La Mafia de la Madera en la Selva Maya

El tráfico internacional de maderas preciosas ha puesto en jaque a la reserva de la Selva Maya, un corredor biológico de México, Guatemala y Belice. La red ha operado en total impunidad

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Alejandro Melgoza Rocha

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Toma aérea en la frontera sureste, del lado mexicano, con la selva deteriorada por la tala clandestina.

Toma aérea en la frontera sureste, del lado mexicano, con la selva deteriorada por la tala clandestina. Foto: Williams Castañeda y Marcos García

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Cada verano, cuando la época de seca se adueña de la Selva Maya y produce una sensación similar a la de un sauna, Milton Balseca cruza a caballo el arroyo que divide a su pueblo de Guatemala con la comunidad de El Desengaño, ubicado en el municipio de Candelaria, Campeche, en los poros de la frontera. 

Va contento porque durante esa temporada del año sustituye la siembra de frijol por la tala ilegal de madera, que le deja dinero para lo que resta del año y así mantener a su familia. “La agricultura, tú sabes, tienes que tirar el cuero al sol. Y los árboles nunca nos fallan. Cuando te piden la madera, tú la sacas y la entregas y ahí está el dinero”, dice.

Milton es un talamontes que ha recorrido durante una década la selva. Por eso conoce los entresijos del bosque para encontrar maderas codiciadas por el mercado negro. Según sus cálculos, en una buena semana extraen tres mil pies de madera -cada uno cuesta entre 15 y 25 pesos, dependiendo la especie-. Es decir, un grupo de talamontes, que normalmente se conforma de 8 personas, obtienen ganancias de entre 6 y 9 mil pesos para cada uno.  

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“Estamos muy conscientes de que los árboles pueden ser de 100 o 200 años, y que Dios nos perdone, pero lo que nosotros queremos es el dinero”, reconoce en tono temerario el treintañero mientras su caballo galopa al paso de los fuetazos una tarde del 18 de septiembre de 2023.  

Milton es un habitante más de las generaciones que han vivido de la madera. La tala empezó en estas tierras con los campesinos chicleros y los carpinteros en el siglo XIX. Luego, en 1963 hubo un intento de revivir la economía cuando empresarios norteños trasladaron a más de 500 trabajadores a Candelaria para modernizar la región. Le decían la “tierra prometida”, pero nada cambió. 

A partir de los setentas y ochentas nació la mafia maderera que aprovechó su cercanía a Calakmul y Balamkú, áreas naturales que albergan especies costosas en el mundo. “Comenzó la gente a clasificar ya las especies entre tropicales, duras y preciosas, y fue una buena actividad que dejó dinero”, dice un ejidatario que atesora los árboles de ciricote del patio de su casa para cuando vengan los tiempos de vacas flacas. 

Las maderas se han demandado de acuerdo a las modas de la industria automotriz, náutica, inmobiliaria y de interiores; por ejemplo, hace tres décadas la más solicitada era la caoba, pero ahora lo que se pide son maderas de la Selva Maya como granadillo, ciricote, machiche y tzalam, por sus tonalidades y solidez. Como los árboles de México no eran suficientes para satisfacer la demanda ilegal, los talamontes buscaron nuevas áreas en Guatemala y Belice desde hace cuatro años. 

Los talamontes son apenas el primer problema en ese negocio ilegal. En la cadena le siguen ejidatarios, concesionarios forestales y empresarios madereros -dedicados a procesamiento y logística- que disfrazan especies ilegales mediante documentos fachada. A pesar de ello, muchas de esas maderas fueron decomisadas por las autoridades, pero al final recuperadas por el crimen organizado mediante robos o amenazas; a través de abogados que aprovechan los vacíos legales de la autoridad; y presuntos desvíos institucionales. 

Estos reportes de tala ilegal llegaron a los guardaparques guatemaltecos y beliceños, quienes duplicaron los patrullajes; en contraste, la administración mexicana redujo presupuestos para inspección y vigilancia: los operativos en Calakmul descendieron un 70% con respecto a la administración del periodo 2012-2018. 

