¿Por qué mataron a Colosio? Las teorías de conspiración alrededor del magnicidio que sacudió a México
Colosio fue asesinado en Lomas Taurinas Tijuana, pero ¿quién estuvo detrás de este famoso magnicidio? ¿Qué teorías de conspiración han alimentado este mito?
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Todos recordamos la escena, porque la hemos visto cientos de veces: el video del asesinato de Colosio se ha repetido al infinito, como búsqueda neurótica de una respuesta que ahí no existe. Suena La Culebra en el fondo y vemos a una multitud moviéndose por olas; olas que chocan una y otra vez contra el pequeño grupo de personas que custodian al candidato a la presidencia por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Luis Donaldo Colosio. El candidato camina, tratando de recorrer los apenas 60 metros que los separan de su camioneta Blazer. Le gusta estar entre la multitud y que su equipo de seguridad no lo limite. En el video escuchamos las voces de los que graban y en la esquina inferior una hora que no es… pasan las cinco de la tarde. Suena La Culebra en el fondo y aparece una pistola a la derecha. Es una mano decidida que jala rápidamente el gatillo, la cabeza del candidato se pandea por el impacto, suena otra detonación de bala. Las voces detrás de la cámara gritan un improperio, sorprendidas, y el aparato se agita por unos segundos; la multitud se dispersa, confundida, y vemos que los cuerpos de seguridad cargan inseguros el cuerpo del candidato. Nadie sabía qué estaba pasando. La Culebra sonó al final de ese mitin en Lomas Taurinas. Entonces, nadie sabía lo que estaba pasando; ahora, nadie sabe lo que pasó. Era 23 de marzo y, por segunda ocasión en la historia de México, un presidente había sido asesinado. Como ocurrió 66 años antes, la teoría que termina prevaleciendo, sobre el asesinato, es la del asesino solitario. A Obregón no lo mató la conspiración de Calles para mantener el poder, sino León Toral, un fanático religioso. A Colosio no lo mató una conjura del presidente Salinas, ni Manuel Camacho, su rival político, ni una conspiración del narcotráfico, sino un asesino solitario de difusas ideas sobre pacifismo. El expediente del asesinato de Colosio se cerró hace casi 20 años. La versión oficial está dada: los jueces, después de muchas desavenencias y cuatro investigadores oficiales de la Procuraduría General de la República, tomaron su decisión. Mario Aburto está purgando, ahora mismo, una condena de 45 años de cárcel. Pese a esto, todavía muchos se preguntan ¿quién mató a Colosio y por qué?
Llegó el momento de revisar el caso
Encuestas aseguraban que, en los albores del magnicidio, más del 80% de los mexicanos rechazaba la teoría del asesino solitario. Y las cifras no han cambiado mucho… Nadie podía creer que un solo hombre, armado de un pensamiento torpe, escrito al aventón, en un cuaderno escolar con espiral, podía causar tanta conmoción y cambiar la historia del país. En México, creemos profundamente en el poder de los que nos gobiernan… y también en su perversidad. 72 años de un mismo partido encumbrado pueden hacerle eso a una opinión pública. Pero, ¿sabremos algún día la verdad? ¿Algún día nos dirán una versión clara y nítida que nos convenza a todos? Entre tantas representaciones difusas, a falta completa de certezas, con tanto tiempo, tantas imágenes repetidas, tanta falsificación de pruebas y torpeza mediática, reina la interpretación. Y, como en una novela policiaca que no termina, cada lector puede seguir creyendo que su teoría es válida. ¿Cuáles teorías siguen vigentes en nuestros recuerdos? ¿En qué pensamos cuando pensamos en la muerte de Colosio? plantea que una hipótesis probable: a Colosio lo mató una alianza del narcotráfico con el poder. El crimen organizado, tal vez, motivó el asesinato por la desconfianza que tenían hacia Colosio: este candidato del PRI parecía demasiado honesto y reformador para ser cómodo... Dentro de las más de 300 líneas de investigación que se siguieron en el caso Colosio, al menos 29 apuntan a lazos entre el asesinato y el narcotráfico. Un ex informante de agencias de seguridad de Estados Unidos, poderoso policía de la PGR y de la extinta Policía Judicial Federal, llamado Guillermo González Calderoni, declaró hace veinte años, que la muerte de Colosio había sido planeada por el Cártel de Tijuana, liderado por los Arellano Félix. Calderoni sabía mucho de las relaciones de poder entre el narco y el Estado mexicano: había recibido dinero de varios cárteles por matar rivales y quitar a grandes capos de ciertas plazas (incluyendo al Jefe de Jefes, Félix Gallardo, a quien arrestó en 1989). Sin embargo, Calderoni dijo muchas cosas en esa época sin presentar pruebas. Entre sus declaraciones, el ex policía señaló, incluso, que Salinas quiso matar a Cuauhtémoc Cárdenas en el 94… Al final, González Calderoni fue asesinado de un balazo en Texas en el 2003 y, con él, se perdieron muchas historias. La muerte violenta de un hombre con ese conocimiento aumentó las sospechas. Y esta no fue la única muerte sospechosa. El asesinato de Colosio estuvo rodeado de otras muertes. La opinión pública atribuyó muchos de estos asesinatos laterales, incluyendo el de Calderoni, a las relaciones del crimen organizado con el magnicidio.
