Martín Solares Cierra Trilogía Detectivesca y Literaria en su Nueva Novela

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Elisa de Gortari | N+

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Con su nueva novela, ‘Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba al bosque’, Martín Solares cierra una trilogía que mezcla lo detectivesco y lo literario

Martín Solares cierra una trilogía que mezcla lo detectivesco y lo literario

Martín Solares cierra una trilogía que mezcla lo detectivesco y lo literario. Foto: Penguin Random House

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En 2018, Martín Solares lanzó Catorce colmillos, una novela protagonizada por un detective atípico: Pierre Le Noir, un agente tan joven como inexperto que vive en la Francia que vio nacer al surrealismo y al dadaísmo.

Así empezó una serie detectivesca donde desfilan como personajes algunos nombres cruciales del arte y la literatura, como André Breton y Tristan Tzara. N+ conversó con el autor sobre Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba al bosquelibro que cierra esta trilogía.

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“Las memorias de los surrealistas son un género literario único”

Pregunta: Después de tres libros, cierra con Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba al bosque un ciclo con tu personaje Pierre Le Noir.

Respuesta: Es el fin del ciclo, de manera muy clara. Yo le apunté a un blanco con una flecha hace siete años y por fin ya está dando la flecha en el blanco. Quería llegar a una zona y para eso fueron en serie tres novelas. Estoy trabajando en otros proyectos. Es muy probable que Pierre vuelva a aparecer en otra novela posterior, pero no la veo ahorita en el horizonte.

Pregunta: ¿Cómo te sientes después de haber convivido tanto tiempo con un personaje, en especial uno entrañable, durante tres novelas?

Respuesta: Hay algo que he aprendido sobre las novelas en los últimos 10 años y es que se necesitan varios motores simultáneos para que una novela exista, para que empiece a andar. Hasta que no se juntan todos los motores en la mente del escritor, esa novela no puede arrancar; o no funciona. Fue necesario que yo viviera 8 años en París, que estudiara allá un doctorado, que trabajara allá, que viera una exposición retrospectiva del surrealismo importantísima que abarcó todo el museo, para que yo quedara prendado de las historias de vida de estos personajes.

Me dediqué a leer cuantas biografías y memorias habían sobre cada uno de ellos y estoy convencido de que las memorias que escribieron los diversos surrealistas son un género literario único, porque algunas de las personas más inteligentes del siglo XX cuentan ahí, con total desparpajo, las transgresiones grandísimas que cometieron y las travesuras que hicieron posible estas transgresiones. Las memorias de los surrealistas son un género literario aparte que no es suficientemente reconocido ni ha sido explorado y yo me propuse agarrar ese tono y contar con él estas tres novelas policíacas.

Les quise dar la oportunidad a André Breton o a Louis Aragon​ de contar con sus propias palabras las mayores travesuras artísticas que habían realizado. Para tener un pretexto de explorar el surrealismo con tanta profundidad, y que no me encerraran en un manicomio, decidí que iba a inventar un personaje de novela para tener un pretexto respetable y poder hacer eso durante más de más de 10 años. Quise contar un poco la biografía de esta generación en tres novelas, con el pretexto de que un policía se  tenía que infiltrar el movimiento y asistir a sus reuniones y contar qué pasaba ahí adentro.

Portada de Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba al bosque de Martín Solares. Foto: Penguin Random House

Hay cosas que solo se pueden decir en una novela

Pregunta: Para contar esta historia generacional recurres a un género literario que no todos los surrealistas apreciaron.

Respuesta: Desde el principio tomé distancia respecto a los surrealistas en una cosa: Bretón odiaba las novelas. Muchos de los motivos que lo impulsaron a prestar servicio militar fueron las novelas que azuzaban el fervor patrio de manera engañosa.

Él dedicó buena parte de su existencia a denostar las novelas, pero llegó un momento también en su vida, en que tuvo que aceptar que para contar ciertas cosas no basta con un poema o un cuento; hay cosas que solamente se pueden abordar y solamente se pueden decir a través de una novela. Él mismo se encontró escribiendo relatos largos que, aunque trataba de disfrazar de ensayos o de reportes muy objetivos, son novelas, novelas ensayísticas. Entonces pensé que si él mismo condenó pero también practicó la escritura de novelas, yo tenía todo el derecho de escribir una sobre ellos. Cuando pensé eso me sentí más relajado y empecé a escribir.

 También me intimida escribir sobre París. Cuando yo empecé a soñar con escribir una primer novela policíaca que ocurriera en París, de entrada me dije “no, hombre, cómo se te ocurre, es como querer demostrar la existencia de Dios”. Y mi complejo de inferioridad latinoamericano me impidió escribir sobre París, hasta que llegó un momento en que soñé que un jabalí de dos metros me estaba persiguiendo y me arrincona y empezaba a soltar todo tipo de amenazas.

Para mi sorpresa, en ese sueño me defendí con argumentos en francés y cuando el jabalí pretendía atacar le dije: “espérate un segundo, tú y yo ya estamos hablando en francés; y si tú y yo ya estamos hablando en francés en una pesadilla, entonces yo tengo el derecho de escribir sobre París”.

Pregunta: ¿Cómo nació Pierre Le Noir, un detective que sobresale por su juventud? 

Respuesta: Pierre Le Noir fue uno de los motores para escribir esta novela. Yo estaba muy cansado de escribir novelas narradas desde el punto de vista de cuarentones desencantados, que vienen de regreso de todas las emociones fuertes de la vida.

Ya no quería escuchar yo ese tipo de música, una música con la cual están contadas todas las pinches novelas policíacas del siglo XX y de lo que llevamos el XXI, con perdón de las novelas policíacas. Sabía yo sentía que tenía que inventar un instrumento diferente, así que después de muchos intentos descubrí que tenía que ser un joven de 18 años no un sabelotodo de 40. Tenía que ser un inocente de 18 que no se hubiera enamorado todavía, que no hubiera tenido que defender la palabra libertad y sobre todo que no conocieran nada del arte contemporáneo parisino.

Así que a medida que él descubría con ojos muy candorosos y con mucho asombro lo que significaba la aportación de los surrealistas, a mí me permitió contar de un modo mucho más relajado y empático y solidario ese extrañamiento y esta sensación de estar ante lo maravilloso que siempre nos provoca un objeto surrealista, sea un poema, o sea una escultura.

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