Desde entonces, a Milton y otros talamontes no les atemoriza la autoridad. Cuando les decomisan las maderas, él y sus compañeros casi siempre amenazan a los funcionarios ambientales para que les devuelvan el producto; o bien, asaltan los patios donde la tienen resguardada. “Nosotros conocemos más la montaña que la ley”, dice. 

Milton Balseca, un talador oriundo de Candelaria, Campeche, cabalgando en agosto de 2023. Foto: Williams Castañeda y Marcos García

Hoy esta red criminal ha penetrado con un sofisticado esquema: la mafia puede recuperar por la vía legal o ilegal las maderas que han sido decomisadas y aseguradas por las autoridades. Eso ha provocado que de los patios de instituciones federales y locales se hayan perdido miles de toneladas de maderas en todas las regiones del país, equivalentes a más de 22 mil contenedores entre 2001 y 2023, de acuerdo con una investigación realizada por N+Focus durante un año y dos meses. 

Los documentos de los gobiernos de Guatemala y México, así como testimonios recopilados y una veintena de días de reportería a través de 580 kilómetros junto a guardaparques en la frontera de la Selva Maya, revelan reportes oficiales y extraoficiales de robos, juicios favorables, desvíos y una red que encabezan presuntamente cuatro cabecillas del tráfico de maderas de la Selva Maya, hasta ahora intocables por la autoridad.  

La célula criminal está conformada por taladores, transportistas, concesionarios, empresarios y funcionarios de las aduanas de Veracruz, Colima y Yucatán, según un informe de inteligencia del ejército mexicano. Los seguimientos tácticos señalan que esta organización exporta maderas ilegales con permisos fachada mediante la triangulación de contenedores vía México, Tailandia y China. 

Con esta información preliminar para combatir el tráfico internacional de maderas, las mesas de inteligencia convocadas por el gobierno mexicano iniciadas en 2019, calcularon que por cada 9 millones de metros cúbicos de madera que se venden legalmente al mercado, también salen de manera ilegal aproximadamente unos 16 millones, según minutas del ejército. Hoy no hay ningún logro.  

Una de las principales instituciones que participaron fue la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), a cargo de la entonces procuradora Blanca Alicia Mendoza, cuya administración dejó intocable a la red; incluso en las minutas, Mendoza desdeñó a la Selva Maya, pese a que es el segundo bosque tropical más grande de América, que comparte con Guatemala y Belice; en vez de ello priorizó bosques que no son reservas de la biósfera. Tampoco hubo avances en el convenio firmado en junio de 2022 para establecer un plan piloto con mecanismos para destinar maderas decomisadas. 

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Consultados al respecto, la Semarnat no aclaró las cifras de los destinos finales de maderas decomisadas y aseguradas. Se limitó a explicar mediante un cuestionario que “aunque la información sobre el destino de la madera asegurada no está sistematizado en conjunto (...) se establecen los lineamientos para el destino final de los bienes decomisados”. Este problema lo arrastran desde el año 2000 cuando la Auditoría Superior de la Federación (ASF) les hizo recomendaciones en la materia. 

En la Selva Maya hay decenas de guardaparques peleando contra la mafia en una región cuya deforestación asciende a 97 mil hectáreas de bosque primario en Campeche durante los últimos cuatro años, según datos de Global Forest Watch. Los guardaparques de Belice y los de Guatemala, bajo el despliegue del equipo élite “Génesis”, son dos tapones resistiendo la presión de los talamontes mexicanos, y los han logrado mantener a la raya, según sus informes. 

“Los talamontes nos tuvieron respeto y se quedaron depredando del lado de Balamkú y Calakmul”, dice Francisco Asturias, director del grupo “Génesis”, que nació en El Petén, Guatemala, y quien buscó la colaboración del ejército guatemalteco en 2018 cuando esta red quería apoderarse de ese lado del corredor.  

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Francisco Asturias, director de Génesis, al frente de una cuadrilla de guardaparques durante patrullaje. Foto: Williams Castañeda y Marcos García

Decomisos fantasma 

La Selva Maya es un corredor trinacional en el que jaguares y tapires migran en zigzags por toda la zona. Como las rutas de la fauna, los merodeos de cazadores furtivos y talamontes quedan grabados por las cámaras trampa. Los hombres aparecen con escopetas en mano. 