Tres miembros del equipo de seguridad de Colosio fueron asesinados antes y después del magnicidio. Por ejemplo, José Larrazolo Rubio ex comandante policiaco que iba a ser jefe de seguridad de Colosio, fue asesinado en su casa en enero de 1994. También murió en una balacera, a principios de marzo de ese mismo año, Alejandro Castañeda Andrade, agente de la PGR que iba a formar parte del equipo de seguridad de Colosio en su gira por Baja California. Un mes después del atentado, José Federico Benítez López, director de Seguridad Municipal de Tijuana que, aparentemente, estaba haciendo una investigación lateral del magnicidio, fue asesinado en una carretera. Él fue el hombre que encontró el “Cuaderno de Actas” en el que Aburto confesaba toda la planeación de su crimen. También fue asesinado el policía que encontró el casquillo en la escena del crimen, Alfredo Aarón Juárez Jiménez en un accidente de tránsito. José Luis Arroyo Rodríguez, teniente coronel de la Coordinación General de Seguridad del Estado Mayor Presidencial que investigaba las relaciones del Estado Mayor Presidencial con el asesinato de Colosio fue baleado, también, en Naucalpan en 1996. En total, más de quince muertes violentas se han relacionado con el asesinato de Colosio. Y, a pesar de que estas muertes se han investigado como posibles vínculos del asesinato con el narcotráfico, también pueden ser el producto azaroso de la violencia en México. En ese sentido, ninguna de las líneas de investigación relacionadas al narcotráfico ha sido fructífera. Ni siquiera las líneas más comunes que apuntaban a las relaciones del dinero de venta de drogas en el financiamiento de la campaña del priísta. Las pesquisas alrededor de estas relaciones apuntaban al financiamiento de la campaña por parte de narcotraficantes colombianos, por parte de Joaquín “El Chapo” Guzmán y, finalmente, por parte de narcotraficantes peruanos. Pero ninguna de estas líneas de investigación pudo ser probada, como tampoco se comprobó cualquier relación entre Aburto y el crimen organizado...
La telenovela de Camacho, Salinas y el PRI
Antes del tumulto político que significó el año 1994, Colosio había tenido un ascenso meteórico: diputado, senador, dirigente del PRI y, finalmente, secretario de SEDESOL, en menos de diez años. La mayoría de estos puestos fueron elegidos por Carlos Salinas de Gortari. Al nombrarlo secretario de SEDESOL, en reemplazo de Patricio Chirinos que iba a luchar por la gubernatura de Veracruz, Salinas lo convirtió en virtual candidato a la presidencia y punta de lanza de sus políticas sociales. En ese sentido, la carrera de Colosio siempre estuvo profundamente unida a la de Salinas. Se decía que Salinas había hecho a Colosio: era su protegido, su pupilo, el continuador de sus políticas neoliberales y de la lucha entre los nuevos tecnócratas y los viejos dinosaurios del PRI. Colosio era, en cierta forma, la manera de Salinas de perpetuarse en el poder. Claro, había otros pesos pesados en el gabinete… Antes de ser elegido como candidato a la presidencia, se peleaban la sucesión nada menos que José Córdoba Montoya, el brazo derecho de Salinas; Manuel Camacho, el amigo de Salinas de toda la vida; Luis Donaldo Colosio, el protegido de Salinas; y, en menor medida, Ernesto Zedillo y Pedro Aspe. La sucesión no estaba decidida y todos estaban desplegando sus mejores estrategias. Camacho era, sin duda, el más agresivo. Cuenta Héctor Aguilar Camín que el político se reunió con Salinas el 21 de noviembre de 1993:
“Durante su acuerdo del lunes, Camacho pone las cartas sobre la mesa. Si él es el candidato, dice a Salinas, habrá respeto para el presidente, seguridad para su familia, a la que la prensa ha empezado a señalar. Al despedirlo en la puerta del despacho, según Camacho, Salinas le dice: “La decisión sobre el candidato, no está tomada.”
