Chiapas, la Violencia que Amenaza con Desbordarse
Dos cárteles están en guerra en la frontera sur de México. Se disputan zonas que serán cada vez más relevantes para negocios lícitos e ilícitos
Andrea Vega | N+
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El sábado 23 de septiembre, decenas de hombres y mujeres fueron obligados a colocarse en dos filas en la orilla de la carretera de la comunidad de Chamic, una de las puertas de entrada a la zona de frontera entre México y Guatemala. ¡Puro Sinaloa!, gritaban algunos en alusión al Cartel de Sinaloa, mientras iban desfilando camionetas adaptadas como tanquetas de guerra. A bordo hombres con uniforme tipo militar llevaban metralletas y otras armas. Fue un mensaje de guerra dirigido al Cártel Jalisco Nueva Generación.
El 30 de septiembre, cinco encuestadores de Morena -tres hombres y dos mujeres- fueron sacados, del hotel en el que se hospedaban -en el municipio de Juárez, en la zona norte de Chiapas, colindante con Tabasco-, por presuntos integrantes de uno de los cárteles de la droga.
Horas después del secuestro, las mujeres fueron liberadas y aparecieron en un mercado; el cuerpo de dos de los hombres, Chistian Landa Sánchez y José Luis Jiménez, asesinados y con signos de tortura, fueron localizados en la carretera que comunica al municipio de Huimanguillo, en Tabasco. Adrián Cid Pérez, quien era el coordinador del grupo de encuestadores, continúa desaparecido.
Son apenas dos de los sucesos que se han hecho públicos de la situación de violencia que se vive en Chiapas. Pero lo cierto es que el terror se está imponiendo en el estado. Los enfrentamientos entre los dos cárteles que quieren dominar el territorio está generando un gran impacto en la población.
Carla Zamora, especialista en dinámicas socioterritoriales desde la violencia y académica del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), señala que la población está atrapada en una guerra entre cárteles y grupos de poder de la que no se sabe cuál es el saldo.
“No se sabe cuál es el impacto real de todo esto, de los enfrentamiento no se conoce el número de personas que pierden la vida, tampoco se tiene un número real de desaparecidos, lo que se reporta en las cifras oficiales es apenas una parte de la realidad, incluso han aparecido algunas fosas clandestinas cerca de Comitán y de eso no se habla”, dice Zamora.
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La académica e investigadora señala que hay un problema fuerte de reclutamiento forzado de hombres jóvenes, para engrosar la filas de los cárteles y participar a fuerza en su guerra por el territorio.
También señala que los bloqueos de carreteras y vías de acceso no cesa ni aún con la presencia del Ejército y la Guardia Nacional, que llegó a la zona de la frontera entre Chiapas y Guatemala dos días después del desfile del grupo del crimen organizado.
Siguen los bloqueos, por ejemplo, en La Trinitaria, son intermitentes con todo y la Guardia Nacional y que a un lado está el centro de aduanas, que es federal y está bastante vigilado. En Motozintla prácticamente hay toque de queda, igual que en Frontera Comalapa, después de las 3 de la tarde ya no se puede andar en la calle.
El mercado de Comalapa está prácticamente desierto, dice. “Hay un desabasto muy grande de alimentos, a veces liberan el paso unos días para que entren algunas mercancías, ahorita está abierto, pero es incierto cuando lo van a volver a cerrar y la gente está haciendo solo dos comidas al día”.
Y es que como consecuencia de los bloqueos no solo han escasez sino que el precio de los alimentos se ha disparado. “Un solo huevo puede llegar a costar hasta 10 pesos, no el kilo, uno, y esto no solo en la Comalapa, también en la zona de la Sierra, así que la gente está sobreviviendo con muy poco”.
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Hay otro impacto en la población de toda esta guerra: se les está forzando a entrar en actividades para abastecer a los grupos del crimen organizado. “Estos camiones blindados que se vieron desfilando son de fabricación chiapaneca, de gente que ha sido coercionada para especializarse en esto, lo mismo que en la fabricación de armas”.
Zamora señala que la población civil está atrapada en esta guerra, viviendo hambre, amenazas, desapariciones, asesinatos. “La gente está viviendo en el terror en esta zona”.
¿A qué se debe tanta violencia?
Analistas consultados por N+ explican que esto se debe a una guerra entre el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, ambos están buscando tener control de la frontera sur de México y otras zonas estratégicas.
“Lo que quieren estos grupos es tener presencia en diversos municipios que están circundando la frontera con Guatemala y que al mismo tiempo les permiten conectar con Tabasco y con Veracruz. Esos municipios son relevantes para el trasiego de drogas, principalmente, pero también de armas y de migrantes, además esa zona es importante porque conecta con otras entidades del país hacia la frontera norte”, explica Armando Rodríguez, especialista en temas de seguridad.