En esos parajes están las reservas de la biósfera de Calakmul y Balamkú, que miden alrededor de 723 mil hectáreas y son consideradas la segunda mayor extensión de bosques tropicales en toda América. A sus alrededores se han fundado localidades con un grado “alto” de marginación, según el informe anual de la Secretaría del Bienestar del año pasado; en Candelaria padecen un 31% de pobreza extrema.  

El Desengaño, perteneciente a dicho municipio, es considerado por los informes de Génesis como un centro de almacenamiento y operación de la mafia. Ahí se han ejecutado operativos, según la Fiscalía local. “Lo que se hace es someter a revisión”, explica Renato Sales, ex fiscal de Campeche(2021-2024), sobre la vigilancia que mantienen en Escárcega, Candelaria, Calakmul, Xpujil y otros más.  

Candelaria se caracteriza por los negocios del tráfico de hidrocarburos, de drogas y de maderas, de acuerdo con informes del ejército derivados de la filtración Guacamaya Leaks. Aunque la mafia maderera opera aparte: es un nicho especializado en aserrar árboles de más de 20 metros de altura. 

En esa zona hay dos presuntos cabecillas conocidos como “El Chino Ham” y “Abdul”, de acuerdo con los partes militares de la Primera Compañía de Protección Ambiental, en Calakmul. Las estructuras a su servicio -según Génesis- están conformadas por pueblos que se protegen entre sí; incluso si de la cárcel se trata. “El patrón que compra la madera (...) nos manda a sacar”, se ufana Milton. 

Como los madereros se saben impunes, los guardaparques mexicanos toman precauciones. “Hacemos paradas continuamente para escuchar ruidos que no sean propios del área: de motosierras, de machetes, tal vez algún disparo”, explica Florentino Pérez mientras recorre la selva en Calakmul, donde está asignado, sin armas, ni chaleco antibalas y el motor de su cuatrimoto sobrecalentado por la falta de recursos en su estación. 

Florentino Pérez, guardaparques de Calakmul, abriendo brecha durante patrullaje en la reserva. Foto: Williams Castañeda y Marcos García

En las estaciones de Calakmul y Balamkú, Campeche, hay troncos de madera decomisados sin vigilancia. Estas maderas, que por normativa deberían estar custodiadas en las instalaciones de la Profepa y la Fiscalía General de la República (FGR), se encuentran dispersas en otras instituciones y abandonadas en los domicilios de los infractores a falta de espacios acondicionados, lo que ha llevado a que no exista un control y vigilancia, provocando extravíos en todo el país. 

La Profepa ha registrado expedientes por decomisos y aseguramientos que contabilizan los 787 mil metros cúbicos de maderas irregulares e ilegales entre 2001 y 2023 en toda la república mexicana. De todas esas maderas el 92% no fue reportada a través de las cinco vías legales a las que deben canalizarse; es decir, la autoridad perdió el rastro de las mismas, como lo estableció una investigación de N+Focus mediante un cruce de más de 80 solicitudes de información realizadas a Profepa, FGR, Conanp, Guardia Nacional, Agencia Nacional de Aduanas (Anam), Fuerzas Armadas y fiscalías estatales. 

A los decomisos y aseguramientos se suman los más de 11 mil vehículos y 13 mil herramientas que ocupan los madereros, y cuyo destino legal se desconoce. 

Los estados con mayores resguardos son Morelos, Tlaxcala, Campeche, Tabasco, Estado de México y la Zona Metropolitana. Mientras tanto, las que tienen cero registros son las de Zacatecas, Tamaulipas, Sinaloa, Sonora, Jalisco, Guanajuato y Coahuila, la mayoría de estas entidades con altos índices de criminalidad. “Muchas veces dejan la madera con el infractor por falta de espacio y remolques”, dice un alto funcionario de Profepa. 

Los inventarios de las maderas decomisadas que por ley tendría que poseer la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) no existen, según una respuesta a través de transparencia. La Secretaría no respondió a ninguna pregunta del cuestionario enviado. 

