Tomaba Drogas para no Dormir, Tenía Pesadillas: Sobreviviente de Ayotzinapa
Luis Uriel Gómez sobrevivió a los ataques perpetrados contra normalistas el 26 de septiembre de 2014, pero le costó mucho reconstruir su vida
Andrea Vega
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Durante casi cinco años, Luis Uriel Gómez no quería dormir. Tomaba drogas para evitar el sueño lo más que podía. Cuando estaba despierto y fuera de su trabajo consumía alcohol para evitar los recuerdos. Él es sobreviviente de los ataques del 26 y 27 de septiembre de 2014 perpetrados contra estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, en los que desaparecieron 43 estudiantes, de los que solo se han encontrado los restos de tres.
Aquel 26 de septiembre de hace nueve años, Luis Uriel, que entonces cursaba el segundo año en la normal, se unió a sus compañeros de primer grado para ir a “tomar” autobuses a Iguala, en los que se irían después a la Ciudad de México a las marchas por la conmemoración del 2 de octubre.
Los normalistas ya tenían dos autobuses tomados y dentro de la escuela. En estos salieron alrededor de las 5 de la tarde, rumbo a Iguala para ir por más. Lograron tomar otros tres, para retener cinco en total, tres se enfilaron hacia el norte de Iguala y dos hacia el sur.
De los tres que tomaron hacia el norte, Luis Uriel iba en el primero, en el de hasta adelante. Pasaron por el zócalo de Iguala, donde el entonces alcalde, José Luis Abarca, y su esposa, celebraban un acto político. Ahí se produjo el primer ataque, los policías empezaron a dispararle a los autobuses.
Dos hipótesis surgieron respecto a por qué se habían producido los ataques. La primera se encaminaba a una represión para que los estudiantes no interrumpieran la actividad política de la esposa de Abarca. Y la segunda que uno de los autobuses que secuestraron, y sin que los estudiantes siquiera lo sospecharan, estaba cargado con droga.
Desde el zócalo de Iguala y hasta el norte del Periférico, avenida que rodea la ciudad, los policías municipales persiguieron los tres camiones. En el cruce con Periférico y Luis N Álvarez les cerraron el paso.
Yo fui de los que se bajó del autobús para intentar mover del camino la patrulla que estaba atravesada, pero en eso nos empezaron a disparar otra vez.
En esa balacera hirieron a Aldo Gutiérrez, quien hasta el día de hoy permanece en coma. Los policías se llevaron a todos los muchachos del último autobús del convoy, el tercero. Eran alrededor de 20. Los estudiantes que pudieron corrieron a esconderse entre el primero y el segundo autobús. Desde ahí hicieron algunas llamadas de auxilio a sus compañeros en la Normal.
“Los policías seguían disparando y nos gritaban que saliéramos y nos entregaremos, porque si no más noche iban a regresar por nosotros y nos iba a ir peor, pero nosotros nos quedamos escondidos. Así estuvimos yo creo que unas dos horas. Después un policía le hizo la seña a los otros de que se retiraran, pero ya habían agarrado a unos compañeros, los tenían golpeando ahí en el piso y los subieron a dos patrullas de la Policía Municipal”.
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El tercer ataque
Solo cuando vieron que los policías se habían ido es que los estudiantes que estaban escondidos salieron. Alrededor de media hora después llegaron sus compañeros de la Normal que habían recibido las llamadas de auxilio. Convocaron entonces a una rueda de prensa. Eran alrededor de la 1 de la madrugada. Con todo y los medios ahí, empezó el tercer ataque, esta vez perpetrado por hombres encapuchados y vestidos de negro.
Para salvarse, Luis Uriel corrió unas cuadras y se escondió en un lote baldío, junto con otros cinco compañeros. Ahí estuvo entre tres y cuatro horas. Dice que ese fue el lapso más aterrador de los ataques, cuando escuchaba las ráfagas y sentía que en cualquier momento, los hombres armados los iban a encontrar y a matarlos.
Sentía mucha impotencia en ese momento, impotencia de saber que podían herir y hasta matar a mis compañeros, a mí y no poder hacer nada.
De hecho, dos estudiantes murieron en ese ataque y otros más resultaron heridos. El cuerpo de un tercer normalista apareció al día siguiente en un camino cerca de allí, con el rostro desfigurado
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Cuando el ataque cesó, los sobrevivientes se encaminaron a la Fiscalía a declarar, estuvieron ahí todo el día. Después vendría para Luis Uriel una vorágine de entrevistas, recorridos por el país dando conferencias con su historia y tareas de activismo.
