Rafael Lemus Traza el Mapa Imaginario de la Literatura Mexicana en ‘Atlas de (Otro) México’

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Elisa de Gortari | N+

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El crítico Rafael Lemus habló con N+ sobre ‘Atlas de (otro) México’, un ensayo donde examina las formas en que la literatura mexicana ha retratado el país a través de sitios imaginarios

Entrevista con Rafael Lemus por su libro ‘Atlas de (otro) México’

Entrevista con Rafael Lemus por su libro ‘Atlas de (otro) México’. Foto: INBAL

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Rafael Lemus ha publicado el libro de ensayo Atlas de (otro) México (Debate, 2025), donde examina los escenarios imaginarios de la literatura escrita desde México. En Atlas de (otro) México se analiza algunos sitios emblemáticos y ficticios de la literatura hecha en México, como La Matosa de Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor, o el Santa Teresa de Roberto Bolaño en 2666, incluso dedica un capítulo al Cuauhnáhuac de Bajo el Volcán. 

N+ conversó con el crítico sobre esta cartografía de la narrativa mexicana que recorre sitios como el Comala de Juan Rulfo o el Cuévano de Jorge Ibargüengoitia. 

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Pregunta: ¿Cómo nació la idea de examinar los sitios que han imaginado los escritores mexicanos?

Respuesta: Estaba buscando otra manera de entrar, de perderme en la literatura mexicana y entonces elegí una perspectiva distinta a la que había empleado para pensarla, que sería esta perspectiva espacial. Me puse a pensar los espacios de la literatura mexicana y en particular los espacios imaginarios inventados en la narrativa.

El libro reúne algunas obras clásicas y otras bastante ocultas, casi olvidadas.

Desde luego cuando empecé a planear el libro sabía que tenían que estar Comala, Ixtepec, Santa Teresa, pero unos libros me fueron llevando a otros y fue así como descubrí al menos dos espacios que yo no conocía, que son La Nueva Filadelfia fundada en El monedero [de Nicolás Pizarro] y Villa Utopía creada en Eugenia [de Eduardo Urzaiz Rodríguez].

Leyendo a Ignacio Manuel Altamirano, y leyendo ensayos sobre Altamirano, descubrí que Navidad en las montañas, otro de los clásicos de nuestra literatura mexicana, le robó mucho a otro libro que se llamaba El monedero, así que fui a El monedero y ahí descubrí esta gran novela, que no solo es una gran novela, sino que es una suerte de ensayo político en la que su autor, Nicolás Pizarro, está imaginando una alternativa socialista para México en esos momentos.

Pregunta: A lo largo de Atlas de (otro) México hay una muy clara consciencia de izquierda, desde tu abordaje del socialismo en El monedero hasta tu lectura sobre la desilusión que emana 2666. Para no pocos lectores resultó llamativo que comenzaras a hacer crítica y ensayo desde esa esquina política, como en Breve historia de nuestro neoliberalismo (Debate, 2021), después de los años que estuviste en Letras Libres, una revista de corte liberal¿Cómo fue ese paso a la izquierda?

Respuesta: Crecí siendo de izquierda. Tan crecí siendo de izquierda que a los dieciséis, diecisiete años, animado por el Zapatismo, me fui a algunas comunidades en Chiapas y luego tuve un descalabro liberal.

Fue en Letras Libres donde me quedaron más claros los límites y contradicciones del liberalismo mexicano, tan cercano a la derecha mexicana. Me desencanté por completo de sus principios ideológicos. Me fui a Nueva York a estudiar un doctorado y supongo que ahí me volví a acercar a ciertas ideas y a ciertos teóricos de izquierda.

Portada de Atlas de (otro) México de Rafael Lemus. Foto: Debate

Rafael Lemus: “he perdido el contacto con la novedad”

Pregunta: Por varios años fuiste responsable de varios de los textos más comentados y debatidos de Letras Libres. ¿Cómo te llevas con las reseñas que escribiste por aquel entonces?

Respuesta: Me llevo bien. Lo que he perdido es el entusiasmo por la reseña. He perdido el entusiasmo por comentar la novedad, por participar de la discusión coyuntural mexicana, quizás por la distancia espacial que tomé, desde Estados Unidos, donde vivo hace ya dieciséis años.

Al final del día he perdido algo de contacto con la novedad, la minucia mexicana y creo que he ganado también cierta perspectiva, no solo espacial, no solo un zoom out, sino también temporal. Al atender un poco menos las novedades, he podido prestarle más atención a otras escrituras. Al dejar un poco de lado el presente, he tenido oportunidad de ver procesos de más larga duración

Pregunta: ¿Esa perspectiva era incompatible con la reseña?