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Toma aérea de la frontera México-Guatemala en el corredor de la Selva Maya. Foto: Williams Castañeda y Marcos García

Robos o desvíos

En agosto de 2021 un grupo de talamontes ingresó a la estación de Balamkú, ubicada a unos 60 kilómetros de Calakmul, para robar maderas preciosas que les habían decomisado. Fue una noche en la que no había guardaparques ni velador. 

Unas 18 trozas de nava, granadillo, tzalam y ciricote -según Obdulio García, cuyo nombre fue inventado para proteger su identidad- fueron robadas de las instalaciones de Balamkú a cargo de la entonces Secretaría de Medio Ambiente local que en 2023 pasó a ser parte de la federación como parte de un decreto. 

“Fácil entraron y la sacaron. Hicieron un brecheo por el vivero. Nunca se investigó a fondo”, acusa el ex funcionario ambiental, quien precisa que los decomisos desaparecen gradualmente. “Se queda la madera y de alguna forma como que se compromete a uno. Se empieza a extraviar esa madera, y se reporta”. 

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Una vez consumados los robos, dice Obdulio, se presenta la autoridad ministerial para acusar a los guardaparques. “La misma ley dice: ‘Oye, queremos que firme los documentos de la madera que se reportó como resguardo’. Pero para esto ya se habían perdido”, explica. 

En Campeche, por ejemplo, la Profepa tiene registros por 11 mil 266 metros cúbicos decomisados y asegurados. Los documentos obtenidos vía la Ley de Transparencia indican que se desconoce el destino del 75% de esa madera. 

Ese modus operandi del crimen organizado se reproduce a nivel nacional. En la actualidad, entre 2009 y 2023, solo se conoce el destino legal que tuvieron las maderas en el 8% de los expedientes de decomisos. Los canales legales fueron los de la donación, la destrucción, la devolución, la transferencia y el resguardo, conforme lo establece el artículo 174 de la Ley General de Equilibrio Ecológico. 

Un 0.5% fue donada a instituciones, la mayoría al ejército y la marina, así como otras instituciones y asociaciones; un 2% fue devuelto a particulares que se ampararon; y un 5% está en resguardo; de este último, varios se encuentran en patios de la Profepa, de fiscalías federal y estatales, recintos de aduanas y ayuntamientos. 

La Profepa apuntó que “la madera asegurada se encuentra bajo una medida precautoria dentro de un procedimiento administrativo abierto, por lo que no es susceptible de destino final”. No obstante, La Profepa omite explicar que una vez resuelto un procedimiento, el aseguramiento se debe resguardar o liberar, con base en los lineamientos en Materia de Bienes Asegurados y/o Decomisados de Profepa, que no someten a escrutinio a los delegados. 

Decomisos de madera preciosas en los patios de la estación de Calakmul. Foto: Williams Castañeda y Marcos García

Ese 8% está comprobado parcialmente por Profepa. N+Focus eligió dos de las delegaciones con mayores resguardos en el país -Valle de México y Tlaxcala- para realizar una consulta pública y verificar la existencia de los decomisos. 

La Profepa pidió una prórroga para organizar las visitas, pero el acceso no fue autorizado. La delegación de Tlaxcala respondió que más de 100 toneladas de madera habían sido “robadas” de las instalaciones, por lo que denunciaron el 27 de julio del 2023. La puerta y las rejas fueron “violentadas” en tres ocasiones para robar madera entre julio y octubre de 2023. 

Son maderas que fueron presuntamente robadas a través de un procedimiento legal de donación hacia otro país. “Se trata de las documentales que acreditan la donación de diversas especies protegidas que fueron enviadas aparentemente a la India”, explica una solicitud de información sobre este expediente que forma parte de una averiguación previa en la que se declaró no ejercicio de acción penal mediante oficio 552/2024. 

“Un desvío institucional sin duda”, acusa un exfuncionario de Profepa. 

Pese a que todo esto figura en solicitudes de información, la Semarnat respondió a preguntas expresas en un cuestionario enviado que “no se suscitó o denunció robo de madera en la bodega de la Profepa”, ni tampoco alguna donación. 