Sin embargo, siete días después, Salinas toma una decisión y el destape no es favorable a Camacho: Luis Donaldo Colosio será el candidato oficialista para la presidencia de la República. Zedillo y Aspe se forman inmediatamente y felicitan a Colosio. Hay una regla tácita en el PRI: la pelea puede ser encarnizada para conseguir la candidatura, pero una vez que el presidente se decide por un candidato todos se cuadran para mostrar la unión del partido. El problema aquí es que Camacho no se cuadra. El entonces regente del Distrito Federal se niega a felicitar a Colosio. Antes que nada, Camacho quiere hablar con Salinas. El entonces presidente lo invita a desayunar y ahí Camacho muestra su descontento: al menos, Salinas hubiera podido avisarle antes de decirle a la prensa. Camacho está indignado y Salinas teme que su poder en la Ciudad de México pueda ser un problema para la campaña. Entonces le propone dejar de ser regente para convertirse en secretario de Relaciones Exteriores. A pesar de aceptar este cambio, parece que Camacho será el más acérrimo rival interno de Luis Donaldo Colosio. El primero de enero de 1994 pasa algo que nadie había previsto: el Ejército Zapatista de Liberación Nacional toma San Cristóbal de las Casas y la rebelión armada tiene inmediatas resonancias internacionales. En cuanto comienzan a salir fotos de combatientes muertos y la amenaza de una represión brutal por parte del ejército empieza a rondar la cabeza de todos, Camacho se ofrece para ir a Chiapas para calmar las aguas. Su ex suegro, el doctor Manuel Velasco, fue gobernador del estado y lo mantiene al tanto.
Bien informado y con un enorme colmillo político, Camacho entiende la necesidad de la negociación frente a un ejército que se sustenta más en ideas que en real poder armamentístico. Y entiende también que la imagen de Salinas está a punto de relacionarse con la de los viejos dinosaurios autoritarios del PRI, como Luis Echeverría. Cuando los ánimos se caldean en la capital y se llama a una marcha para el 10 de enero de 1994, Camacho pone su propuesta sobre la mesa: junto a un comisionado de la ONU se ofrece como Alto Comisionado para la Paz en Chiapas. De paso, amenaza a Salinas: o bien lo nombra para la comisión de la paz o bien él mismo se sale del partido y se une a la sociedad civil en las manifestaciones. Salinas termina por elegir a Camacho para que negocie con el EZLN. Pero esta designación todavía tiene una arista más: Camacho pide no tener salario del gobierno y renunciar a su cargo como secretario de relaciones exteriores para negociar en mejores términos. La idea parece sensata, pero esconde también su veneno: al no estar percibiendo un salario del gobierno, Camacho es libre, constitucionalmente, de ser candidato a la presidencia. Consciente o inconscientemente, Salinas acaba de darle competencia a Colosio después de asegurarle la sucesión. Y todos en México lo leen así: parece como si Salinas hubiera cambiado de opinión y, ahora, quisiera que Camacho fuera el candidato a la presidencia. Colosio queda devastado y Camacho crecido. La campaña del candidato arranca mal, desangelada y gris: nadie quiere saber de la gira de Colosio cuando las negociaciones en Chiapas están en pleno. Las noticias no se fijan en la sucesión presidencial sino en un hombre enmascarado al sur y en su diálogo con Manuel Camacho. Se habla más de Camacho que de Colosio y la candidatura oficial parece hundirse. La tensión seguirá escalando entre estos dos rivales políticos hasta que, el 22 de marzo, finalmente, después de una ardua negociación por parte de Colosio (Salinas se mantuvo al margen), Camacho decide declinar cualquier posibilidad de competir por la presidencia. Ahora sí, Colosio ganó la candidatura como único contendiente. Una candidatura segura… pero que sólo duró un día: el 23 de marzo, Colosio fallecía por dos impactos de bala en un hospital de Tijuana. Después de todo este espectáculo político es evidente que el asesinato de Colosio levantara sospechas: tantos movimientos en la cúpula del poder no pueden ser aleatorios. Si a esto se suma que, en