Chiapas había vivido una relativa calma en materia delictiva, aunque con alta efervescencia social, porque había solo un grupo del crimen organizado, que trabajaba en alianza con organizaciones locales, pero hace unos cuatro años llegó el Cártel Jalisco y se apoderó de algunos territorios, con la intención de cortar las rutas de trasiego que tenía el Cártel de Sinaloa.
“El Cártel Jalisco se ha querido aprovechar también de esa posición estratégica de Chiapas de conectar Centroamérica con el resto del país”, dice David Saucedo, analista de seguridad.
Lo que sucede ahora es que el Cártel de Sinaloa está tratando de recuperar esos territorios. Para evitar perder está zona, el Cártel Jalisco generó un esquema de narco bloqueos, que asfixiaron varios municipios y varias ciudades. Se interrumpió la entrega de víveres, de medicinas y la movilidad de las personas.
“Por eso es que el Cártel de Sinaloa mandó un contingente de sicarios que iban en vehículos con armas de alto poder desfilando, en una secuencia paramilitar, en algunas comunidades de Chiapas”, explica Saucedo. A los dos días de ese extraño desfile, llegó el ejército y tomó la zona.
Los reacomodos para el futuro
Al tratar de fortalecer su presencia en la zona, estos dos grandes cárteles no solo están pensando en la disputa presente por las rutas de trasiego de droga, armas y personas, también están mirando a mediano y largo plazo.
El deseo de tener el control de territorio en Chiapas está vinculado también a toda la zona de proyectos que está llevando a cabo el gobierno federal, como el Tren Transístmico, un proyecto que promete posicionar a México como uno de los territorios clave para el comercio en el continente americano. Esta mega obra pretende conectar las costas del Pacífico y el Golfo de México, la idea es que usando trenes se puedan agilizar y transportar mercancías de una región a otra.
Esto resulta de gran relevancia para los grupos de crimen organizado porque además de que es una ruta, la de Tehuantepec, que siempre se ha utilizado para pasar droga de Pacífico a Golfo y viceversa, ahora además habrá un gran desarrollo industrial y de comunicaciones, “lo que va a generar incentivos para desarrollar otras actividades criminales en torno a este gran proyecto -dice Armando Rodríguez- entonces tener control sobre el territorio en Chiapas cercano al Transístmico empieza a tener ya una relevancia de cara a los siguientes cinco o diez años”.
Otro factor importante que ha recrudecido la guerra en Chiapas es que en la producción de fentanilo están tomando mayor relevancia Colombia y Ecuador, a donde se están trasladando (desde Asia) muchos narcolaboratorios.
Así que lo que se está haciendo es utilizar las viejas rutas de tráfico de cocaína para traficar el fentanilo, eso hace que deban pasar por todo el Pacífico o bien por Centroamérica para llegar a Chiapas, en su frontera terrestre, marítima o aérea (y después hasta Estados Unidos, donde está el gran mercado de consumo de drogas), por eso también está cobrando mayor importancia la frontera con Guatemala.
Carla Zamora dice que otra razón para que se esté exacerbando esta violencia es que vienen elecciones. “De nuevo hay como un ajuste de poderes, que se están como acomodando, haciendo nuevos pactos, distribuyéndose el territorio”.
La violencia que viene
Chiapas es un polvorín, por los conflictos sociales, políticos, étnicos y territoriales que vive. “Estas diferencias van a empezar a ser utilizadas por los grupos criminales para ganar territorio, van a buscar alianzas con las comunidades ofreciendo su apoyo en la resolución de conflictos, así que en los próximos meses va a desatarse una mayor violencia, porque además de aprovechar las divergencias, el crimen organizado va a llevar armas de alto poder, lanzagranadas, cohetes y van a armar más a los grupos paramilitares que desde hace tiempo están operando en el estado”, dice Rodríguez.
No hay que olvidar además que estos grupos paramilitares sirven a intereses políticos, pero ahora van a empezar a servir a intereses criminales, y a la colusión entre intereses criminales y políticos.
“Lo que vimos apenas en estos días en Altamirano (donde al menos 43 viviendas fueron quemadas y 18 pobladores retenidos por presuntos seguidores del ex alcalde Roberto Pinto Kánter) empieza ya a responder también a esta esta lógica de violencia, porque en principio no parece que tenga que ver con una disputa entre Jalisco y Sinaloa, pero lo que sí es cierto, es que los grupos políticos están buscando retomar el control de ese lugar y de los municipios aledaños y van a empezar cada vez más a apoyarse en estos grupos criminales”, sostiene Rodríguez.
El problema en la violencia presente y futura, dice Carla Zamora, es que hay un vacío de Estado muy grande en Chiapas. “Hay presencia, por ejemplo, de elementos de la Guardia Nacional o el Ejército, pero son acciones más bien contenciosas, llegan posterior a que pasan los hechos más álgidos de violencia para distender un poco en las zonas, después se retiran y de nuevo hay otro episodio y los ciclos de violencia continúan”.
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