había cuidado a su hija adolescente.
Lo mismo pasa con las hermanas Patricia y Alejandra Alcántara Cortés, que cuidan a su madre, de 101 años, Consuelo Cortes. Chelito, como le dicen, tuvo seis hijos, tres hombres y tres mujeres, pero los varones no han querido ocuparse de cuidarla y una más de sus hijas no puede hacerlo, debido a una discapacidad.
Patricia y Alejandra han tenido que organizarse para equilibrar su trabajo como profesoras de educación física y entrenadoras con el cuidado de su madre.
Esta disparidad en el trabajo de cuidados entre hombres y mujeres refleja una construcción histórica y social enraizada en los estereotipos de género. De acuerdo con Norma Cruz Maldonado, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se ha normalizado que sean ellas quienes asumen la responsabilidad. Pero eso no debería ser la norma en una sociedad igualitaria.
“Las mujeres no tenemos un don, no tenemos un gen del cuidado. Nuestra característica y composición biológica es la misma que la de los hombres. ¿Cuál es la única diferencia? Que desde la infancia se nos va construyendo esa idea, se nos va indicando que nosotros debemos de cuidar”.

Las diferencias entre la cantidad de tiempo que hombres y mujeres le dedican a los trabajos no remunerados de cuidados y en el hogar son enormes en todo el país, de hecho, no hay ni una sola entidad donde la diferencia no sea de al menos el doble de tiempo dedicada por unas que por otros.
Sin embargo, estas brechas se acentúan en ciertas regiones. Puebla ocupa el primer puesto, donde el 78.3% de este trabajo lo hacen mujeres, mientras que solo el 21.6% lo realizan hombres. A Puebla le sigue Chiapas, donde las mujeres dedican el 77.6% de las horas y Zacatecas con 76.7%.
Y aunque en la actualidad más hombres están asumiendo tareas de cuidado, agrega Cruz Maldonado, la realidad es que este cambio se ha dado principalmente en contextos donde ellos están desempleados, y no de manera proactiva.
La industria más valiosa del mundo
El trabajo de cuidados y de labores domésticas es el motor oculto que mantiene en funcionamiento la economía. Si nadie invirtiera tiempo, esfuerzo y recursos en este tipo de actividades, comunidades, centros de trabajo y economías enteras se colapsarían por completo, dice Cruz Maldonado.
La contribución de este trabajo doméstico no remunerado es de alrededor del 26.3% del Producto Interno Bruto (PIB) de México, según el INEGI. Para ponerlo en perspectiva, esta cifra es superior al 21.65% del PIB que representa la industria manufacturera, el sector con mayor peso en la actividad económica en el país, refiere Sandra Martínez Peña, analista de la organización México, ¿Cómo Vamos?
Solo el trabajo de cuidados representa 6.4% del PIB, el mayor porcentaje de todas las tareas que se engloban en el trabajo doméstico. Así que las mujeres que cuidan sí contribuyen a la economía, pero su trabajo no está valorado socialmente ni reciben una remuneración económica.
La familia de María tiene que arreglárselas con lo que gana su esposo. “Estamos complicados, cubrimos los gastos necesarios, nuestros y de mis dos hijos, y lo demás se va aplazando”.
Este trabajo no pagado afecta directamente la movilidad social de las mujeres, es decir, su capacidad para mejorar sus condiciones de vida a lo largo del tiempo, señala Rodolfo de la Torre, director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinoza Yglesias (CEEY) . A menudo, las mujeres deben dedicar más de 48 horas a la semana a estos cuidados, lo que deja poco espacio para otras actividades laborales, refiere.
Alejandra Alcántara es quien pasa más tiempo con su madre Chelito, y aunque siente que cuidar a su mamá es un privilegio, por el tiempo que aún pueden compartir, desearía poder trabajar más horas.