septiembre de ese mismo año será asesinado José rancisco Ruiz Massieu, prominente priísta; y que se culpó al hermano del presidente, Raúl Salinas, de ser el autor intelectual del crimen, todo parece enturbiarse. El primer fiscal encargado del caso elabora una hipótesis: Colosio fue víctima de una acción concertada entre varios miembros del equipo encargado de su seguridad. Un equipo que le fue designado, además, para dejar fuera del mitin en Lomas Taurinas a la policía del Estado (primer estado panista de la historia). Todas estas aparentes coincidencias aparentaban todo menos azar. Es por eso que la teoría de conspiración más fuerte alrededor de la muerte de Colosio sigue siendo la de una conspiración en las cúpulas de poder. Muchos señalan inmediatamente a Carlos Salinas como el autor intelectual del crimen, aunque eso parece dudoso. Salinas era un político astuto que calculaba con mucha precisión lo que llamaba su “armado” (es decir, la estructura de movimientos políticos que urdía antes de cada movimiento político). Y, después del asesinato de Colosio, uno de los políticos más afectados fue el mismo Salinas. Linchado por la opinión pública, el ex presidente seguro de sí mismo y retador acabó exiliado y humillado. Si es el asesino intelectual de Colosio, este asesinato no le hace mucho honor a su intelecto. Sin embargo, la teoría de que Salinas mató a Colosio sigue siendo popular. Sobre todo con las nuevas lecturas que se le ha dado al discurso de Colosio del 6 de marzo. En ese polémico y efusivo discurso que Colosio dio en el Monumento a la Revolución para conmemorar el aniversario de su partido, se marcó claramente una estrategia de campaña: alejarse de Salinas y criticar el presidencialismo. Pero muchos vieron este giro en la comunicación política de Colosio como un distanciamiento entre el candidato y el presidente. En realidad, todo fue producto de diversas encuestas y grupos de enfoque orquestrados por Ernesto Zedillo sin intención de causar molestias a Salinas, pero con la convicción de cambiar el rumbo de la campaña. Y, en efecto, fue un discurso recordado por su impacto emocional, político y social. De cualquier forma, al leer actualmente algunas de estas estrofas (sobre todo las que se refieren al posible fraude de 1989), se entiende porque la gente sigue pensando en la hipótesis de la venganza de Salinas:
“Cuando el gobierno ha pretendido concentrar la iniciativa política ha debilitado al PRI. Por eso hoy, ante la contienda electoral, el PRI del gobierno sólo demanda imparcialidad y firmeza en la aplicación de la ley. ¡No queremos ni concesiones al margen de los votos ni votos al margen de la ley!”
https://www.youtube.com/watch?v=ZVWiMjErc-o Por otra lado, hay más teorías. Se dice que pudo ser Camacho, desesperado ante la imposibilidad de sucesión. También se habla de los viejos dinosaurios políticos, cercanos al poder bajo la figura de Fernando Gutiérrez Barrios (que fuera secretario de Gobernación de Salinas y mano instrumental de las represiones en los gobiernos de Echeverría). Pero ninguna de estas hipótesis ha podido ser comprobada: la teoría de un asesinato conjunto y planeado en forma de emboscada, perdió todos sus sustentos desde las primeras investigaciones. Y, cuando salió a la luz la teoría del segundo tirador, el fiscal encargado quedó ridiculizado por inventar pruebas en este y varios otros casos (¿se acuerdan de “la Paca”, vidente que encontraba cadáveres enterrados?). En cualquier caso, como dijo Enrique Krauze, estas teorías son imposibles de asumir… o de desmentir.
"¿Asesinado o ejecutado? Quizás nunca se sabrá. ¿Ordenó su muerte Salinas? Es improbable. Nada ganaba Salinas con instigar el crimen. Luego del estallido de Chiapas, era obvio que un magnicidio hundiría a su gobierno en el desprestigio, ahuyentaría a los inversionistas, destruiría su obra. (...) ¿O fueron los jefes de la "familia revolucionaria", los agraviados del salinismo, para cobrarle el pecado capital de bloquear la circulación de las élites políticas, querer apoderarse del sistema y convertirse en rey? Es probable.”