Según las actas, ninguna de las donaciones fue realizada fuera del país. Entre 2012 y 2023 la subprocuraduría jurídica la Profepa Tlaxcala autorizó esta entrega de madera a la Secretaría de Bienestar local; y esta institución hoy desconoce poseer documentación de las mismas pese a ser la donataria. 

Más irregularidades como esta se reflejaron en la vigilancia de la bodega. Estaba a cargo de José Antonio Merchant Barranco, dueño de Comercialización y Consultoría Mecer, empresa cuyas licitaciones han sido por servicios de limpieza, en su mayoría a la Secretaría de Bienestar tlaxcalteca, aunque su objeto social es por venta de medicamentos. 

La Profepa precisó al respecto que no se inició una denuncia ante el Órgano Interno de Control (OIC). Una tarjeta informativa a la que tuvo acceso esta unidad indica que derivado del cambio de administración el 19 de agosto de este año se enviaron “observaciones realizadas al acta entrega recepción donde se incluye los volúmenes faltantes de productos forestales decomisados de la entrega del anterior encargado”.

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A pesar de que la empresa obtuvo licitaciones con Profepa-Tlaxcala, esta no fue investigada. En esta bodega hay registros actualmente por 11 mil 302 metros cúbicos; sin embargo, los documentos indican que el 64% no tuvo una canalización legal. Están en un limbo. 

Los robos oficialmente registrados en las bodegas de autoridades se han reportado en las delegaciones de Tlaxcala en 2023 y de Colima en 2019, según oficios. Sin embargo, hay una cifra negra de robos como el que sucedió en la estación de Balamkú, Campeche, que no fueron denunciados. Conanp contestó sobre este hecho que “no se ha perdido madera ni tampoco se ha detectado robo de madera en el inmueble”. 

Los robos de decomisos comenzaron a ser reportados por los guardaparques mexicanos desde 2018 con sus homólogos de Guatemala y Belice, con el fin de blindar sus fronteras. La red había sofisticado sus métodos de operación para sacarlos del país. 

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Génesis patrulla el punto denominado como “Los Limpios” donde traficantes han talado maderas preciosas. Foto: Alejandro Melgoza

Antesala a Asia

“Estos son los árboles que están mandando hacia la China: los cortan y los sacan por la Península de Yucatán”, dice Francisco Asturias, quien lleva 36 años dedicado como guardaparque, mientras señala un granadillo.  

Las brechas desde México hasta Guatemala se vuelven más estrechas conforme avanzan los guardaparques en sus cuatrimotos, como síntoma de que la tala voraz en el lado mexicano. En el camino frenan para observar los antiguos árboles de granadillo, y que no tengan marcas rojas dibujadas por talamontes, que indiquen que son para cortar. Las maderas de este tipo, de acuerdo con la mesa de inteligencia de México, tienen un precio de 10 a 20 veces más alto que el del pino. 

Asturias y sus guardaparques aumentaron los patrullajes frente a la mutación del crimen organizado maderero. Las salidas pasaron de ser quincenales a semanales para recorrer los casi 600 kilómetros a través de los puestos de mando del Parque Nacional Mirador Río Azul, Biotopo Naachtún y Dos Lagunas. Entre 2018 y 2021 Génesis detuvo a 15 taladores mexicanos; y en 2022, destruyó un campamento de talamontes de México. 

A pesar de los esfuerzos de los guardaparques, la madera es transportada a la aduana. Obdulio, ya retirado del oficio de guardaparque, atestigua a diario el robo de maderas desde el ejido en el que vive. “Aquí, por este lado, no ha parado el saqueo. Cada dos o tres días entran los tractocamiones”, dice. 

Los tráileres se enfilan por la carretera de Escárcega, Campeche, hacia la aduana de Puerto Progreso, Yucatán, cuya conexión a Asia es estratégica. Para salir con la madera aserrada, dotada de permisos falsos de maderas comerciales, se ocupan nueve rutas desde Calakmul hasta el recinto yucateco, de acuerdo con el ejército. 

