Partería en México: Entre el Copal y la Medicina 

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Martha Rojas | N+

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En México, las mujeres que practican la partería tradicional autónoma se oponen a que se regularice su oficio al considerar que la medicina moderna silencia sus saberes ancestrales

En algunas comunidades la partera es vista como una mujer de conocimientos y con autoridad

Equipo de Mím Tsabal Parteras visita a mujer gestante en comunidad de SLP. Foto: Facebook Mím Tsabal Parteras

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Amparo ha practicado la partería tradicional nahua por más de 40 años. Su abuela, su madre y ahora ella han ejercido un oficio generacional que creyeron no cambiaría o eso pensaron hasta que el Estado impuso las reglas del oficio, las medicinas suplieron a las hierbas y las enfermeras a las parteras.  

Los cuartos cubiertos por la humareda del copal han sido reemplazados —casi en su totalidad— por las salas blancas de los hospitales públicos donde nacieron un millón 912 mil 178 mexicanos en 2021, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Las parteras han atestiguado cómo el gremio se ha divido en dos ramas: la partería profesional, integrada por parteras capacitadas por la Secretaría de Salud, y la tradicional, practicada por mujeres que creen en los saberes ancestrales y se oponen a la reglamentación de sus servicios.  

Las matronas de distintos grupos étnicos como el tzotzil, nahua, mixteco, maya, purépecha o huasteco acusan que la profesionalización de la partería impulsada con programas del Gobierno federal las discrimina al no permitirles practicar la herbolaria indígena y al obligarlas a emplear protocolos médicos propios de las enfermeras. De ahí que algunas deciden operar en la clandestinidad y al margen del Estado. 

Video: "Somos expertas en atención reproductiva de mujeres": Parteras

En ese sentido, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) ha señalado la necesidad de que el Estado mexicano reconozca la labor de las parteras tradicionales, advirtiendo que las limitantes podrían llegar a obstaculizar el derecho de las mujeres gestantes a decidir dónde y con quién parir.  

Sin embargo, el Instituto Mexicano del Seguro Social para el Bienestar (IMSS-Bienestar) sostiene que la destreza, conocimientos y habilidades de las parteras —“fundamentales para la salud” de las comunidades rurales— pueden perfeccionarse con programas de capacitación bimestral obstétrica y profesionalización. El instituto estima que en México hay alrededor de 21 mil 597 parteras, de las cuales 6 mil 784 serían voluntarias rurales adscritas al IMSS-Bienestar y el resto parteras autónomas y tradicionales.  

De las mujeres que trabajan de cerca con el IMSS, el 62% pertenece a un pueblo indígena y trabaja con las clínicas rurales, donde también ayudan a traducir sus idiomas entre las pacientes y los médicos. 

La profesionalización de la partería no es exclusiva de México, en casi todo el mundo existen programas de integración y capacitación que buscan facilitar la atención médica y reducir las muertes maternas. Las parteras profesionales constituyen, en muchos de los casos, el primer acercamiento médico. 

El Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa) asegura que la labor de las parteras profesionales contribuyó a que la muerte materna se redujera hasta en un 50% desde 1990 en todo el mundo y se estima que para 2035 la partería profesional evite 4.3 millones de muertes en todo el mundo. Por otra parte, la Unfpa destaca que "invertir en parteras profesionales" contribuye al desarrollo de las comunidades rurales y de conflicto, donde su presencia es vital para salvaguardar la vida.  

Video: Las parteras tradicionales de Yucatán

Un Oficio que se Hereda

Al interior de algunas comunidades, la mayoría indígenas, la partera es vista como una mujer de conocimientos y con cierta autoridad. Es una "tía, madre, hermana, consejera y acompañante", dice Cilintli Isabel, quien lidera la red de la Comunidad de Casas de Medicina Tradicional y Partería, que integra a cerca de 200 grupos de parteras autónomas en la Ciudad de México.  

Cilintli, una médico tradicional, comparte con Amparo la lucha por los derechos de las mujeres y de quienes ejercen la partería tradicional. Se niegan a incorporarse a las listas gubernamentales porque las “denigra” y las obliga a practicar un parto con el no están de acuerdo.  

“Algunas embarazadas no quieren ser atendidas en los hospitales porque se sienten violentadas. Muchas veces las dejan caminar durante horas antes del parto o si no hay mucho tiempo les practican cesáreas. Otras sufren cortes en la vagina o las obligan a rasurarse, el bebé es alejado inmediatamente de su madre y ellas son tratadas como pacientes y no como mujeres”, acusa Cilintli, convencida de que con las matronas el proceso es ‘diferente’ porque entre las parteras y las parturientas hay una relación de hermandad y cercanía.  

