Pilar Quintana, Ganadora del Premio Alfaguara, Presenta en México su Novela ‘La Perra’
La autora colombiana galardonada en 2021 con el Premio Alfaguara conversó con N+ sobre su novela ‘La perra’
Elisa de Gortari | N+
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Pilar Quintana ha relanzado en el sello Alfaguara la novela La perra. Lanzada originalmente en 2017, este libro cuenta la historia de Damaris, una mujer que habita en la costa del Pacífico colombiano y que adopta a una cachorra a la que pone el nombre de la hija que no tuvo.
Finalista del National Book Award, La perra es una novela intensa sobre la maternidad frustrada que ha cautivado a los lectores en más de veinte idiomas. N+ habló con la autora colombiana durante su más reciente visita a México.
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“Nunca nos dijeron que el violador era tu padre o tu primo”
Pregunta: Muchos lectores llegamos a tu obra con Caperucita se come al lobo, una colección de cuentos muy lúdica y audaz al tocar temas sexuales y que publicó en 2012 la editorial chilena Cuneta. Pero en su momento despertó una enorme controversia por la reacción conservadora cuando llegó a las bibliotecas públicas de Chile. ¿Cómo ves este escándalo que tuvo repercusiones mundiales en su momento?
Respuesta: Yo estaba dando teta en ese momento. Mi bebé tenía como 9 meses y me llamaban de todas partes del mundo. Luego veía cosas en idiomas cuyo alfabeto yo no identificaba. Fue mundial. A mí me sigue pareciendo tan absurdo cómo desperdiciaron la oportunidad de abrir el diálogo.
Ahora en Colombia se reeditó con dos cuentos más y me encanta cómo fue recibido, siendo Colombia una sociedad conservadora, no tanto como la chilena, que ya sabemos que es la más conservadora en ese sentido de Latinoamérica. En Colombia se me acercan muchas profesoras a decirme: “me sirvió mucho su cuento para leerlo con mis estudiantes y preguntarnos qué es una violación y cómo ocurren las violaciones.
A nosotras, cuando éramos chiquitas nos decían que el violador estaba en los parques y que era un señor malo, delincuente, pero nunca jamás a las mujeres de mi generación nos dijeron que el violador era tu padre o tu primo o tu hermano o el esposo de tu mamá o el tío o el abuelo. No nos dijeron eso.
También tenemos en el imaginario que la violación es una cosa con violencia explícita física. No nos cuentan que a veces las mujeres jóvenes, las niñas, lo sienten como una seducción y que tienen que pasar muchos años para darse cuenta en las sesiones de terapia que eso que les pasó fue una violación. Y creo que eso esa fue una oportunidad desperdiciada para abrir el tema. ¿Por qué no preguntarse por qué les chocan estas escenas de sexo explícito y no los videojuegos donde alguien le estalla la cabeza.
“La animalidad que nos habita”
Pregunta: En La perra mantienes la reflexión sobre la violencia, aunque en un tono muy distinto al que exploraste en Caperucita se come al lobo.
Respuesta: Pienso que hay dos circunstancias que alejan a esas dos escrituras. Una que los unos son cuentos y esto es una novela. Yo creo que como escritora de cuentos soy explosiva y en los cuentos me permito la experimentación y me permito no ser tan yo. Me permito ser otra hacer otras cosas que no me atrevería en una novela, tengo cuentos de ciencia ficción, tengo cuentos raros que podrían ser llamados del new weird. Mis novelas son ejercicios juiciosos de cómo se cuenta una historia de la materia clásica.
También, los procesos de creación son muy diferentes. Las novelas viven en mí mucho tiempo y poco a poco las voy construyendo en libretas. Voy construyendo el universo y la historia y luego me siento a escribirlas y luego hago mil borradores y las corrijo. Con los cuentos estoy aquí sentada, veo pasar algo y me entra a una obsesión y tengo que dejar todo tirado y escribir este cuento.
Y ya. Ahí nació el cuento. Puede pasar luego mucho tiempo, puedo pasar mucho corrigiéndolo; o dejarlo ahí quieto y volver a él después, dentro de tres años, a cambiarle tres comas. Son procesos muy diferentes. Yo creo que por eso también son tan distintos.
Y creo que también los cuentos de Caperucita fueron escritos en otro momento. He estado explorando un tema que es la animalidad que nos habita y antes de tener un hijo, el sexo era un tema muy importante porque a mí me parecía que en el sexo estamos desnudos, viviendo nuestro instinto. Y me parecía que ahí era donde más animales somos. Hasta que deseé tener un hijo y quedé embarazada, lo tuve en la barriga, lo parí y dije: “¿Cuál animal en el sexo? Soy mamífera. Soy una completa mamífera en la maternidad”.