Algunos de los cargamentos fachada han sido detectados en la Aduana a partir de la campaña anticorrupción iniciada por la administración del expresidente Andrés Manuel López Obrador. El capitán de la Semar, Alejandro Gamboa, precisa que en Puerto Progreso anualmente se revisan 700 contenedores de madera, y debido a que este punto se ha vuelto estratégico para las redes criminales, el capitán señala: “El 100% de la madera que va a ser exportada pasa a revisión”. 

Inspección de contenedores con madera en la aduana de Puerto Progreso, Yucatán. Foto: Williams Castañeda y Marcos García

Los informes de inteligencia del ejército muestran una célula criminal que se conforma de más de 40 integrantes -según documentos de Guacamaya Leaks- para traficar madera ilegalmente en las aduanas Yucatán, Veracruz y Colima, entre los que se encuentran empresas exportadoras, proveedores de madera, administradores, rentadores de facturas, facilitadores de transporte, aduaneros e inspectores fitosanitarios. 

Hay un líder denominado “Enzo-Chino”, quien presuntamente compra y exporta madera a China con certificaciones falsas. En el reporte se informa que mantuvo contacto con ex agentes aduanales de Progreso, que supuestamente se dedicaban a gestionar, coordinar la compra, trasladar, cargar, almacenar y cooptar a servidores públicos. Documentos de la FGR señalan que se trata de Hui Long Hu, vinculado a carpetas de investigación en Yucatán y Veracruz. 

Por debajo de “Enzo Chino” o “Príncipe Chino” están como cabecillas “El Chino Ham” y “Abdul”, de quienes se informó a través de correos electrónicos entre el Grupo de Alto Nivel de Seguridad Nacional (Ganseg) de México y Guatemala. Las llamadas intervenidas por inteligencia militar exponen que los exagentes aduanales compartían información con el presunto líder para que tuvieran ventaja legal y liberaran los contenedores asegurados. 

Esta red era investigada cinco meses antes a través de “cercos técnicos”, por lo que se aseguró el cargamento más grande de madera en las últimas dos décadas.  

La FGR aseguró 27 contenedores con granadillo en Puerto Progreso que iban para China. Según documentos judiciales, se iniciaron cinco carpetas de investigación contra cuatro empresas: Comercializadora Green Plan, constituida en Mérida y cuyo giro se aboca a la exportación de muebles finos; y también Exportadora Campeche Starfish y Mare Cucumeris, ambas dedicadas al negocio pesquero. Estas empresas exportan a países de Asia y Europa, según la plataforma Panjiva. 

Al cierre de edición no hay avances en las investigaciones penales contra ninguno de los socios y representantes legales. Apenas el 27 de junio la Fiscalía apeló una sentencia favorable para las empresas en relación a la liberación de los contenedores. Tampoco en materia administrativa la autoridad fiscal ha ganado el procedimiento para que paguen una multa de 160 mil pesos, de acuerdo con el expediente. El SAT respondió que están imposibilitados para dar datos sobre este proceso porque se trata de un contribuyente. 

Otro presunto cabecilla es el empresario Chaker Roberto Hakim Atala, alias “El Cheques” o “El Chaca” o “El Zar de la Madera”, dueño de Comercializadora de Maderas Tropicales en Bruto”. Los registros judiciales indican que sus contenedores fueron asegurados por llevar madera presuntamente ilegal, razón por la que se giró una orden de aprehensión en su contra en 2022 que fue desestimada por irregularidades. Hasta ahora el caso está estancado. 

La información de inteligencia detalla que Hakim Atala favorecía a su empresa a través de su supuesta ligadura con funcionarios aduanales y un intermediario de taladores ilegales denominado “El Chinto”. Desde 2021 mantiene un juicio de amparo para que liberen su mercancía y un juicio administrativo en el Tribunal Federal de Justicia Administrativa (TFJA) para buscar una reparación de daños, sin mayores avances. 

Fuentes al interior de la FGR señalaron que la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada (FEMDO) separó presuntamente de su cargo a agentes que se negaron a firmar los dictámenes de liberación de los contenedores, a pesar de que los peritajes del SAT -según el expediente- confirmaron la presencia de granadillo catalogado en el apéndice II de la CITES. 

