Migrantes Haitianos 'Se Refugian' en Una de las 4 Colonias Más Inseguras de la CDMX
La colonia Desarrollo Urbano Quetzalcoatl, Iztapalapa, considerada uno de los territorios más inseguros de la capital del país, se convirtió en un lugar donde los migrantes encontraron techo y trabajo
Andrés M. Estrada
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Son cerca de las seis de la tarde, es la hora pico y multitudes de iztapalapenses abarrotarán las salidas del metro Constitucion de 1917, para encaminarse a las enormes filas y acceder al cablebús. Muchos de ellos descenderán en la estación Quetzalcoatl, Rachidez deberá continuar con una agitada jornada laboral.
Zigzaguear al frente de un mototaxi en las calles de la colonia Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, Iztapalapa, en la Ciudad de México, se ha vuelto el sustento para este haitiano que llegó hace 5 meses a la ciudad. La faena es aprenderse el nombre de las calles, lugares o doblar a la izquierda o derecha, según indiquen los pasajeros.
Antes de adentrarse a estos territorios, vivió en un hotel de paso, pero era insostenible para alguien migrante como él y que cuenta con pocos recursos pagar 160 pesos por una habitación. Después la vida le sonrió.
Buscó donde rentar, ahora paga 2 mil 500 pesos mensuales de por unos cuartos donde vive con su sobrina y hasta hace unos días con un amigo que se fue siguiendo su camino hacia la frontera norte de México. Lo siguiente fue buscar trabajo. A finales de enero se acercó al sitio de mototaxis.
“Le pregunté al checador si en esa base aceptaban extranjeros trabajando (Sic)”, recuerda. La respuesta fue un alivio. El dueño de una unidad le dio su primera oportunidad de empleo, luego de deambular durante semanas preguntando por uno sin obtener más que negativas. Sólo le pidió un documento para comprobar el lugar donde vivía y enseguida se enfiló a sortear las arterias iztapalapenses.
Él es sólo uno más de los migrantes que encontraron cobijo y trabajo en la colonia Desarrollo Urbano Quetzalcóatl (DUQ), calificada como la cuarta má insegura de la CDMX, sólo después de la Agrícola Oriental, en la alcaldía Iztacalco, y la Guerrero y la Morelos, en la Cuauhtémoc, revela el informe de inteligencia Cuatros Campos de Poder CDMX de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) de 2022, filtrado a través de los Guacamaya Leaks.
En la zona hay otros haitianos y cubanos empleándose en locales de comida, venta de vísceras de carne, de mototaxistas o deambulando por las calles cargando con una cesta de plástico ofreciendo aguacates o botanas.
Una de ellas es Habana. Al inicio se muestra tímida para conversar, pero pronto acepta a cambio de no publicar su nombre real, por eso la llamaremos Habana. Es originaria de Cuba hace apenas unos días comenzó apoyando en las labores de un negocio de comida corrida. Para su fortuna, los empleados del local dejaron el empleo, asi que cuando le pidió trabajo a Rosalba Martínez, la dueña, la admitió enseguida y sin ninguna condición.
Tres meses atrás, en diciembre de 2023, se aventuró con su esposo para salir de la isla con rumbo a Estados Unidos, y con mucho dolor dejaron a su hijo pequeño con sus familiares, para no arriesgarlo en la travesía migratoria.
Desde su llegada a México han intentado obtener su cita de CBP One sin obtener resultados. Conseguir empleo también fue una tarea imposible.
Me ha costado mucho conseguir un trabajo. Es difícil para las personas migrantes, porque la mayoría de las personas te piden papeles.
De pronto una sonrisa se dibuja en su rostro al contar que su esposo comenzó ya a trabajar en un camión de mudanzas.
Mientras conversamos con ella, a unos 5 metros camina entre los pasillos del mercado Radizbel, con su bata blanca y un diablito. Rosalba lo señala, dice que también es migrante y enseguida le grita que lo espere. Palabras más palabras menos acuerda con él que en cuanto vuelva de un mandado nos contará su historia.
Tras la irrupción la mujer de 30 años de edad continúa contando que en Cuba trabajaba en una fábrica de tabaco. Ganaba unos 2 mil 900 pesos cubanos al mes (2 mil pesos mexicanos). Aquí, Rosalba le paga 200 pesos diarios más sus comidas del día.
“¿Cómo se siente vivir en esta zona de Iztapalapa, catalogada como insegura? “Sí, he oído, he escuchado que si son malos, pero hasta ahora yo no me he encontrado personas malas”, responde. Aún así dice que tratan de no salir en las noches.