Para las gestantes la situación no es del todo clara. Algunas prefieren atenderse en los hospitales porque les da la seguridad de que, ante cualquier complicación, sabrán qué hacer y la vida de su bebé estará asegurada. Esas mismas razones son las que llevan a otro grupo de mujeres a acudir a las parteras porque saben que además de que su bebé estará bien, ellas serán cuidadas.  

“En una clínica los doctores saben qué hacer si hay alguna complicación o el bebé viene mal. No sé cómo es con las parteras, pero a mí me daría miedo que algo saliera mal y ahí me quedara”, cuenta Ana Lilia, una madre de 35 años de edad con tres hijos, dos de los cuales nacieron por cesárea.  

Para ella, la seguridad de que su “bebé esté bien” compensa la cicatriz o cualquier trato que pudiera recibir en una institución de salud pública.  

Sí, te hacen esperar mucho. Hasta que ya no aguantas te inyectan la epidural o te hacen la cesárea para más rápido. Limpian al bebé y luego te lo entregan para que lo veas. Luego se lo vuelven a llevar y solo te lo prestan cuando tienes que darle de comer. Pero es rápido, a los tres días ya estás afuera del hospital y sigues la cuarentena en la casa  

Por el contrario, Macrina, de 65 años, originaria de una comunidad enclavada en la Sierra de Oaxaca, piensa que acudir con la partera es lo normal “ella sabe cuándo y cómo nacerá (el bebé)”. Macrina tiene ocho hijos y solo una vez tuvo que dar a luz en un hospital porque la partera no estaba disponible.

Además, señala que siente más confianza con su matrona, Herminia, porque la conoce y con ella la “pena” se disuelve. No la trata “fuerte”, como los doctores, dice, y tampoco le pide que cada cierto tiempo “abra las piernas” para saber qué tan dilatada está.

Tuve ocho hijos y solo una vez fui a un hospital. Me dio mucha vergüenza porque cada dos horas venían a decirme ‘a ver abra las piernas madre’ para fijarse si ya había dilatado suficiente. Me daban unos dolores muy fuertes, pero te hablan duro para que aguantes

Ni Macrina, ni Ana Lilia saben decir con exactitud si el hospital es una opción poco recomendable o muy recomendable porque ‘ahí tienen aparatos’, médicos con título y entonces “dependerá de cada quién” .


Parteras y médicas tradicionales autónomas. Foto: Facebook Comunidad de Casas de Medicina Tradicional y Partería

Ciencia vs Tradición

Amparo Calderón Soto atendió su primer parto cuando tenía 14 años. Hace 45 años su abuelo materno, quien era curandero de una comunidad maya quiché en Tapachula, Chiapas, le enseñó los secretos de las plantas y las sobadas. Su abuela materna, una partera guatemalteca, la formó en la práctica de los recién nacidos y los secretos femeninos.  

El inicio de la atención con partera empieza desde que nacen las niñas, y luego cuando llega la primera menstruación, porque más que recibir al bebé lo que las parteras hacemos es una labor de consejería que termina hasta que la mujer muere. Lo que hacemos es guiarlas y acompañarlas en ese proceso

Amparo vive en Chimalhuacán, Estado de México. En una parte de su casa tiene un temazcal y en otra un altar donde coloca una bandeja con agua, copal y tierra. El mismo que coloca en todas las habitaciones a las que es convocada cuando una mujer está por dar a luz. Cada elemento simboliza los elementos de la Madre Tierra que está por ‘prestar un hijo’.

Para las parteras tradicionales como Amparo, el ser y los cuerpos del recién nacido se dividen en tres entes: el tonal, el nahual y el hijillo, elementos que solo pueden ser leídos con extremo cuidado por la partera, pues son los que definirán el destino del nuevo ser.   

"El tonal es la primera energía que la partera lee cuando nacemos. Nosotras le llamamos coronación. Luego está el nahual, que es el primer animal que aparece en la casa y el hijillo es el hígado en donde se guardan las memorias. La partera lee todo eso y tiene que armonizar las energías femeninas, masculinas y asignar un guardián o elemento de la naturaleza al bebé", cuenta Amparo. 

Al parto en casa acuden tres mujeres: dos parteras, una aprendiz- y un familiar o ‘sostén’ que puede ser la pareja o la madre de la parturienta. El ritual de alumbramiento parece sencillo, pero en realidad es el resultado de meses de trabajo y cuidados.

Durante años o meses, la partera aconseja a sus ‘niñas’ sobre la planificación familiar, el cuidado personal, las relaciones de pareja, la crianza de los hijos, el puerperio y la vida íntima. Antes del parto cuidan de la salud emocional y física de la embarazada, y una vez que llega el tiempo de dar a luz, el cuidado se manifiesta en los baños con hierbas o temazcales aromatizados que les brindan para que tengan un parto más cómodo.  

¿Qué pasa con el certificado de nacimiento?