Dicha madera sigue dentro de los 27 contenedores, y también hay nueve más de otros particulares, como pudo constatar N+Focus durante una visita en el patio fiscal de Progreso en septiembre del 2023. La suma de estos cargamentos -según oficios de la Semar- acumulan unos 764 metros cúbicos. Se trata de maderas que viajaron por lo menos siete horas por la carretera hasta aduanas sin ser descubiertos por filtros policiacos. 

Al respecto, ni la FGR, ni el SAT, ni las empresas -ni sus representantes legales buscadas a través de familiares, correos institucionales y abogados cercanos-, respondieron al cuestionario enviado. Si bien la Semar ha detectado contenedores, la institución respondió que no ha sido incluida en la mesa contra la tala ilegal. 

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El capitán, Alejandro Gamboa, revisa facturaciones de maderas dentro de contenedores en Puerto Progreso. Foto: Williams Castañeda y Marcos García

Línea de batalla

La mañana del 29 de agosto de 2023, los guardaparques y soldados beliceños estaban agazapados en la maleza de la selva, aguardando con sus armas en un vértice de la frontera. Ese día, sus colegas de Guatemala y México se reunirían para planear nuevos golpes contra la mafia.  

A la lejanía escucharon unos motores y guardaron silencio. De una brecha de pastizales apareció en una cuatrimoto roja el capitán de los guatemaltecos, Gerson Olivares, y detrás de él, una cuadrilla de siete más del equipo de Génesis, como si se tratara de una escena triunfal de película. Traían chalecos antibalas, radios de comunicación satelital, provisiones, ropa especializada y equipo táctico. 

Los Génesis son un grupo único en su clase en la región y fue fundado hace ocho años por Francisco Asturias como parte de la alianza entre Fundación para el Ecodesarrollo y la Conservación (Fundaeco), la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conap) y el Centro de Estudios Conservacionistas (Cecon). 

Los militares beliceños rompieron la tensión: bajaron los rifles de asalto y su jefe, Marco Corado, le dio un abrazo a Gerson; todos se saludaron. Solo faltaba la delegación mexicana de Calakmul y Balamkú. Los guardaparques mexicanos no se presentaron. Nadie se sorprendió

Reunión de los equipos de guardaparques de Guatemala y Belice en el vértice Tres Banderas. Foto: Williams Castañeda y Marcos García

Los capitanes y sus equipos ingresaron a una sala de reunión improvisada por paredes de follaje, asientos de troncos y un techo de palma seca. “Por aquí están sacando madera”, señalaba Olivares en su gps en referencia a los puntos vulnerables de la selva. 

Marco y Gerson hablaron sobre los nuevos mecanismos del crimen organizado que consisten en hacerse de los  decomisos de manera legal o ilegal. Sus voces se mezclaban con el silencio que la selva impone como si fuera un juez, y que de vez en vez se deja invadir por el piar de tucanetas y las hélices de avionetas que sobrevuelan. 

“Tenemos los mismos problemas (con los decomisos) en Belice (…) donde estemos al final del día, lo miramos como que el esfuerzo es en vano, pero siempre tenemos que estar haciendo presencia. No nos podemos rendir porque (la madera) llegue al departamento de gobierno y no pase nada”, dice Corado. 

Para que la madera no termine en otras manos, Olivares explica que han optado por destruirlas en trozos infuncionales comercialmente. Como sucedió en 2020 en el sitio denominado “Los Limpios”, cerca de “Tres Banderas”, en el que capturaron a ocho mexicanos que estaban talando en Guatemala. 

Esa vez, Francisco Asturias, director de Génesis, junto con el coordinador, Gerson Olivares, así como Elvis Castellanos, coordinador en la Conap, planearon el operativo con el ejército, escondidos pechotierra entre la maleza y detrás de los árboles. Así se fueron acercando esa mañana cuando los talamontes todavía dormían; uno a uno los capturaron. Después, con una sierra destruyeron el producto extraído. 

Tres años después, los troncos permanecían ahí destrozados: “Esta es una troza que estaba en proceso de ser extraída del bosque, cuando detectamos a los taladores no les dio tiempo de prepararla”, dice Gerson con un gesto adusto y una mirada desconfiada.  “Nosotros lo que hicimos fue destruirla”, dice el coordinador. 

