Gustavo Díaz Ordaz, ¿quién fue y qué tuvo que ver con el 68?
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Gustavo Díaz Ordaz, ¿quién fue y qué tuvo que ver con el movimiento estudiantil del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco?
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¿Un inicio humilde?
En el municipio poblano de San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán), un 12 de marzo de 1911, justo cuando México atravesaba por los momentos críticos de la Revolución, nació Gustavo Díaz Ordaz. La vida en la casa de los Díaz Ordaz fue presidida por su padre, Ramón, un jefe rural local y su madre, Sabina Bolaños, una mujer que durante años, mostró una clara preferencia por su otro hijo, Ernesto.
Durante su juventud, Gustavo fue serio y estricto. Entre sus pasiones (y únicos pasatiempos) destacaba el baloncesto, pero fuera de ello, no mostró interés en lo que sería normal para un joven de su edad. Es probable que esta inclinación por el orden y la disciplina, lo llevara al entonces adolescente Gustavo Díaz Ordaz a intentar ingresar al Ejército, pero sus escasos recursos le frustraron la entrada a esta vida, ya que no pudo cubrir la cuota de ingreso. Cerca de la mayoría de edad, Gustavo estudió la licenciatura en Derecho en la Universidad de Puebla y luego de un par de años, en 1937, se graduó como abogado, profesión que ejerció por un tiempo hasta que Maximino Ávila Camacho, gobernador de Puebla y hermano del presidente Manuel Ávila Camacho, lo apadrinara.
El arranque de una carrera política peligrosa
Fue entonces cuando la vida de Gustavo Díaz Ordaz cambió para siempre pues hasta entonces, la pobreza había marcado su juventud. A partir de su designación, primero como Oficial de Justicia y Juez del municipio Tecamachalco, y luego como Presidente de la Junta de Conciliación y Arbitraje de Puebla, la carrera política de Díaz Ordaz, comenzó a llamar la atención de figuras importantes del México del siglo XX. Al poco tiempo, se convirtió en magistrado del Tribunal Superior de Puebla. Su voz, y su manera de hablar lacónico al momento de dirigirse al público, le ganaron cierta popularidad entre los poblanos, y le crearon la fama de ser "sobrio", "preciso" y de ser una persona siempre apegada a la disciplina y, tal vez, a la obstinación. En esos días, Díaz Ordaz no tenía más de 30 años de edad. Pasó el tiempo y su cercanía con Ávila Camacho lo elevó, por orden del entonces gobernador de Puebla, Gonzalo Bautista Castillo, a Secretario General de Gobernación en su entidad. Durante la década de los cuarenta y cincuenta, Díaz Ordaz fue diputado federal y luego senador por su estado. Posteriormente llegó el 1 de diciembre de 1952, día en que el entonces presidente Adolfo Ruiz Cortines, lo nombró Director General Jurídico de la Secretaría de Gobernación, donde se fue haciendo de contactos y, negociando, forjó acuerdos entre facciones políticas contrarias que, sin él, tal vez jamás se habrían reconciliado. Los años como senador, unieron a Díaz Ordaz con Adolfo López Mateos, pieza clave para la llegada del primero a la presidencia de México en 1964. Primero, López Mateos se convirtió en presidente de la nación en 1958, puesto político que le permitió posicionar a Díaz Ordaz en la Secretaría de Gobernación como su mano derecha, negociador en su ausencia y virtual sucesor. Durante los últimos años de la administración de López Mateos, las fichas se movieron a favor de Ordaz, que acabó como candidato del PRI a la presidencia de México, y, como era la vieja usanza en el PRI, era el evidente presidente electo, listo para iniciar labores el 1 de diciembre del año siguiente.
Los años del gobierno de Díaz Ordaz: La administración de la represión
El gobierno de Díaz Ordaz fue árido y opresor. Reprimió con el Ejército al movimiento ferrocarrilero en el marco de su primera gran manifestación en la capital el 28 de junio de 1958, aunque desafió a Estados Unidos al no romper relaciones con Cuba durante la Crisis de los Misiles de 1962. A pesar de oponerse a los Juegos Olímpicos de 1968 por considerarlos caros, Díaz Ordaz pensó en que su gobierno adquiriría proyección internacional como uno a la altura de las grandes potencias del mundo, al organizarlos. El presidente y su gabinete mantuvieron la inflación en niveles inferiores al 3% y su historial como administrador financiero competente lo ayudó a adjudicarse el incremento del Producto Interno Bruto entre el 6 y el 8%. No obstante esto, Ordaz tuvo encima problemas como la desigualdad en los salarios y los cada vez más altos niveles de desempleo.
Al movimiento de los médicos que exigían mejores sueldos, lo recibió con despidos masivos y cuando estos se resistieron, usó granaderos para desalojarlos del Hospital 20 de Noviembre. La represión de los médicos no solo mostró que Díaz Ordaz no atendería las necesidades de los diferentes grupos que componían la sociedad mexicana, sino que demostró que este personaje no temería en usar a la Fuerza Pública para destruir cualquier conato de lo que él calificaría como "insurrección comunista". Parte de esta forma de ver los conflictos sociales que sacudieron al país que gobernó, quedó plasmada en su cuarto informe de gobierno, celebrado el 1 de septiembre de 1968. En ese momento diría una frase que pasarían a la historia, sobre todo a la luz de la masacre de la que su administración sería protagonista:
Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados, pero todo tiene un límite.
¿Era una amenaza de cómo llegaría a realizar represiones peores que las realizadas contra los ferrocarrileros o los médicos? El 2 de octubre de 1968 fue el punto álgido de una de las décadas más convulsionadas de México y el mundo. Díaz Ordaz, incapaz de entender lo que pasaba con el movimiento estudiantil que desde el 22 de julio había ido evolucionando, lo calificaría como "un sabotaje del comunismo internacional hacia los Juegos Olímpicos próximos a celebrarse", y, por lo tanto, hizo uso del Ejército y la Policía para organizar una de las masacres de estudiantes más atroces en la historia de México.
Al año siguiente, durante su penúltimo informe de gobierno, Ordaz, asumió la responsabilidad de lo sucedido en octubre de 1968, pero sin remordimiento ni culpa alguna, todo lo contrario, le llenaría de satisfacción haber terminado de esa manera con las vidas de los estudiantes mexicanos. Sin embargo, a partir de entonces, su administración quedaría marcada por la forma en la que abordó las inquietudes de un sector de la sociedad que exigía un cambio, uno muy sencillo y muy básico: la democratización de la vida política mexicana y la liberación de los presos políticos perseguidos tan fieramente por un gobierno que prefería reprimir a atender las necesidades del pueblo de México.