Para Amparo, el parto es un suceso de la vida en el que siempre existe la posibilidad de que algo falle, de que algo salga mal y de que en menos de 25 minutos tengan que estar en la sala de un hospital.  Ahí, el protocolo, dice, “siempre es el mismo”. Un poco de reproches, la negativa de los médicos a dejar entrar a las parteras al quirófano con todo e incienso y luego las “quejas”. 

“Lo primero que preguntan a las embarazadas es por qué se atendieron con partera, después nos preguntan qué les hicimos y luego dicen a los familiares que algo hicimos mal”, se queja.  Además de los posibles riesgos y complicaciones que supone cualquier nacimiento, las parteras tradicionales, las nuevas madres y los hijos enfrentan otro problema: conseguir el acta de nacimiento.  

“Los certificados de nacimiento sirven para que los padres puedan ir al Registro Civil a sacar el acta de sus hijos, pero las parteras que no están reconocidas por el Gobierno no tienen este documento, no lo pueden tener si no se inscriben en las capacitaciones. Entonces, ¿qué pasa?, muchos niños, sobre todo de comunidades rurales, no tienen acta de nacimiento y tampoco derechos, como mexicanos no existen”, señala Amparo convencida que la distribución de los certificados de nacimiento condicionados por la inscripción a los programas sociales de IMSS-Bienestar son una forma de"control" y "violencia" sobre ellas. 

Con el certificado de nacimiento te obligan a ir a las capacitaciones, es una forma de mantenerte controlada porque si no tienes el certificado no puedes registrar a los bebés y las familias tienen que hacer todo el trámite y muchas veces el Registro Civil aun así no acepta registrar a los bebés. Estos bebés no existen para el Estado, no van a la escuela, no tienen una nacionalidad y ni siquiera pueden tener una identificación

El control sobre los certificados de nacimiento ha llevado a algunas parteras tradicionales a operar en la clandestinidad con el apoyo únicamente de la comunidad y de las mujeres que deciden atenderse con ellas, otras han optado por mediar con los médicos y el resto se ha inscrito a los programas de profesionalización del IMSS.  

Como no podemos obtener los certificados de nacimiento, pues tenemos que ir a las capacitaciones, pero yo en mi casa sigo haciendo mis métodos tradicionales. Otras no, porque ya usan suero, medicinas y la episiotomía que es una violencia contra el cuerpo de las mujeres, porque si se trabaja bien no hay necesidad de hacerlo

La episiotomía es un corte que ensancha la abertura de la vagina durante el parto, una cirugía menor que para Amparo es innecesaria, pues ‘la mujer puede dar a luz en muchas posiciones’ que facilitan la expulsión del bebé.  

Sin embargo, compaginar los saberes tradicionales y la ciencia médica es un difícil proceso en el que ninguna de las partes está dispuesta a perder terreno. Para las instituciones de salud pública u organismos internacionales como el Unfpa, las parteras “formadas en el arreglo a las normas internacionales pueden prestar el 87 por ciento de la atención esencial que necesitan las mujeres y los recién nacidos”. Pero para ello deben recibir una “mejor educación y capacitación”.  

En ese sentido, la Secretaría de Salud de México cuenta con la Guía para la Autorización de Parteras Tradicionales como Personal de Salud No Profesional en la que señala los requisitos, entre ellos saber leer, escribir, no atender embarazos patológicos o prescribir medicamentos que no estén autorizados, para que las mujeres que practican la partería o técnicos puedan recibir la certificación del Estado que se renueva cada dos años.  

Al respecto, Cilintli, la vocera de la Comunidad de Casas de Medicina Tradicional y Partería de la CDMX, señala que las parteras tradicionales autónomas no están negadas al diálogo con las autoridades. Sin embargo, mantienen cierto descontento porque las normas bajo las que operan los programas de profesionalización dejan fuera sus cosmovisiones.  

No estamos negadas a capacitarnos. En la antepenúltima reunión que tuvimos con la unidad de Equidad y Género de la Secretaría de Salud expusimos que la guía de autorización nos quitaba nuestras raíces. No es que no queramos nada con el Gobierno, pero sí tenemos que sentarnos a dialogar, que las normas de autorización consulten el sentir de los pueblos, que comprendan cómo lo hacemos nosotros y se reconozca eso 

La demanda de las parteras tradicionales, al menos en la CDMX, es sencilla: las guías y normas de regularización de su oficio deben incluir sus tradiciones y respetar los procedimientos tradicionales. Para las instituciones públicas de salud, también, es claro que las parteras tradicionales deben profesionalizarse.  

Aunque ambos bandos concuerdan en que la labor de las parteras es fundamental, la ciencia no contempla la medicina tradicional como una profesión y las médicos tradicionales no ven en la ciencia moderna una opción más real a la que ya practican.  

Hasta el cierre de esta edición, N+ Media buscó conversar sobre el tema con el Instituto Mexicano del Seguro Social, pero no obtuvo respuesta.

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