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Gerson Olivares, coordinador de Génesis, durante los patrullajes en la Selva Maya. Foto: Williams Castañeda y Marcos García

Abandono de guardaparques

Milton se prepara año con año para aserrar las maderas que le encarga su patrón, cuenta. Pero debe buscar nuevos puntos de la Selva Maya porque las maderas preciosas ya escasean. “El granadillo no lo vas a conseguir aquí nomás cerquita, se consigue lejísimos a kilómetros de aquí”, dice. 

Los talamontes como él prefieren que no haya lluvias a pesar de ser “una bendición” para los habitantes durante la sequía. “Si llueve no puedes ir a sacar madera, nadie puede entrar porque ninguna camioneta entra a menos que sea doble”, explica Milton respecto a los lodazales. 

El traficante de maderas expresa que en la selva se arriesgan a diario, ya sea para evitar que los manden a la cárcel o para que no mueran en el intento, como sus  compañeros que han sido aplastados por árboles. Él se muestra temerario: “Tú vas a sacar un árbol que valga la pena, no te importa arriesgarte. Venga lo que venga tú tienes que sacar porque te va a dejar buen dinero”. 

Al otro lado de la moneda con los guardaparques mexicanos patrullando la selva, ellos prefieren mantenerse cautelosos porque la ley no les permite portar armas, y pocas veces los acompaña la fuerza pública. Cuando escuchan un disparo al aire se repliegan para dar parte a las autoridades federales, que pocas veces llegan. 

Guardaparques de Génesis descansando después de dos semanas de patrullaje en la Selva Maya. Foto: Alejandro Melgoza

“La gente que viene acá ya viene decidida… ha tocado que sí hemos recibido muchas amenazas. A uno de nuestros compañeros le pusieron el machete en la cabeza y el pescuezo porque lo querían matar, porque antes ya habíamos hecho un aseguramiento de madera y dijeron que los estábamos perjudicando sus intereses”, señala Florentino, guardaparques de Calakmul.

En esa disputa por la Selva Maya, donde las autoridades ambientales están rebasadas, los guardaparques mexicanos confluyen en los mismos poblados que los traficantes, porque son oriundos de esas zonas. Esto los vuelve “vulnerables” ya que pueden ser amenazados o corrompidos, dice Asturias, mientras da un sorbo de ron en una fogata en medio de las risas de fondo de todo su equipo.

Asturias, de 63 años y conocido como Don Paco, se forjó a lo largo de más de tres décadas, en los que empezó como cazador furtivo. Su reivindicación vino años después gracias a su expareja, siguiendo un trecho como guardaparques. Él cree que en todos los países hay guardaparques comprometidos pero no apoyados. 

Frente a todo su equipo de guardaparques, con quienes comparte su pasión y enseñanzas, dijo algo sobre sobrevivir en algo que es importante pero que a pocos les importa: “Que nos ataquen nos da más fuerza para seguir luchando.No nos van a parar nunca. Estamos bien jodidos de plata pero seguimos luchando por el bien. ¿Cómo vamos a tolerar que estos sigan depredando los bosques?”. 

En los meses siguientes, los integrantes de Génesis enviaron a través de su chat reportes de patrullajes, de las novedades criminales, y de lo que escuchan en la frontera para avisar a sus colegas en México de que tomen precauciones. Don Paco es el más activo en el grupo: no deja ni un solo minuto el centro de mando en El Petén. Parece que su sueño se ve afectado por la idea de que los talamontes se adueñen de la Selva Maya. Sus mensajes y videos lo delatan.

Don Paco no tiene miedo, ni siquiera porque hace unos meses lo amenazaron de muerte, cuando unos cazadores furtivos le cerraron el paso en medio de la frontera, seguido de mensajes a su celular para atemorizarlo, y hombres siguiéndolo por las calles de su oficina. Él no sabe si será la última vez que eso pase, porque ha molestado a la mafia mexicana haciendo el trabajo con Génesis … pero lo que sí sabe, es que hasta donde le dé la vida seguirá patrullando y guardando aquellos secretos que la selva le ha regalado. Esos que algún día espera contar en las páginas de un libro. 

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