Migrantes Desalojados de Plaza Giordano Bruno en la CDMX Ahora Viven en la Banqueta

A las personas en condición de movilidad que se les obligó a dejar la plaza están ahora en una peor situación que antes del desalojo

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Andrea Vega | N+

Los migrantes desalojados de la Plaza Giordano Bruno fueron dejados a su suerte.

Migrantes afuera de la Casa del Migrante, en la Cuauhtémoc, esperando por un lugar. Foto: Andrea Vega | N+

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Blanca está sentada en la banqueta, en la acera frente a la Casa del Migrante, en la alcaldía Cuauhtémoc, en la Ciudad de México. Ahí pasa buena parte del día, solo dejando que el tiempo corra, mientras cuida sus pertenecías y a su hija de 16 años.

Ella fue desalojada de la Plaza Giordano Bruno, en la misma alcaldía, el pasado 5 de junio. La migrante venezolana y su familia apenas tenían dos semanas de estar viviendo ahí, en una carpa. También estaban en la calle, pero al menos tenían espacio donde dormir y se organizaban, con otros migrantes, para tener donde cocinar.

En cambio, ahora la familia tiene que pelear un lugar para dormir, hay muchos días en los que solo comen pan con jamón y buena parte del tiempo la pasan sentados en la banqueta sin más que hacer. Blanca y su familia son de los migrantes que aceptaron que los trasladaran de la CDMX a Morelos para darles una tarjeta de visitante por razones humanitarias.

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El 5 de junio pasado, personal de Instituto Nacional de Migración (INM) llegó hasta la Plaza Giordano Bruno para desalojar a los 432 migrantes que se encontraban ahí, Personas en condición de movilidad han habitado ese espacio durante años, por su cercanía con la Comisión Nacional de Ayuda a Refugiados, (Comar), que ahora ya cerró su sede en ese lugar.

El desalojo de los migrantes de la plaza lo solicitaron vecinos que no estaban de acuerdo con su presencia ahí y quienes incluso presionaron para reunirse con el comisionado del Instituto Nacional de Migración (INM), Francisco Garduño.

El INM informó en un comunicado que, en atención a la instrucción del presidente Andrés Manuel López Obrador, acudieron a la plaza para realizar “labores de convencimiento” y trasladar a los migrantes a albergues y espacios de esta institución, “con el objeto de atender sus necesidades, así como para regularizar su situación migratoria”.

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Del total de las 432 personas que estaban en la plaza, 83 aceptaron su traslado a los espacios migratorios del INM en los estados de Morelos (76) y México (7). Otros nueve fueron trasladados a las oficinas de regularización del instituto en Ciudad de México, siete más fueron llevados a un albergue, entre ellos tres menores de edad, y el resto, dice el comunicado, se retiró por su propio pie.

Lanzados a la calle

Víctor, migrante venezolano, es de ese último grupo, de los que no aceptaron el traslado a ninguna entidad, pese a la oferta de que les darían la tarjeta de visitante por razones humanitarias, por miedo a que lo deportaran. Él, dice, salió corriendo con las pocas pertenencias que pudo agarrar, en cuanto vio la llegada del operativo.

Ahora permanece afuera de la Casa de Migrante, que abrió la exalcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas. Víctor cuenta que esto no puede calificarse como un albergue, “solo podemos estar adentro de 3 de la tarde a 6 de la mañana, pero eso es si alcanzamos lugar, porque solo hay 150 espacios. Muchos nos hemos quedado afuera y tenemos que dormir en la acera”.

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Cuando los sacan a las 6 de la mañana de este “albergue”, los migrantes tienen que salirse con todas sus cosas. “Tenemos que sacar los bolsos, por eso los tenemos aquí afuera y por eso muchos no podemos ir a buscar un trabajo, porque tenemos que estar cuidando lo poco que nos ha quedado”, dice Víctor.

El migrante señala que entiende que una plaza no es lugar para que estén, pero dice que ahí por lo menos tenían un espacio más amplio donde estar, donde podían poner sus tiendas de campaña, cocinar y hasta donde llegaban organizaciones de la sociedad civil para tratar de atender algunas de sus necesidades.

“Les daban talleres a los niños allá, los tenían un rato entretenidos y contentos, aquí están en la plena calle muchas horas, mientras esperamos ver si alcanzamos lugar adentro, con el riesgo de que haya un accidente porque pasan muchos coches”, dice Víctor.

Dejados a su suerte

Blanca es del grupo de los que aceptaron el traslado a Morelos. Dice que la llevaron a Cuernavaca y sí le dieron la tarjeta de visitante por razones humanitarias, pero los dejaron ahí a su suerte.

Nos tocó quedarnos allá en una plaza, entonces llegó una señora y nos dijo que era peligroso, que no estuvieramos ahí porque era inseguro, nos dio dinero para el pasaje de regreso a la CDMX, a 11 personas nos dio para regresarnos.

De vuelta en la capital del país, Blanca y su familia no encontraron más opción que instalarse afuera de la Casa del Migrante. “Acá no estamos bien, hay que ver si encontramos lugar, pasadas las 2 de la tarde empiezan a repartir las fichas para entrar, mi esposo está trabajando y no puede estar aquí a esa hora, así que no alcanza espacio, se tiene que quedar a dormir en su trabajo, en una obra en construcción”.