Antes de despedirse, Habana detalla que tiene familiares en Estados Unidos que los apoyan enviándoles dinero. Luego se retira a finalizar sus labores del día, en tanto su jefa comienza a calentar los alimentos que degustarán antes de cerrar el negocio y marcharse a su casa.
Recorrer las calles con una cesta y en chanclas
En el deambular del mercado de la DUQ, mientras espero a Radizbel, se aproxima con su piel cobriza Al Benson. Viste una playera azul estampada, unos jeans grisáceos y un sombrero de tela a cuadros para cubrirse del abrasador sol. Al hombro cuelga una cesta de plástico con las bolsas de botanas que vende.
Tiene un mes que una señora lo contrató por 200 pesos diarios, pero la labor de caminar por las extendidas calles y con un par de chanclas entalladas en sus calcetas blancas, de 9 de la mañana a 9 de la noche, es agotadora. “Caminas mucho, mucho. Pasas mucho en la calle y es cansado”, relata entre el poco idioma español que ha aprendido desde que llegó a México.
Hace unos días se topó con un sujeto malhumorado y racista al que le ofreció su mercancía, pero le aventó sus productos. “¿Cómo te sentiste?”, le pregunto. Él lo resume en una palabra: triste. Al Benson tiene 28 años de edad y va a cumplir medio año desde que salió de Haití, donde laboraba como obrero en la industria de la construcción. En la DUQ vive con otros 5 migrantes haitianos, pero extraña a sus padres y hermanos.
Minutos después de finalizar la conversación con Al Benson, me encuentro con otra de sus connacionales, al igual que él trae cargando una cesta con aguacates. Procuro conversar con ella para conocer su vida, pero la barrera del idioma nos lo impide. Intentamos intercambiar algunas frases con la tecnología del traductor del celular pero resulta imposible, así que se marcha a continuar sus ventas.
Del café a las visceras
Con su afilado y puntiagudo cuchillo Radizbel, un cubano, sonríe mientras corta y despacha las vísceras de carne en uno de los pasillos del mercado de la DUQ. Este es su segundo empleo desde que la CDMX le dio la bienvenida tras migrar de la isla. La zona a donde acudía a trabajar primero dice que estaba lejos de aquí. Era en una fábrica de libros. Los empacaba, cortaba hojas y armaba folletos por 320 pesos diarios, pero había que pagar pasajes y comidas. Luego quedó desempleado.
Aquí en el local de vísceras era cliente, y Mario, el dueño del negocio, un día le dijo que viniera a probarse en el oficio por unas horas, que se fueron extendiendo hasta un turno completo desde hace 3 meses.
Radizbel es de Sancti Spíritus, en el centro de Cuba. Su profesión es ingeniero agrónomo, pero le iba mejor en su cafetería, un negocio que estuvo en sus manos durante 15 años, así que no ejerció. Aún así la economía familiar no era buena. Su hija e hijo salieron hace 2 años de la isla. Ahora viven en EUA y él decidió alcanzarlos, por lo que vendió su negocio y una casa grande para comprar una pequeña, donde ahora viven su esposa y su niña de 4 años de edad.
Hasta hace un mes pensaba en vender las pocas pertenencias que le restaban para traerlas, pero medito lo riesgoso que sería el camino para ellas y cambio de opinión. Él tardo 8 días en llegar desde su nación pasando por varios países hasta México. Por poco no lo logra. En Honduras abordó una camioneta que atravesó varias montañas y una tarde lluviosa la unidad casi se desbarranca. “Nos hubiéramos matado todos”, reflexiona.
Antes de continuar con su labores Radizbel responde al cuestionamiento de vivir en una zona insegura.
Nos dicen que estamos en un área roja de México, que es un poco peligroso acá, que han matado mexicanos a balazos, por ajuste de cuentas. Eso a veces te hace sentir un poco inseguro, porque en mi país hay situaciones económicas, pero se vive como que un poco más tranquilo en ese sentido.
Un territorio violento
La colonia Desarrollo Urbano Quetzalcoatl se caracteriza por los altos índices de robo a transeúntes y vehículos, homicidio y secuestros. Además, un gran porcentaje de internos de los reclusorios de la capital del país son habitantes de este lugar.
¿Pero cómo es que los migrantes decidieron mudarse hasta este punto? Bernardo Bolaños investigador de la UAM Cuajimalpa, explica que los migrantes se ubican en la escala más inferior de nuestra sociedad en términos económicos, y mientras son residentes extranjeros en tránsito esperando sus papeles, se colocan en las colonias más accesibles, que a veces puede ser riesgoso para ellos.