Y, sobre las élites políticas mexicanas, siempre quedará planeando la sospecha. Sobre todo cuando el asesino que está purgando 42 años de condena por este crimen es un trabajador pobre de Michoacán del que nadie sabe nada.
El asesino y los asesinos
Uno de los nombres más misteriosos de la criminalística mexicana es el de Mario Aburto Martínez. ¿Quién es este oscuro personaje? ¿Quién es ese obrero que carga todo el peso del magnicidio? ¿Ese preso aislado en un penal federal de Tabasco? ¿Ese aficionado a la escritura que se creía un García Márquez sin secretaria para corregirle las faltas de ortografía? Inmediatamente después de que sonaron las dos detonaciones, esa tarde del 23 de marzo 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana, los agentes que protegían a Luis Donaldo Colosio atraparon a un joven de 23 años.El joven con el pelo rizado, un insípido bigote y una chamarra negra era el aparente portador de la Taurus .38 que disparó contra la sien de Colosio. Fue llevado a un interrogatorio en donde, por más de dos horas, fue sometido a violentos tratos y preguntas. Aburto confesó haber asesinado a Colosio y luego lo negó toda su vida. Según los tres análisis psicológicos que le hicieron, Aburto resultó ser un sociópata, retraído de la sociedad, con personalidad borderline. Y, sin embargo, sus padres han dicho que era el más responsable entre los hermanos de la familia y que, con sus turnos de madrugada en una maquila de Tijuana, pagaba los gastos de todos. el primer informe del produrador Valadés Ríos se lee:
“De los múltiples datos aportados por los testigos oculares y de los elementos periciales obtenidos, quedó confirmado que Mario Aburto Martínez fue quien privó de la vida al licenciado Luis Donaldo Colosio... realizó dos disparos, uno directamente en la cabeza y otro en la región abdominal. El primero, mortal por necesidad. Ambos, con entrada y salida del proyectil.”
La primer hipótesis del procurador fue que Aburto no había actuado solo. Que el grupo encargado de proteger a Colosio le había abierto espacio para matarlo. Junto a Aburto, pues, dos hombres más fueron detenidos. El penúltimo fiscal en encargarse del caso también mantuvo la hipótesis de que Aburto había actuado con otro atacante, Othón Cortés Vázquez. En efecto, parecía improbable que Aburto hubiera disparado en dos ocasiones: el primer disparo impactó el lado derecho del candidato y, el segundo, entró por la cavidad abdominal izquierda. Los investigadores dijeron que el cuerpo del candidato había girado sobre su eje. Todo parecía un encubrimiento burdo.
Sin embargo, ninguna de estas versiones se sostuvo. Posteriores peritajes de agencias de investigación estadounidenses confirmaron que Colosio había girado sobre su eje después del primer disparo y que la posición final del cuerpo era consistente con la teoría de un tirador solitario. Finalmente, el 25 de marzo de 1994, Mario Aburto fue juzgado por homicidio calificado, con premeditación, ventaja y alevosía, así como por el ilícito de portación de arma de fuego sin licencia. Su sentencia llegó el 5 de octubre de 2004: 48 años de cárcel. Después de diversos procesos de amparo, finalmente, el 16 de noviembre de 2004, su sentencia quedó fijada en 45 años. Sin embargo, la certeza de los jueces y los tribunales nunca fue aceptada por el público. Después de tantos años y más de 10 mil hojas en un expediente inmenso, nadie cree en la sencilla explicación de un asesino solitario. A pesar de los diarios de Aburto en donde habla de sus delirios pacifistas y su encono político, a pesar de las pruebas periciales y de los largos videos de Aburto explicando su crimen, nadie puede creer que un hombre tan insignificante pudiera perturbar, con tanta profundidad, la vida de una nación. Y las inconsistencias en las pesquisas no ayudaron… https://www.youtube.com/watch?v=efhodfqsiUY&t Cuando los policías presentaron a Aburto a la prensa, ya recluido en el penal de Almoloya, el inculpado apareció rasurado y con el pelo corto. Las imágenes de un tipo escuálido, pequeño, flaco, de pelo rizado y bigotillo contrastaban con