París, en esta ocasión, es la sede de los conocedores y coleccionistas que buscan pines, insignias o cualquier otro artículo para agrandar su colección, ya que para ellos representa mucho.
Los vendedores y comerciantes utilizan sus mejores tácticas para convencer a deportistas, entrenadores, voluntarios y hasta periodistas de todo el mundo para intercambiar estas pequeñas joyas.
Tradición desde 1896
Los intercambios son considerados parte de la fiebre olímpica: se refieren a ello sarcásticamente como “el verdadero deporte de los juegos”.
La tradición del intercambio de pines surgió en el año de 1896, en Atenas, donde los atletas, entrenadores y periodistas llevaban pequeñas insignias de cartón para identificarse
Un siglo después, las insignias se han extendido y evolucionado hasta convertirse en pines extremadamente detallados y personalizados para los países participantes y marcas, como lo explica el coleccionista Douglas Todd:
Sí, empecé en 1984. Era voluntario médico. Trabajé en la villa de la UCLA. Teníamos un carrito de golf médico y llevábamos a los atletas a la colina, y ellos me daban los pines y yo los ponía en mi uniforme. Después de que algunas personas me preguntaran si quería intercambiarlos, comencé a intercambiar los pines. Al final de los Juegos Olímpicos, me enganché. Lo he estado haciendo desde entonces
Una voluntaria inclusó manifestó que “voy a comprar una bonita caja para guardarlos, para protegerlos del calor, de la temperatura, de la humedad, del aire. Así que los protegeré como a mi bebé”.
La inclusión llegó al intercambio
El atractivo del intercambio de los pines reside en su accesibilidad e inclusión. Los comerciantes pueden reconocer a otros desde lejos, estos ayudan a derribar muros de diferentes idiomas y nacionalidades.
Cada pin tiene una historia y a través del intercambio las personas comparten parte de su propia experiencia personal en cada temporada de juegos.
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Con información de Pamela Ñeco
KAH | ICM