“Mi lugar como escritora es contar lo que las mamás nos dijeron de eso no se habla”
Pregunta: Pero en La perra la experiencia de la maternidad no es con un humano.
Respuesta: No es con un humano, pero sí está la experiencia de la maternidad. Nosotros hablamos de la maternidad exitosa, pero la maternidad es fallida muchas veces: el 20% de los embarazos terminan en pérdidas y eso no lo decimos.
Yo tengo amigas que durante nuestros años reproductivos se empezaron a reproducir entre los 30 y los 40 y yo en esa época no quería hijos. Y yo asistí a sus procesos de “no quedé embarazada y tengo que hacerme tratamientos de fertilidad”, pero eso nadie lo cuenta, no mostramos los procesos oscuros.
Cuando yo estaba trabajando en La perra, estaba este despertar feminista en redes y mujeres muy vocales diciendo “la mujer y la maternidad no van unidas y hay mujeres que no queremos tener hijos”. Lo cual está absolutamente bien, hagamos esas reivindicaciones, pero yo me preguntaba qué están sintiendo esas mujeres que sí quieren tener un hijo y que no pueden, dónde están hablando.
Yo había sido esa mujer que no quería tener hijos y que constantemente me preguntaba “y para cuándo los bebés”. Luego fui una mujer que a los 40 quise tener un hijo y ya me decían: “Uy, pero primera vez no, ya estás muy vieja”. Entonces entonces yo pensaba: quiero hablar de eso, que es lo que no contamos muchas veces.
Me gusta ese lugar de la escritura. Creo que mi lugar como escritora es contar lo que las mamás nos dijeron “de eso no se habla”. Lo que, cuando éramos chiquitas, estaba la mamá con la amiga hablando en voz baja y vos disimulabas que estabas acá jugando con una muñeca para poder oír lo que estaban diciendo.
“Escribí La perra en el celular”
Pregunta: En La perra parece un material muy comprimido. ¿Tuviste que cortar mucho para conseguir ese texto tan compacto?
Respuesta: Aumenté en vez de cortar. Yo pensaba que La perra era un cuento. Yo me había divorciado de mi primer marido. Viví nueve años en la selva del Pacífico colombiano con mi primer marido. Fue una separación muy oscura y muy difícil, porque sufrió violencia y tuve que salir huyendo de mi casa.
Y me puse a escribir sobre mujeres que mataban al marido. Era como una venganza: sufrí violencia, ahora voy a ejercerla donde puedo, que es la ficción. Entonces empecé a trabajar esos cuentos y tenía uno que era el de La perra. Y en él iba a pasar algo diferente y era que ella ya no iba a matar al marido; iba a ser el cuento que cerraba y yo empecé a escribirlo.
La idea no cuajaba hasta que una amiga mía, que intentó por muchos años tener hijos y no lo logró, y yo tuve que decirle: “oye, tengo que contarte que estoy embarazada”. Yo, la que no quería tener hijos, de repente me dio la ventolera de tener un hijo y lo logré facilísimo después de los 40.
Tenía que decirle a esta amiga que se había hecho tratamientos de fertilidad que son durísimos y de verdad esta es una mujer que quería ser madre con todas las fuerzas de su corazón y no lo logró. Fue un momento muy difícil, se lo dije y ella me dijo: “Te felicito, estoy feliz por vos, pero me voy a llorar”. Al poco tiempo me dijo: “voy en un tren, voy a adoptar una perrita”. Cuando ella me dijo eso, a mí se me iluminó y dije: ya sé cómo va a ser el cuento de La perra.
Y entonces yo trabajé la historia estando embarazada en una libreta y escribí la escaleta de la historia. Nació mi hijo y la historia se quedó en la libreta y yo la veía cuando entraba al estudio y la libreta brincaba y me decía: ¡escríbeme! Y yo no tenía tiempo.
Por la época del escándalo de Caperucita se comía el lobo, mi hijo ya era un bebé largo, grande, que gateaba. Si yo me descuidaba 5 minutos, estaba metido en el inodoro ahogado. Entonces tenía dos horas para escribir, que era mientras él hacía la siesta, pero era un bebé muy descarado que hacía la siesta en la teta y si yo me paraba se despertaba.
Entonces yo solo tenía dos horas con un bebé en la teta, un bebé largo, ya no me lo podía poner en el cargador y escribir. Entonces me acosté, cogí mi celular y escribí La perra en el celular.
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