el de este hombre fornido, de cuello ancho, tez clara, pelo al ras y rasurado. Inmediatamente empezaron las dudas: ese no podía ser Aburto, el asesino había sido reemplazado. Se llegó a creer que hubo, incluso, tres Aburtos. El verdadero, que fue asesinado en un taller mecánico el 22 de marzo; el que cometió el crimen y fue detenido; y el que apareció en Almoloya. Todos estos juegos de suplantaciones servían para ocultar la verdadera identidad del asesino, claro. Esta hipótesis, por eso, sigue relacionándose con las teorías que señalan a la cúpula priísta o al presidente de la república como los autores intelectuales del crimen. Todo nace, entonces, de la forma irresponsable en que se llevaron las pesquisas de 1994. Fue desde un principio que todo se enturbió: tomaron mal la altura de Aburto que parecía variar entre el metro 64 centímetros y el metro 70 centímetros, lo rasuraron y raparon sin motivo, lo pusieron al centro de una conspiración y luego lo nombraron asesino solitario. Entre tantas confusiones, pocas personas creen que Aburto sea el único asesino de Colosio… y muchos siguen creyendo que fue un chivo expiatorio. La práctica del chivo expiatorio era común para la extinta Dirección Federal de Seguridad y, luego, para los servicios de inteligencia mexicanos. Agarrar a un pobre diablo, molerlo a palos y, bajo tortura, extraerle una confesión era el pan nuestro de cada día de las instituciones policiacas. Un crimen así requiere un pronto culpable… y Aburto parecía ser el candidato ideal: joven, pobre, marginado y con convulsas ideas políticas, el michoacano estaba encerrado de antemano. Aburto sostiene ahora que es inocente. En 2008, el periodista Jesús Lemus, acusado de narcotráfico pudo acercarse a Aburto en el penal y preguntarle si había matado a Colosio. El inculpado respondió:
“Si ellos dicen que tú fuiste, pues tú fuiste y no hay de otra forma de decir que no. Y, mientras, aquí me estoy acabando la vida por algo que ni yo estoy seguro de que haya hecho.”
La familia de Aburto fue torturada durante la investigación, sus hermanas y su madre sufrieron de abuso sexual y su hermano fue golpeado. Al final, consiguieron salir del país pidiendo asilo político en Estados Unidos. Desde hace más de veinte años que no ven a Mario y que no saben más que noticias esporádicas de él. Siguen pensando, hasta el día de hoy, que es inocente. Cesar Camacho, presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional durante su participación en el evento del 19 Aniversario Luctuoso de Luis Donaldo Colosio Murrieta que se celebró dentro de las instalaciones de la Universidad del Claustro de Sor Juana en el Centro Histórico. (Rodolfo Ángulo /cuartoscuro.com)" />
El fin de las pesquisas
El expediente de Aburto está cerrado y todo parece indicar que nunca se le indultará. Mario Aburto cumplirá su sentencia en la cárcel y los mexicanos seguiremos preguntándonos qué sucedió ese 23 de marzo, hace 25 años. Este caso se confundió tanto, se volvió tan convulso, se manipuló tanto y pasó por tantas manos que resulta casi imposible volver a habilitarlo. Ahora, gracias a Mexicanos contra la Corrupción, podemos revisar las 10 mil hojas que componen el expediente y ver los innumerables video y entrevistas. Pero la espesura del caso y las confusiones en la investigación hacen de este expediente una lectura imposible, un laberinto creado por la ineptitud de la justicia mexicana y la complacencia de la prensa. La muerte de Colosio, el chupacabras, las cortinas de humo, la Paca, Ruiz Massieu, el cardenal Posada, los vínculos del narcotráfico y el poder, el fraude de 1989, el asesinato de Álvaro Obregón… siempre habrá otros chivos expiatorios y teorías de conspiración. Y en estos misterios eternos, siempre seguiremos pensando que fuimos manipulados, que el poder nos oculta algo y que tanta complejidad no puede caber en una solución fácil. Las explicaciones nunca nos bastarán porque, en nuestro país, la realidad siempre seguirá superando a la ficción. La estatua en honor a Colosio en la Colonia Lomas Taurinas de Tijuana. (Christian Serna/cuartoscuro.com)" />