¿Qué tan Importante es la Relación Económica entre Estados Unidos y México?
La relación económica entre México y Estados Unidos es de vital importancia, especialmente tras la llegada del TLC en 1994. Estos son los detalles
Elisa de Gortari | N+
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Actualmente, México, Estados Unidos y Canadá conforman una sociedad económica que ha cambiado el rostro a los tres países. No obstante, la relación comercial entre nuestro país y el resto de Norteamérica ha variado ampliamente a lo largo de las décadas. Te explicamos a continuación cuál es la importancia de Estados Unidos para la economía de México y viceversa.
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La economía de México antes del TLC
Los vínculos de comercio entre México y Estados Unidos han tenido muchas facetas a lo largo de la historia. Pero en la época moderna hay un momento que divide en dos la relación económica de ambos países: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC o TLCAN), firmado en 1992.
En sexenios anteriores, México había transitado por una política conocida como sustitución de importaciones que impuso medidas restrictivas a la inversión extranjera y la importación. En los años 60, la economía mexicana había pasado por el desarrollo estabilizador, una etapa de industrialización que permitió un crecimiento anual promedio de 7.1%, según recupera la Historia mínima de la economía mexicana (Colegio de México).
Sin embargo, la economía mexicana estaba inclinándose hacia el proteccionismo. Muchos empresarios presionaron durante esta década al gobierno para imponer aranceles, así como barreras a la entrada de inversión extranjera. Por entonces se creía que estas medidas permitirían el florecimiento del mercado interno.
En cambio, lo que ocurrió fue que muchas empresas se volvieron ineficientes ante la falta de competencia y algunas eran adquiridas por el gobierno cuando dejaban de ser rentables para sus dueños.
Mientras la industria se desaceleraba por limitarse al mercado interno, la deuda pública con el exterior se duplicó durante el sexenio de Luis Echeverría. La incertidumbre cambió en 1978, con los grandes yacimientos de petróleo descubiertos en el sureste mexicano. En medio de la súbita bonanza por las exportaciones de petróleo, José López Portillo declaró triunfante: "Vamos a administrar la abundancia".
En los hechos ocurrió lo opuesto. En mayo de 1981 comenzó a caer el precio del petróleo y en 1982 se destapó la crisis de la deuda externa. Meses después se nacionalizó la banca. Este marasmo contrajo notablemente el producto interno bruto del país y estancó la economía por el resto de la década.
En palabras de Gabriel Zaid, en La economía presidencial (Debolsillo), los presidentes de este periodo “tomaron el control personal de la economía mexicana para acelerar su desarrollo, y la descarrilaron”.
La situación comenzó a revertirse parcialmente en 1989, cuando el gobierno entrante de Carlos Salinas redujo la deuda y bajó las tasas de interés, lo que reactivó las inversiones. En aquel año, México volvió a crecer por encima del aumento de la población.
Al año siguiente hubo dos anuncios que cambiaron radicalmente la política económica del país: se privatizó la banca nuevamente y se anunció la negociación de un tratado de libre comercio con los demás países de Norteamérica.
El difícil proceso para firmar el TLC
Durante los años noventa, México se sumó a un proceso internacional de liberalización. Tras la caída de la URSS, Estados Unidos promocionó una nueva política económica caracterizada por la reducción de subsidios, la liberalización del mercado y la reducción del estado.
En este proceso, el gobierno de México privatizó múltiples empresas estatales, desde balnearios hasta la compañía responsable de la telefonía: Teléfonos de México.
Paralelamente, el país firmó varios tratados de libre comercio con Venezuela, Costa Rica, Colombia y Chile. Todos estos tratados tenían el fin de abrir nuestra economía y de impulsar el crecimiento por medio de las exportaciones.
Por supuesto, la corona de este proceso fue la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que entró en vigor el 1 de enero de 1994. No obstante, el TLC quedó opacado aquel año por tres sucesos que borraron el optimismo creciente por la economía mexicana: la aparición del zapatismo, el asesinato de Luis Donaldo Colosio y el llamado “error de diciembre”.
Como señala Enrique Cárdenas en la Historia mínima de la economía mexicana, el mismo proceso de liberalización que despertó a la economía nacional tuvo fallas que explotaron con el gobierno entrante de Ernesto Zedillo: “Baja capitalización, cartera vencida subestimada y exceso de crédito era una buena receta para el desastre”.
Ante la caída en las reservas y el incremento de la deuda a corto plazo en dólares, el gobierno se quedó sin divisas y esto provocó una fuga masiva de capitales el 21 de diciembre de 1994. México entró en una crisis económica que resultaría breve, pero muy profunda.
La importancia del TLC para México y Estados Unidos
Pasada la crisis de 1994, México entró en una dinámica económica muy distinta con el resto de Norteamérica. Para el año 2000, las exportaciones ya habían crecido un 172%.
En este proceso, México consolidó su relación económica con Estados Unidos. Los anaqueles en los supermercados estadounidenses comenzaron a llenarse con productos elaborados en nuestro país. Para no pocos analistas, el ejemplo paradigmático es el aguacate, que provocó un genuino cambio cultural en Estados Unidos.
Antes del TLC, esta fruta era prácticamente desconocida en Estados Unidos. Con los años, los estadounidenses adquirieron un gran gusto por el aguacate, al grado de convertirse en un alimento indispensable en sus casas. Cada año, millones de televidentes se congregan para ver el Super Bowl y tienen como platillo favorito el guacamole.
México pasó de tener una fruta desconocida en el resto de Norteamérica a tener exportaciones hacia Estados Unidos por un millón 134 mil toneladas en 2020, según datos del gobierno federal. Dichas exportaciones tuvieron un valor de 2 mil 579 millones de dólares.
Este ejemplo se repite en múltiples industrias: automóviles, computadoras, refacciones, televisiones, muebles, berries, cervezas, jitomates. El mercado estadounidense está lleno de productos que son producidos, cosechados o ensamblados en México. Según datos del banco Santander, en 2022 Estados Unidos representó el 78.1% de nuestras exportaciones, lo que convierte al vecino del norte en nuestro principal socio comercial.
Los dos principales destinos de las exportaciones mexicanas son muy pequeños en comparación: Canadá, con el 2.7% de las exportaciones mexicanas, y China, con el 1.9%. Del otro lado de la frontera, la situación es semejante: México es el principal socio comercial de Estados Unidos, por encima de Canadá y China.
Según datos del gobierno federal, solamente en enero del 2024 hubo un intercambio comercial por 67 mil millones de dólares. Estados Unidos exporta a México petróleo refinado, tecnología y alimentos.
Los anaqueles en las tiendas mexicanas también han cambiado radicalmente en los últimos treinta años y los mexicanos hoy tienen acceso a una miríada de productos que habría sido imposible de concebir a principios de los años noventa, desde consolas de videojuegos hasta marcas de ropa. Entre ambos países se ha formado una relación estrecha que solo se fortaleció tras la firma del TMEC, tratado que representó una renegociación del TLC.
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