Renato Cisneros Recrea un Dilema Moral de la Segunda Guerra Mundial en Nueva Novela

El autor peruano presentó en México la novela ‘El mundo que vimos arder’, donde recrea un episodio real de la Segunda Guerra Mundial que vivió un soldado peruano

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Elisa de Gortari | N+

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Renato Cisneros en el Hay Festival de Arequipa, Perú

Renato Cisneros presenta ‘El mundo que vimos arder’. Foto: Instagram @recisneros @hayfestival_esp

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Un muchacho peruano viaja a Estados Unidos con la intención de comerse un mundo que apenas conoce. Ni siquiera imagina que al mismo tiempo que se traslada en barco se gesta el conflicto bélico más grande de la historia, la Segunda Guerra Mundial, y que él tendrá un papel como soldado. Tal es el argumento de El mundo que vimos arder, nueva novela de Renato Cisneros.

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Un joven peruano perdido en la Segunda Guerra Mundial

Editada por Alfaguara, El mundo que vimos arder cuenta la historia verídica de Matías Giurato Roeder, un joven peruano que se enroló en el ejército estadounidense y que participó en la Operación Gomorra, donde se bombardeó la ciudad de Hamburgo. En sintonía con otros autores latinoamericanos, como Álvaro Enrigue y Gabriela Cabezón Cámara, Renato Cisneros propone en este libro la recreación de un hecho verídico, pero sin hacer una novela histórica. Al respecto explica:

No quería escribir una novela histórica, no por prejuicio de género, sino por porque lo que me interesaba de la historia era algo muy concreto, ese bombardeo a Hamburgo, y sobre todo para contarlo desde los ojos de una persona. No tanto para narrar la experiencia colectiva, que tal vez sí sería la ambición de un historiador, sino para contar la experiencia colectiva a través de los ojos del abuelo del personaje: este peruano que sí existió, que fue real, que nació en Trujillo, que tuvo una madre alemana, una inmigrante, y que terminó arrojando bombas en la Segunda Guerra Mundial; y que vivió la mayor encrucijada moral de su vida cuando le dijeron tienes que bombardear la ciudad de tu madre. 

Cisneros escuchó la historia de aquel joven peruano en el bombardeo de Hamburgo durante una reunión. Aunque la historia del soldado Matías es verídica, Renato Cisneros señala que tuvo que acudir a la ficción para tomar las riendas de la trama:

No había tanta información sobre ese personaje, entonces cuando ya luego quise volver a conversar con la persona que me lo había contado por primera vez, tampoco ella sabía más de lo que me había contado. Hice un par de investigaciones, pero no había información, entonces dije: tengo la línea de lo que sucedió, que me parece lo potente, y está encrucijada moral, que me parece interesantísima. Con eso empiezo y voy a ver cómo hago para recrear todo.

Portada de ‘El mundo que vimos arder’ de Renato Cisneros. Foto: Penguin Random House | Alfaguara

El reto de escribir sobre la Segunda Guerra Mundial

Uno de los mayores logros de El mundo que vimos arder fue el de conseguir una novela fresca sobre un tema tan subrayado como la Segunda Guerra Mundial. No obstante, Renato Cisneros menciona como igualmente arduo el reto de entender lo que sentían aquellos que vivieron bajo el régimen nazi:

Solamente sumergiéndose en la historia de los alemanes que vivieron esos bombardeos, uno entiende que hubo miles de alemanes que también estaban en contra del Tercer Reich, que también intentaron hasta donde pudieron oponerse al avance de los nazis y que encontraron en esos bombardeos, en esa humillación absoluta, la única posibilidad de ser liberados. Sabían que sus ciudades tenían que ser destruidas, sabían que sus familias probablemente tenían que ser aniquiladas y que ellos mismos muy posiblemente perderían la vida.

Sobre estos alemanes víctimas de la guerra y del nazismo añade:

Muchos de ellos fueron víctimas, incluso soldados que no tenían ninguna instrucción militar, que de pronto eran reclutados. Tenían que dejar sus trabajos como agricultores, carpinteros, panaderos, para ponerse un uniforme, coger un arma y recibir instrucciones tan horrendas como la siguiente: matar judíos, pero, para ahorrar material bélico, preocuparse de que las madres apretaran a sus hijos muy fuerte contra el pecho, para con un solo proyectil matar a los dos.

Escribir sobre Perú fuera de Perú

En uno de los momentos de mayor lucidez de El mundo que vimos arder, un taxista y un periodista se hacen una pregunta muy semejante a la que ocurre al principio de Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa: “¿En qué momento se jodió el Perú?” Como en muchos otros países latinoamericanos, los autores peruanos tienen una larga tradición de preguntarse por los conflictos que moldearon a su país:

Es una pregunta tan famosa como engañosa. Estoy seguro que Vargas Llosa sabe que el Perú no se jodió de un momento a otro, sino que muy posiblemente nació jodido, nació herido, pero es una pregunta retórica interesante porque te obliga a pensar a partir de qué momento se se arruinó todo. Creo que mis personajes van desarrollando juntos una mirada sobre el país, a pesar de sus distintas experiencias.

Un rasgo singular de El mundo que vimos arder es que estas disquisiciones sobre Perú son elaboradas siempre por migrantes que siguen el devenir de su país desde la distancia.

Me parecía importante intentar decir en la novela que todo migrante tiene no solamente la posibilidad, sino todo el derecho de ejercer una mirada sobre su país y que quizás es una mirada más enriquecida y con más ganancia. Gracias a la perspectiva evidentemente pierdes contacto con lo local, con todo el color de la realidad del día a día, pero pero puedes apreciar otras cosas que viviendo en tu país no veías.

De hecho, en esta novela todos los los personajes son, en mayor o menor medida, migrantes, y ese desarraigo marca su mirada sobre todos los conflictos del libro. En una de las escenas más emotivas de El mundo que vimos arder, los soldados enrolados en el ejército estadounidense descubren que casi todos ellos son migrantes y que las nacionalidades son etiquetas difusas. Sobre la condición migrante de sus personajes, Renato Cisneros declara:

Eso fue muy deliberado. Hasta los personajes más minúsculos tienen una pequeña carga o una gran carga migrante a sus espaldas; y si no ellos, sí alguien entre sus antepasados. Me interesa mucho provocar en el lector la pregunta ‘de dónde vengo, cuáles son exactamente mis raíces’, porque uno piensa muchas veces que el árbol genealógico arranca con uno o solamente la generación anterior. Pero, si empiezas a indagar, más temprano que tarde aparecen historias de desplazamientos en la familia de uno y creo que ese conocimiento es importantísimo, porque nos blinda del prejuicio.

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