Martínez Peña puntualiza que muchas optan por empleos informales debido a la flexibilidad de horarios que les permite continuar con sus responsabilidades de cuidado. Sin embargo, la informalidad está asociada con menores ingresos, menor calidad de vida y una alta incidencia de pobreza laboral.
Paulina Gutiérrez, de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, precisa que del total de mujeres que dedicó más de cuatro horas al día a labores de cuidado, el 41% estaba en situación de pobreza, según datos del Coneval. “Si no puede salir a estudiar, a buscar un ingreso, claro que vas a estar en situación de pobreza y no vas a poder contribuir a que tu hogar salga de la situación de pobreza”, cuestiona.
El impacto a largo plazo de esta carga no remunerada se extiende a la vejez de las mujeres. Cruz Maldonado alerta que las mujeres que dedican su vida laboral a cuidar sin recibir remuneración ni acceso a prestaciones sociales, como la seguridad social, enfrentan serias dificultades en su jubilación, lo que genera un alto riesgo de pobreza en su vejez.
"Lo que veremos son mujeres envejecidas en pobreza, ya que nunca tuvieron un trabajo formal que les garantizara los derechos laborales y de salud necesarios", advierte.
Exhaustas
Los entrevistados concuerdan en que el impacto del trabajo de cuidados en las mujeres va más allá de la limitación para tener un desarrollo académico, profesional y económico. A las mujeres les impacta en todos los ámbitos de su vida, en la salud física y mental, sobre todo, y las deja sin espacio para ellas mismas.
Para María, cada día es una rutina sin descanso. Se levanta a las 6 de la mañana, prepara desayunos, luego lleva a su hijo a la escuela, antes de ir a casa de su madre y su abuela. En esa casa, su abuela requiere de su atención constante: María tiene que evitar que se escape y se pierda, lo que implica estar al tanto de cada uno de sus movimientos.
A su hijo, con una sensibilidad sensorial elevada, le prepara comida especial y organiza actividades adaptadas a sus necesidades. Además, lleva la administración de la casa, hace las compras, limpia y cocina para todos. Nunca tiene tiempo para ella.
“A veces, se me olvida comer, no me siento con ellos porque tengo que darle de comer a mi hijo, que no tolera ciertos alimentos”, dice. Tras un día repleto de responsabilidades, al llegar a su casa, se ocupa de las tareas domésticas, de cuidar a sus hijos y de atender los pendientes del hogar, para luego irse a la cama agotada, pero sin poder dormir por la preocupación de que a su abuela le pase algo mientras ella no está y por muchas otras preocupaciones.
María cuenta que al principio se quejaba mucho. “Le decía a mi esposo es mucho trabajo, estoy triste, estoy enojada, estoy muchas cosas, y el me decía pues sí, pero es lo que hay. Entonces tuve que trabajar conmigo misma y decir: es válido lo que estoy sintiendo, pero tengo que aprender a gestionarlo, porque muchas personas dependen de mí, pero hay días muy rudos, en los que mi hijo no se quiere levantar, que desde la mañana empieza todo muy rudo”.
La deuda de un sistema de cuidados
A María, Alejandra y Patricia les gustaría contar con ayuda para cuidar a sus familiares, “sería muy bueno poder tener una niñera enfermera que cuidara a mi hijo y a mi abuela, pero la verdad es que saldría carísimo y las personas no están capacitadas para entender, por ejemplo, a las personas con autismo, sí falta ayuda para ese tipo de servicios desde el Estado”, dice María.
En México, la implementación de un sistema de cuidados va lenta. Una de las iniciativas más importantes en este sentido fue la inclusión del derecho al cuidado en la Constitución de la Ciudad de México en 2016.
Según Elisa Gómez Sánchez,coordinadora de Proyectos de la Fundación Friedrich Eber e integrante de la Coalición por el Derecho al Cuidado Digno y al Tiempo Propio de las Mujeres, esta reforma es un antecedente clave en el país, pues establece la obligación del gobierno local de crear un sistema de cuidados para garantizar este derecho.

Sin embargo, el reconocimiento a nivel federal no se ha concretado. En 2020, durante la pandemia, la Cámara de Diputados aprobó una reforma constitucional para reconocer el derecho al cuidado, pero no ha sido ratificada en el Senado.
Gómez Sánchez destaca que, aunque la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya ha reconocido el derecho al cuidado, la reforma constitucional sigue siendo un paso importante para consolidar este derecho en la estructura jurídica del país.
"Es importante que, más allá de los avances judiciales, haya una reforma constitucional que permita crear un sistema nacional de cuidados, y que este se entienda como un conjunto de políticas públicas que garanticen un modelo de corresponsabilidad social", explica.
El principal desafío para la creación de este sistema, según la activista, radica en la falta de un compromiso claro desde el gobierno, especialmente en lo que respecta a la asignación de recursos. "El sistema de cuidados implica un gasto considerable, y en un contexto de austeridad fiscal, el reconocimiento y la implementación de políticas públicas de este tipo se vuelve aún más complicado", señala Elisa Gómez.
A nivel estatal, varios estados han comenzado a implementar iniciativas relacionadas con los cuidados. Entidades como Jalisco y Oaxaca ya cuentan con sistemas estatales de cuidados, y municipios como Iztapalapa y San Pedro Garza García han puesto en marcha programas que buscan atender las necesidades de cuidados en sus comunidades.
Pero Gómez Sánchez señala que el Sistema Nacional de Cuidados no debe confundirse con la implementación de unos pocos programas aislados, enfocados en la niñez, sino con un enfoque integral que abarque todos los aspectos relacionados con el cuidado: la salud, la educación, la asistencia social y la organización del trabajo. "El sistema de cuidados debe ser entendido como una estrategia transversal para garantizar la igualdad sustantiva", subraya.
Una de las propuestas más relevantes en este sentido es la "Ley Modelo" presentada por la coalición, que busca establecer un marco legal para el Sistema Nacional de Cuidados. Esta ley propone que el cuidado sea reconocido como un derecho humano fundamental y que el Estado, junto con el sector privado y las comunidades, asuman la corresponsabilidad en la provisión de cuidados.
Para Elisa Gómez, uno de los retos más grandes es lograr un cambio en la percepción social sobre el trabajo de cuidados. "Es fundamental que los cuidados dejen de ser vistos como una actividad natural de las mujeres, sino como una labor que necesita ser distribuida de manera equitativa y que debe ser reconocida y valorada en términos de derechos laborales", concluye.
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