La vida para él nunca volvió a la rutina normal, aunque aquella vorágine poco a poco se fue apagando y él volvió a sus clases para terminar su carrera de maestro, ya había empezado a consumir alcohol y drogas para tratar de encontrar un poco de tranquilidad. Pese a todo, en el 2017 logró egresar de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa.
La vida en el alcohol y las drogas
Acabando la normal, se fue a trabajar, estuvo en Acapulco un año, de ahí se fue a Tierra Colorada, después a unas comunidades de la Sierra y de la Montaña de Guerrero, donde impartió clases en primaria.
Pero a veces llegaba a trabajar bien crudo, estaba tirado al vicio, al alcohol, a las drogas, en ese entonces no me habían dado acompañamiento psicológico, entre 2014 y 2018 no tuve nada de apoyo, y mucho me decían que fuera al psicólogo, pero yo no quería entender que sí lo necesitaba.
Luis Uriel no quería dormir. “consumía una droga que usan los traileros para mantenerse despiertos, porque si me dormía, venían todas esas imágenes de los ataques que nos hicieron los policías y el grupo armado, tenía pesadillas, lo que yo quería era no dormir estar despierto para no volver a recordar todos esos hechos”.
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Pero despierto tampoco lograba quitarse los recuerdos. “Me venían las imágenes de esa noche y madrugada, sobre todo si escuchaba o veía una patrulla o cuando escuchaba cohetes, se me venían los recuerdos”.
Así llevaba la vida, sin darse cuenta que el alcohol y las drogas solo lo estaban destruyendo. Hasta que un amigo de su comunidad, Xalpatlahuac, en el municipio de Tecoanapa, en la Costa Chica de Guerrero, lo convenció de ir a Alcohólicos Anónimos.
“Yo no quería ir, decía no, eso no es para mí, pero mi amigo me convenció, me dijo que probara y ya decidiera, cuando empecé a ir me di cuenta que sí estaba muy mal”. Después, ya con el actual gobierno, Luis Uriel recibió también terapia psicológica por parte de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV).
Reiniciándose
Dice que antes de Alcohólicos Anónimos y las terapias psicológicas no podía expresar todo lo sentía respecto a los hechos de aquella noche y madrugada del 26 y 27 de septiembre.
Fue ahí con la psicóloga y en Alcohólicos Anónimos donde puede expresar todo que sentía, me sentía mal, con deseos de morir, de desaparecer o irme a otro lado y que nunca más supieran de mí, ahí lo expresé todo e incluso lloré, lloré mucho, después de eso empecé a sentirme tranquilo, fue como reiniciarme y me di cuenta que si sobreviví esa noche debió ser por algo, y no podía desperdiciar esa oportunidad de la vida.
Ya fuera del alcohol y las drogas, Luis Uriel se enfocó en dar sus clases. Se volcó también al deporte, le gusta jugar futbol, ir al gimnasio. También lee mucho y escribe. “Después de que me atienden, ya es cuando empiezo a recapacitar todo lo que estaba haciendo mal, y fue entonces que ya retorné mi vida normal, cerca de la familia, el trabajo, los buenos amigos”.
Por ahora, no está dando clases. Uno de sus amigos, y también sobreviviente de Ayotzinapa, Omar García, quedó como diputado plurinominal por Morena y lo llamó, hace un año, para formar parte de su equipo.
“Me dijo, vente, ocupo apoyo, sobre todo de alguien que también haya estado en el hecho de los 43, porque quien va a entender mejor el tema de la desaparición forzada, que nosotros que lo vivimos de cerca, y las familias claro, lo que él necesitaba era que le echara la mano para ayudar a las organizaciones sociales enfocadas en ese tema y claro para hacer todo lo posible para esclarecer lo de Ayotzinapa y pues sí, acepté”.
Pero Luis Uriel no piensa quedarse en el tema de la política. “Terminando aquí de apoyar a Omar pienso regresar a dar clases, tengo mi trabajo en la sierra de Guerrero”. Además tiene un sueño, quiere estudiar derecho.
“Siempre he querido estudiar leyes, también para ayudar a la gente, porque en mi comunidad hay mucha desigualdad y discriminación, les hacen muchos engaños y yo quiero centrarme en la defensa de los derechos de la gente, mientras sigo trabajando en el tema de la desaparición”.
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