Abuelas Trans Exigen Reparaciones por Violencia Policial en CDMX en los 1970

Tras décadas de violencia policial en Ciudad de México, sobrevivientes trans buscan justicia y “pasar sus últimos años dignamente”

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Abuelas trans mexicanas exigen reparación por daño sufrido en los 70’s

Nefi y Alma Delia fueron torturadas y violentadas en la década de los 70's. Foto: EFE

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Fueron colgadas de árboles desnudas, tiradas amordazadas en aguas negras, golpeadas, balaceadas, humilladas y discriminadas por policías. Hoy las adultas mayores trans —las que no fallecieron en el camino— exigen al Estado mexicano la reparación del daño, aun siendo conscientes de que las heridas psicológicas quedan para siempre.

“Nosotras, las mujeres trans, antes conocidas como las vestidas, fuimos muy discriminadas, muy perseguidas por la policía. Estuvo siempre esa guerra latente con nosotras, esa guerra se quedó con tantos crímenes que se quedaron sin que nadie pudiera levantar la voz”, comparte Verónica López desde su hogar, un pequeño apartamento en el corazón de Ciudad de México que ha hecho suyo colocando muñecas, figuras e imágenes reivindicativas hasta en la última esquina.

La violencia policial contra las mujeres trans fue especialmente intensa durante los mandatos de José López Portillo (1976-1982) y con Arturo Durazo Moreno como jefe del Departamento de Policía y Tránsito del Distrito Federal (ahora Ciudad de México). Ahora, algunas de las mujeres que la sobrevivieron a los abusos y a décadas de discriminación —que todavía no terminan— se han organizado para pedir justicia a través de la organización Deuda Histórica.

“Estamos buscando una reparación. Fue una guerra sucia para nosotras”, continúa López.

Verónica López durante una entrevista en CDMX el 30 de mayo de 2023. Foto: EFE

“Nunca vamos a olvidar ese daño psicológico que nos hicieron, con esa reparación tampoco vamos a revivir a tantas amigas, a tantas compañeras que no tuvieron oportunidad de vivir”, insiste Verónica y muestra los rastros de la violencia policial en su cuerpo: perdió sus dientes, no escucha y apenas puede caminar.

Otro caso es el de Nefi —quien ha sobrevivido a tres intentos de transfeminicidio—: En 20025 fue atacada en la calle por dos hombres que la golpearon hasta dejarla inconsciente en el piso. Perdió un ojo.

“No sé cuál fue el motivo, no entiendo precisamente cuál fue el motivo. […] Me golpearon tanto que no me pude sostener en pie”, recuerda Nefi.

La reparación que exigen incluye resarcir el daño físico, emocional, psicológico y económico.

Las “abuelas” trans consideran que el Estado mexicano les debe una pensión vitalicia, acceso a vivienda digna y a salud especializada, y un asilo para “pasar sus últimos años dignamente”, entre otros.

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Abuela trans Nefi suma tres intentos de transfeminicidio. Foto: EFE
Nefi suma tres intentos de transfeminicidio. Foto: EFE

Rebeldes con causa

Verónica es originaria de Chiapas y a los 12 años llegó a Ciudad de México tras haber perdido muy pequeña a su madre. La capital mexicana y la violencia a la que fue sometida la convirtieron en una “rebelde con causa”, cuenta.

Después de múltiples complicaciones, a la corta edad de 14 años, trabajando en un puesto de jugos y licuados, escuchó en la radio que habría una función de la película Nora la rebelde (1979) y, tras ponerse delineador de ojos y de labios por primera vez, se dirigió al cine.

“[Terminó la película] y me quedé sentada, cuando veo que sale del baño una mujer exuberante, guapísima, me dio miedo, pero la vi muy bonita, era una chica”, relata con detalle. Empezó entonces su acercamiento al trabajo sexual.

Recuerda que durante una de sus primeras jornadas laborales apareció la policía y estuvo 15 días retenida, pero ella y sus compañeras rememoran con especial dolor a los agentes de la División de Investigación para la Prevención del Delito (DIPD).

Alma Delia, igual que otras mujeres trans, sufrió violencia policial. Foto: EFE

“Éramos objeto de violencia por nuestra preferencia, éramos sometidas, éramos encarceladas injustamente. Nos amarraban colgadas de los árboles […] o maniatadas amordazadas de la boca y nos tiraban en las aguas negras”, recuerda en entrevista Alma Delia, quien llegó del estado de Guerrero a Ciudad de México y vio en el trabajo sexual una oportunidad para ganar dinero y aportar a su familia.

Sin embargo, pronto afrentó los altos niveles de violencia policial de la capital y ella también vio cómo algunas compañeras nunca regresaban a casa.

Las “abuelas” hablan especialmente de Tlaxcoaque, los sótanos de la DIPD dedicados a la tortura y donde “no se sabía si era de noche o de día”. La mujeres trans que allí estuvieron relatan que convivían “todas amontonadas” en la celda número cinco del pasillo tres. Mientras a ellas las ponían a limpiar todas las ollas y el lugar, a pocos metros metían a personas en bidones de agua y los electrocutaban.

Tlaxcoaque fue desmantelado en 1989 pero la violencia continuó, “y continúa”, aseguran.

Una vida digna

Todos estos años, han sido ellas mismas quienes han enterrado a sus compañeras que perdieron la vida y, al mismo tiempo, quienes se han  encargado de recordarse las unas a las otras que merecen una vida digna.

Varias de ellas están por festejarse con una quinceañera: Ya que les robaron su juventud, ellas mismas se festejarán el haber llegado hasta hoy —dicen— siempre recordando a todas las que las precedieron y a las que les arrebataron la vida.

“Pido que siempre se les respete a esas grandes compañeras que se adelantaron, esas grandes amigas que ya nunca volví a ver, que se quedaron muertas en las cárceles, en las calles, en manos de esos agentes de la DIPF. Se merecen ser siempre recordadas que no queden en el olvido”, termina Verónica.

Por eso exigen que las autoridades se hagan responsables y reparen los daños.

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Con información de EFE
AAE