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Una religiosa rompió el recio protocolo vaticano para despedir a su amigo, al papa Francisco, a quien acercó a los grupos más vulnerables de Roma
La monja era amiga del papa Francisco, cuya vocación se centraba en los más vulnerables. Foto: N+
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En medio del rígido protocolo vaticano durante el traslado del féretro con el cuerpo del papa Francisco de Casa Santa Marta a la Basílica de San Pedro, ocurrió un evento inesperado.
Tras la liturgia celebrada una vez que el ataúd fue depositado en la basílica, vino el momento en el que cardenales y obispos rindieron una reverencia al cuerpo del pontífice.
En fila y bajo estrictas medidas, grupos de religiosos esperaban su turno para presentar sus respetos a Francisco, quien falleció el pasado 21 de abril a la edad de 88 años.
De pronto, una figura esbelta y pequeña, con una mochila verde a la espalda, rompió las normas. Se posó cerca del límite permitido y comenzó una oración. Ahí estuvo sin que nadie le llamara la atención y mucho menos la retirara.
Era Genevieve Jeanningros, una religiosa pequeña, pero con una vocación a prueba de todo por los más desfavorecidos. Era amiga de Francisco y por mucho tiempo quien le acercó al papa a los vulnerables de Roma.
Tiene 81 años y pertenece a la orden de las Hermanitas de Jesús. Buscó hacerse invisible y se acercó discretamente para rezar y llorar en silencio no al líder religioso, sino a su amigo.
Por su vocación, Francisco la llamaba la enfant terrible, una religiosa que desde hace 56 años asiste a transexuales y feriantes de Ostia, en la costa de la región del Lazio.
Genevieve comenzó a llevar a las audiencias generales de los miércoles a grupos de personas homosexuales y transexuales, muchas de ellas dedicadas a la prostitución en las afueras de Roma.
Este miércoles, Genevieve volvió a reunirse con su amigo, aunque en esta ocasión será la última vez.
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Con información de EFE
ICM