La migrante dice que a ella también le gustaría trabajar, pero no puede hacerlo porque se tiene que quedar a cuidar los bolsos y a los hijos, sobre todo a su hija de 16 años. También debe quedarse para apartar su lugar y tener donde dormir. “Así, con solo lo que gana mi esposo no nos alcanza para rentar un cuarto, la renta anda sobre los 2 mil 500 pesos, por eso estamos aquí en la calle”.

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Ella también se queja de que muchas veces no alcanza espacio para tener donde cocinar. “No hay lugar aquí en la Casa del Migrante para que todos hagamos nuestros alimentos, sortean los lugares para ver quién cocina cada día, y si no nos toca, pues tenemos que comer pan con jamón. Los alimentos, además, nos toca comprarlos a nosotros, en este albergue no dan comida”.

Atorados en CDMX

De manera que el desalojo de la Plaza Giordano Bruno solo los dejó en una peor situación. Pero no pueden irse de la Ciudad de México porque están esperando su cita para poder ingresar a los Estados Unidos y después iniciar su proceso de asilo allá. 

Esta cita se obtiene a través de la aplicación conocida como CBPOne. Los migrantes tienen que registrarse y después esperar a que les aparezca la confirmación de día en que deben presentarse en uno de los puertos de entrada de la frontera norte, algo para lo que pueden pasar semanas o meses.

“No avanzamos hacia la frontera norte porque no tenemos papeles y si migración nos agarra nos va a regresar a Tapachula o a otro punto más al sur y es mucho gasto y mucho peligro llegar hasta acá para que nos vuelvan a regresar”, dice el migrante venezolano.

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En el caso de Blanca, ella dice que no avanza con su familia hacia la frontera norte, aunque ya tiene la tarjeta de visitante por razones humanitarias, porque les da miedo permanecer allá en espera de la cita. “Creemos que está más peligroso y traemos a mi hija, no queremos arriesgarla más a ella”.

N+ solicitó una entrevista con el INM para saber por qué dejó a los migrantes desalojados de la Plaza Giordano Bruno a su suerte en otros estados y por qué no se les trasladó a albergues, como asegura el comunicado que enviaron, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta. 

Sin respuesta efectiva

Wendy Castro, subcoordinadora del área Legal de la organización Sin Fronteras, explica los desalojos de estos campamentos no resuelven la situación y sí ponen en una condición más vulnerable a los migrantes.

“Lamentablemente no ha habido una respuesta efectiva por parte del gobierno para atender a las personas en situación de movilidad, ni siquiera hay albergues suficientes y dignos para atenderlos y los de la sociedad civil tampoco se dan abasto, así que muchos no tienen más opción que estar en la calle, y estos desalojos solo empeoran su situación”, sostiene.

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Castro agrega que, además, como no hay acompañamiento de organizaciones de la sociedad civil en estos desalojos, no se sabe cómo se están ejecutando, ni si en realidad, como dijo el INM en su comunicado, se respetaron los derechos de los migrantes o si de verdad se les informó en todo momento a dónde se les llevaría y para qué.

Max, migrante haitiano, asegura que no fue así. Él es del grupo de los que llevaron a las instalaciones de INM en la CDMX. En efecto le dieron su tarjeta de visitante por razones humanitarias, pero dice que en el operativo de desalojo hubo muchas faltas a los derechos humanos.

Llegaron en la noche y empezaron a quitar y tirar las carpas, los bolsos con las cosas los echaron al camión de la basura, no fue algo de que pudieras escoger irte o quedarte, fue por la fuerza.

La respuesta integral que falta

Eunice Rendón, coordinadora de Agenda Migrante, dice que estos desalojos son solo una respuesta parcial, que responde a la presión de los vecinos, pero lo que en realidad hace falta es planear algo integral.

Para empezar, la especialista en migración y seguridad dice que sería importante que estas oficinas de gestión migratoria, como la Comar o el INM, se encuentren concentradas en un cierto lugar donde haya espacio también para habilitar un albergue, “que haya una zona doble para la gestión de trámites y para el alojamiento digno de estas personas”.

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Y en este punto abunda que la parte de alojarlos en forma digna es muy importante. “No se puede hacer una costumbre que estén viviendo en la calle, eso no es digno, y en la Constitución de la Ciudad de México se habla de que esta es una ciudad hospitalaria, pero no es muy hospitalario tenerlos en la calle”.

Rendón, quien es doctora en Políticas Públicas, refiere que en otros países con flujos migratorios importantes se está trabajando para darles alojamiento. “El gobierno francés adaptó villas para hospedarlos, en Nueva York, en Estados Unidos, se rentan hoteles para lo mismo”.

Además de preocuparse por cómo alojarlos, la especialista en migración subraya que hay que plantear un modelo de migración seguro, ordenado, humano y también productivo.

Esto le toca a todos, a la próxima presidenta, Claudia Sheinbaum, a todos. La parte de la inclusión económica es muy relevante, incluso para no generar tensiones con la población nacional, y que no se generen dinámicas de abuso y explotación, incluso considerando que solo están de paso.

La otra cuestión dice, es “replantear con Estados Unidos cómo se dan esas citas (en CBPOne), quizá lo mejor es que habiliten una manera para otorgarlas desde el lugar de origen (ahora se tiene que estar en CDMX o en algunos puntos de la frontera norte para obtenerla) y que quienes la consiguen avancen en una especie de corredor seguro, porque el tema de que México esté como un tapón no está funcionando”.

Incrementar el número de estas citas también es fundamental, porque se dan solo mil 500 por día, precisa Rendón, cuando hay 200 mil personas buscando obtener una

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