Por otra parte, asegura el también autor del libro "Esclavos, migrantes y narcos. Acontecimineto y biopolítica en Amércia del Norte", los migrantes se están asentando en ésta y otras zonas del sur de la CDMX, en espera de sus trámites ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). Esto es debido a que meses atrás ahí había campamentos, en la colonia Juárez, pero causaban muchos conflictos con los vecinos.
El gobierno de la ciudad decidió junto con el Instituto Nacional de Migración, moverlos al sur de la ciudad y ellos también encontraron ahí un espacio donde esperar sus papeles.
Bolaños subraya que los dos factores se combinan "e Iztapalapa ahora tiene el cablebús, no está lejos de esa colonia que mencionas. Entonces puede ser insegura, pero no es más insegura que la selva del Darién, que cruzaron algunos de ellos entre Colombia y Panamá”, señala. “No es más inseguro que Haití, que en estos momentos está a punto de caer en manos de pandillas”, puntualiza.
Salir más por la fuerza que por voluntad
Raúl Torres es el checador del sitio de mototaxis. Es un tipo de semblante serio pero accesible. Apenas le comento que deseo conversar sobre los haitianos que se han vuelto parte del gremio de conductores asienta con la cabeza, y dice que me presentara con el que mejor habla el idioma español. Ese es Rachidez, a quien señala en cuanto llega a la base, pero no alcanza a detenerlo porque enseguida toma pasaje.
Mientras esperamos a que vuelva cuenta que al principio fue complicado trabajar con ellos, sobre todo porque no hablan el idioma español y tienen que aprenderse el nombre de las calles y los lugares.
Ellos llegaron y empezaban a preguntar si sabíamos quién podía darle la oportunidad de trabajar. Los dueños de los mototaxis les dijeron pues sí, claro. Nosotros tenemos ahorita nomás como cuatro, cinco (mototaxistas haitianos).
El trato de los habitantes con sus nuevos conductores ha sido diverso. “Hay personas que sí los aceptan a las personas de color y también hay mucha discriminación”, refiere.
El comportamiento del que habla Raúl también se vislumbra en las páginas de redes sociales de Facebook de la colonia. “Con tanto haitiano ya estoy en el top 10 de los güeros de la colonia”, se lee en la publicación de un meme que causa cientos de reacciones de “me divierte”. En otros destacan comentarios con el rebautizo de la colonia a “Desarrollo Haití Quetzalcoatl”, y más memes y comentarios racistas.
Una vez que retorna Rachidez el checador del sitio de mototaxis se le acerca: “Qué quieren hablar contigo”. Enseguida da media vuelta hacia la orilla para no obstruir el paso de las otras unidades. Él es un tipo cordial, de poco más 1.70 m de estatura y delgado. Con un español fluido, que aprendió en la escuela, narra los detalles de su vida, hace cuánto llegó, con quién vive y cómo consiguió el empleo.
La salida de su país se debió a la crisis de violencia por la que atraviesa Haití. Es decir, más por la fuerza que por voluntad.
“En mi país no manda el presidente. Mandan al poder la banda de la mafia. Tienen el control del poder. De todo”, asegura mientras describe que todo ahí es un desastre y las personas que tienen la oportunidad de salir lo hacen, pero “no es fácil ser migrante”.
En Haití laboraba como chofer de un camión para una compañía. Ahí duró 9 años. Le pagaban 23 mil gourdes al mes (alrededor de 2 mil 900 pesos). Para salir compró un boleto de avión de Puerto Príncipe, la capital del país, a Managua, Nicaragua, y después el mismo trayecto que Radizbel y Al Benson, pasando por Honduras, Guatemala hasta llegar a la frontera de Chiapas y finalmente a la CDMX.
Antes de que Rachidez retorne a sus labores en el mototaxi, revela que le gustaría traer a su esposa y sus cinco hijos. Por el momento no tiene pensado irse a Estados Unidos como otros migrantes que sólo están de paso. La razón: “De México me gusta todo. Porque el pueblo mexicano, la mayoría, ayudan mucho a los inmigrantes. Le doy gracias. Estoy bien aquí por el momento”.
Enseguida toma su casco, para seguir serpenteando las calles de este territorio inhóspito caracterizado con sus innumerables murales multicolores en las azoteas de las casas, que se divisan desde las alturas durante el recorrido del cablebús.
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