Terraplanistas, Es Difícil Creer Que Aún Existan: De Régules
Conversamos con Sergio de Régules sobre ‘El mapa es el mensaje’, un apasionante libro de divulgación científica sobre la historia de los mapas
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Sergio de Régules es uno de los principales divulgadores de la ciencia en México. Además de ser coordinador científico de la revista ¿Cómo ves?, editada por la UNAM, de Régules ha escrito varios destacados libros de divulgación científica.
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El año 2022 fue especialmente prolífico para el físico y escritor. Además de coescribir el libro Surfear el espacio tiempo (Debate) con Miguel Alcubierre, mismo que N+ incluyó en su lista de los mejores libros del año, de Régules lanzó El mapa es el mensaje.
Editado por el Fondo de Cultura Económica, este volumen de la colección La Ciencia para Todos cuenta cómo han evolucionado los mapas con los siglos, cómo han representado el conocimiento humano y cómo han influido en las sociedades y las economías.
Pregunta: ¿Cómo nació la idea de contar la historia de los mapas y su evolución, como El mapa es el mensaje?
Respuesta: Creo que siempre me han gustado los mapas. Los mapas te dan una sensación de seguridad: te dicen dónde estás, te dan certezas acerca del mundo que no te da la vida. Además son bonitos. Conforme fui creciendo me dí cuenta de que, además, son muy interesantes.
Pregunta: ¿Cómo crees que cambien los mapas cuando los humanos habiten también en la Luna, Marte y otros planetas? ¿Se modificará radicalmente la forma en que concebimos el espacio y los calendarios?
Respuesta: De la Luna y Marte ya tenemos mapas casi tan detallados como los de la Tierra. De hecho, hasta están en Google: de hecho, existen Google Moon y Google Mars. Lo que no hay todavía es “street view”, claro. Eso podría cambiar cuando haya colonias humanas en esos mundos. Pero, sea como sea, cuando vivamos en Marte el problema de trazar mapas seguirá siendo el mismo: cómo proyectar una superficie esférica en una hoja plana. Eso no cambiará.
En cuanto al calendario, en Marte podría construirse un calendario nuevo porque el día marciano dura casi lo mismo que el terrestre y los seres humanos nos podríamos adaptar a ciclos de sueño y vigilia de un día marciano de duración. Lo que quizá sí habría que cambiar es el concepto de “año”, porque Marte tarda 687 días en darle la vuelta al sol.
Aunque, claro, en la Tierra nos conviene considerar cuánto tarda el planeta en darle la vuelta al sol porque eso trae también los cambios de las estaciones; en Marte las “estaciones” no tendrían la menor importancia porque no habría cultivos dependientes del sol ni se podría salir con ropa ligera en “verano”, de modo que tal vez lo mejor sería conservar el año terrestre. En la Luna lo más natural sería conservar el calendario terrestre, porque ahí el “día” dura 15 días.
Pregunta: En tu libro cuentas la proeza de John Harrison para conseguir un reloj fiable en altamar, que fue muy bien pagado por el Reino Unido. Hoy cualquier persona puede comprar un reloj de cuarzo por 200 pesos. Antes un reloj era un objeto en extremo valioso, no solo en lo monetario sino en lo político, y hoy es omnipresente. Lo mismo se repite con Google Maps. ¿Te parece que menospreciamos en ocasiones los inventos que nos rodean? ¿Cómo revertir este desdén por la tecnología cotidiana?
Respuesta: Hoy es tan fácil mirar un mapa (traemos varios en el teléfono), que quizá se pierda la perspectiva de lo que hay detrás, tanto de un mapa tradicional impreso en papel como de un mapa que se construye con datos de una red de satélites. Cuando las cosas parecen fáciles, tendemos a menospreciarlas. El antídoto, claro, es contarle al público cómo se logran esas cosas, y ése es uno de los objetivos de mi libro.
Pregunta: ¿Qué opinas del terraplanismo y su creciente popularidad? ¿Cuál es la mejor forma para combatir estas teorías de la conspiración?
Respuesta: Me cuesta trabajo creer que de veras haya gente que crea que la Tierra es plana. La verdad es que no conozco a nadie que lo crea, pero suponiendo que sí haya ese tipo de gente, lo que me sorprende es que, para creerlo, tienes que NO saber montones y montones de cosas. En otras palabras, gran parte de nuestra vida, desde los cambios de horario en verano y en invierno hasta las rutas de los aviones, pasando por los satélites que aseguran nuestras comunicaciones y nos informan del estado del tiempo, se rige por el hecho de que vivimos en una pelota.
Cuando viajamos, la bóveda celeste cambia de aspecto porque la tierra es redonda (pero en eso nadie se fija, más que los que somos amantes de la astronomía). Menos cotidiano, pero muy conocido también: montones de episodios de la historia –de viajes de exploración y descubrimiento, de expediciones científicas— también ocurrieron precisamente porque la tierra es redonda. Tienes que ignorar todas esas cosas para creer de verdad que la tierra es plana.
En el libro, a propósito no mencioné esa creencia, porque todo el libro es una demostración aplastante de la redondez de la tierra. Ahora bien, no sé si ésa es la forma de combatir el terraplanismo. Lo que sí sé es que la gente que está convencida de una tontería como ésa no se desconvence con simplemente “presentarle la evidencia”, como diríamos en lenguaje científico. Y el problema es que la razón no va a funcionar para cambiarte las ideas si esas ideas forman parte de tu mismísima identidad.
Pregunta: Pareciera que muchos niños tienen una inclinación natural hacia los atlas y los dinosaurios, como si ser paleontólogos o geógrafos se diera con facilidad. ¿Por qué crees que los mapas y la geografía en general suelen ser tan populares entre ellos?
Respuesta: Yo fui de esos niños fans de los atlas y los dinosaurios, así que a mí, en efecto, me parece una inclinación natural. A mí nadie me lo enseñó: ya nací así, y sospecho que ése es el caso de muchos niños. Creo que la fascinación por los mapas podría tener que ver porque los mapas te transportan, igual que un buen cuento. Con un mapa –y tantita imaginación— viajas como con la buena literatura. Al menos eso me pasaba a mí.
Pregunta: ¿Tienes un mapa favorito?
Respuesta: ¿Mapa favorito? Un mapa en particular, no, pero sí tengo una proyección cartográfica favorita: se llama proyección azimutal equidistante y es muy divertida: es un mapa en el que tu ubicación preferida está en el centro (por ejemplo, tu ciudad), y el resto del mundo se distribuye en un círculo en su derredor.
En esa proyección, todos los puntos que estén en un mismo círculo centrado en tu ciudad están a la misma distancia, y las líneas radiales que salen de tu ciudad representan los caminos más cortos en la esfera a todos los puntos que conecta la línea. A veces se le llama la “proyección egocéntrica”. A mí me parece muy reveladora.