Respuesta: No era incompatible, pero la crítica literaria es compleja y rica y plural y una de las formas en las que se expones a través de la reseña. La crítica literaria, además del comentario de los libros, puede practicar la parodia, la glosa, la narración, la cartografía; hay muchas operaciones críticas que intento practicar en este libro y que quizá no caben en una reseña.

“La crítica literaria es una post-escritura”

Pregunta: Es llamativo que comentes tu desilusión de la reseña, pues es acaso el género crítico que más ha retrocedido en los últimos años.

Respuesta: Yo quisiera que hubiera más reseñistas, que hubiera mejores reseñas, pero no sé si soy yo el que debería seguirlas practicando. Por otro lado, también uno se aburre de comentar el presente literario mexicano. Uno tiene que estar leyendo y releyendo una y otra vez a los mismos autores. ¿Cuántos libros de un autor va uno a reseñar en su vida? Quizá con uno o con un par basta.

Pregunta: Yo llegué a creer que tus reseñas eran muy duras con frecuencia. Pero ahora no creo que eso sea reprochable, sobre todo en este momento en el que gran parte de las reseñas vienen de TikTok, pero tienen más en común con la mercadotecnia que con la crítica.

Respuesta: Están muy bien los comentarios de libros y es muy válido y todas las opiniones son válidas, pero la crítica literaria es una escritura. La crítica literaria es una escritura que sigue a otra escritura, es una post-escritura. La buena crítica literaria levanta textos tan buenos o mejores que el texto original que la produjo.

Lo que está ocurriendo en las redes sociales es una forma de comentario cultural, puede ser interesante, pero yo no lo pienso como crítica literaria

Rafael Lemus examina el México en los libros de Roberto Bolaño y Fernanda Melchor
Rafael Lemus examina el México en los libros de Roberto Bolaño y Fernanda Melchor. Foto: Penguin Random House

Pregunta: Hace muchos años escribiste que uno de los mayores problemas de la literatura mexicana es que estaba obsesionada con la realidad y que en otras literaturas, como la argentina, la realidad no era a priori un problema. Escribiste aquello en un momento específico de la literatura del narco, pero en Atlas de (otro) México pareces revisar por completo esa afirmación.

Respuesta: Sí, quizás antes tenía un desdén hacia el realismo literario, hacia la mimesis literaria y luego me di cuenta que no es el realismo lo que me molesta, si no, digamos, el realismo no problematizado: aquellos autores que no problematizan sus recursos y piensan que la novela es perfecta, sencillamente, para reflejar o representar la realidad. Pero desde luego tenemos grandes autores realistas.

Por otro lado, este libro sería un desmentido de esa afirmación de que la literatura mexicana es casi exclusivamente costumbrista y carece de fantasía. Se puede ver en este libro que uno de los recursos más usados, quizás, de la narrativa mexicana, ha sido la creación de estos espacios ficticios, de estos espacios apócrifos para pensar desde allí mejor la realidad mexicana.

“Muchos autores no suponen que la escritura viene después de mucha lectura”

Pregunta: ¿Qué fenómenos de hoy en la literatura mexicana crees que se recuerden en unos años? Más allá de los nombres o los títulos concretos, ¿cómo imaginas que se piense la literatura de hoy en treinta años?

Respuesta: A mí una de las cosas que me sorprende es que muchos de los escritores y escritores más jóvenes parecen entender la escritura solo como una parte, y a veces ni siquiera como la parte más importante, de su trabajo cultural. Parecen concebirse a sí mismos o a sí mismas sobre todo como creadores de contenido y parte del contenido que producen es el cuento, el poema, la novela, pero están produciendo al mismo tiempo otras muchas cosas que para ellas o ellos parecen tener el mismo valor, que serían las redes sociales, cosas audiovisuales o la producción de sí mismos como figuras públicas.

Parece que la figura del autor ha tenido que interiorizar distintos oficios. Uno de ellos es el del creador de contenidos y otro es el marketero de sí mismo. Y ahí estamos todos, unos menos, otros más, en el autobombo permanente.

Me sorprendía hace algunos años que hubiera autores mexicanos, narradores mexicanos, que no sentían la obligación de conocer el archivo literario mexicano y hoy me sorprende que haya autores, narradores, que no se sienten obligados a conocer archivo literario alguno. No suponen que la escritura viene después de mucha lectura

Otro de los fenómenos que llevan ya un tiempo sería la pérdida de potencia del ensayo. De unos años para acá el ensayo se entiende como otra extensión del yo, como un subgénero de la autoficción. Y me parece que eso empobrece lo que el ensayo es. El ensayo puede ser un campo de batalla en el que se disputan ideas, se critica la realidad, se juega con otros textos, se revisa la cultura.

Para mí el ensayo es también un espacio de discusión política, cultural, y no solo una extensión del yo.

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