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Escuadrón 201: Los héroes mexicanos olvidados de la Segunda Guerra Mundial
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Escuadrón 201: Los héroes mexicanos olvidados de la Segunda Guerra Mundial
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Grupos de música, alegría, jolgorio, canciones y una mujer filipina vestida de china poblana: así fue la comitiva que recibió a un grupo de soldados mexicanos en el remoto Pacífico Sur. Era la primera expedición militar mexicana fuera del territorio nacional y era la primera vez que muchos de estos pilotos viajaban fuera del continente. Juntos, conformaban el heroico escuadrón 201, un legendario grupo de hombres que peleó en la Segunda Guerra Mundial del lado de los aliados y que, con el tiempo, fue olvidado.Esta es la peculiar historia de las Águilas Aztecas.
Una guerra lejana
En México, la guerra era poco más que rumores. Nadie sentía que las bombas pudieran cruzar el océano, los medios de comunicación traían, con retraso, lejanas noticias y, entre 1942 y 1945, todo parecía difuminarse. Estados Unidos había entrado en el conflicto internacional y ahora sufrían con el expansionismo japonés. Si la guerra en Europa podía balancearse hacia cualquier lado, los japoneses no daban muestra de querer rendirse. Y las tropas imperiales se enfrentaban encarnizadamente a los americanos en el Pacífico Sur.Mientras, en México, se escuchaba a Glenn Miller y a Gershwin, a Bing Crosby y a Frank Sinatra; en el cine se proyectaba María Candelaria del Indio Fernández y Casablanca de Michael Curtiz; Miguel Ávila Camacho era presidente después de Lázaro Cárdenas y todavía existía el Partido de la Revolución Mexicana antes de convertirse en el Partido de la Revolución Institucional. En este ambiente, México parecía totalmente ajeno a los conflictos internacionales… y, sin embargo, era el vecino y aliado de Estados Unidos.Miguel Ávila Camacho quería estrechar relaciones con los americanos y, a las las 23:55 horas del 13 de mayo de 1942, surgió la razón perfecta para hacerlo: el submarino alemán U-564 torpedeó al buque mexicano petrolero Potrero del Llano. La función de esta embarcación era parte de la relación de México con el esfuerzo de guerra americano y estaba cargado de barriles de petróleo para ayudar a Estados Unidos. Murieron 14 mexicanos, de los cuales 11 eran trabajadores de Pemex.El nombre del Potrero del Llano pasará a la historia como el motivo por el que México entró a la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto, no será el único bote hundido durante el conflicto. De hecho, apenas siete días después, el 20 de mayo, el submarino alemán U-106 hundió al buque Faja de Oro que regresaba a Tampico después de descargar 56 mil barriles de crudo en Delaware.Ambos barcos eran navíos italianos que habían sido incautados -junto a otros 10 barcos alemanes y otro barco italiano- algunos meses antes por el gobierno mexicano. Ninguno estaba armado, porque México no había entrado oficialmente a la guerra. Los barcos fueron hundidos, claro, por estar ayudando al esfuerzo de guerra americano. Y, aquí, México encontró la razón perfecta para redoblar este compromiso con los estadounidenses.Ávila Camacho declaró la guerra a los ejércitos del Eje (Italia, Alemania y Japón) el 28 de mayo de 1942 a través de una petición al Congreso. El problema es que México no tenía, en ese momento, la capacidad de infraestructura militar, ni la potencia económica, para participar efectivamente en el esfuerzo de guerra. El Congreso decidió, entonces, que la participación de México sería más bien simbólica. Así, entre la élite de las fuerzas armadas mexicanas, se eligió a un contingente de pilotos para entrenar y ayudar a Estados Unidos en el conflicto del Pacífico Sur: en ese momento, nació el Escuadrón 201.
Los héroes anónimos
El experimentado embajador de Estados Unidos en México, George S. Messersmith fue el verdadero artífice de la formación del Escuadrón 201. A pesar de que el Congreso había aceptado el esfuerzo de guerra, todavía faltaba que Estados Unidos aceptara la ayuda mexicana. Messersmith convenció al presidente americano, Franklin D. Roosevelt de que esto significaría la entrada de México en el mundo moderno y una manera de afinar relaciones. Finalmente, estaba decidido: los seleccionados para el Escuadrón 201 serían enviados a entrenar a Estados Unidos (principalmente en Texas y Idaho) en preparación de una posible intervención en la guerra.Los seleccionados eran, en su mayoría, elementos del ejército de las clases más privilegiadas que gozaban de cierto prestigio en el escalafón militar. Todos jóvenes, todos aptos, los 300 militares seleccionados, formaron el Grupo de Perfeccionamiento Aeronáutico (después renombrado como Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana) para la recién creada Fuerza Aérea Mexicana.En 1944, el grupo partió de la Ciudad de México tomando un tren en la estación de Buenavista. Había una multitud que los despedía, que cantaba las Golondrinas, que agitaba pañuelos al aire. Se iban como héroes estos soldados anónimos… y nadie sabía si regresarían. Cuenta la leyenda que el mismo presidente Ávila Camacho les preguntó, en su despedida, si alguno tenía una petición. Un soldado dijo que quería que construyeran una escuela en su pueblo: Tepoztlán, Morelos. Ávila Camacho, según la leyenda, pidió que inmediatamente se enviaran materiales para levantar la primera escuela en Tepoztlán.Antes de partir, ya se consideraba al escuadrón 201 como un batallón heroico. En su trayecto por toda la república hacia la frontera norte, la gente se agolpaba para verlos: eran exploradores de otros mundos. Al llegar a la frontera fueron recibidos por un nutrido grupo de políticos que voló para despedirlos. Después, nada: unos camiones que los llevaron sin fanfarrias a sus nuevas instalaciones, el natural racismo del sur de Estados Unidos, los letreros que prohibían la entrada, en ciertos comercios, a “perros y mexicanos”, y meses de entrenamiento para pilotear los aviones P-47 que les habían sido asignados como préstamo.Los pilotos mexicanos bautizaron a sus aviones como “Los Jarros”. Y, también, como buena costumbre nacional, se dieron apodos entre ellos. Estaba “El Camarón” y “El Sapo”, “El Pato” con sus piernas flacas y “El pescado” con sus ojos desorbitados. Con tanto animal marino, una barraca acabó siendo bautizada como “El Acuario”. Era el lugar en el que los pilotos se relajaban y tomaban cervezas frías después de las pruebas aéreas y el entrenamiento.Tras semanas en ese peculiar aislamiento, algunos pilotos encontraron, incluso, el amor. Fue el caso de Angel Sanchez Rebollo, de 23 años, que se enamoró de una estudiante de secundaria de 17 años llamada Nancy Hudson. El padre de Nancy prohibía determinantemente la relación de su hija con un piloto mexicano. En secreto, se casaron en una pequeña comunidad fronteriza, pagándole 2 dólares a un juez local. Vivieron más de 40 años casados hasta que Nancy falleció en 1986.Durante los entrenamientos, dos pilotos mexicanos murieron. Pero sobrevivieron más de treinta pilotos y los más de 200 técnicos que servían para asistir a cada uno y dar servicio a los aviones.Un año después de haber partido de México, en marzo de 1945, llegó por fin la esperada noticia: el congreso había aprobado mandar a los pilotos mexicanos a pelear en el extranjero. Después del júbilo inicial, los hombres se embarcaron, con transporte militar, hacia el centro de un conflicto terriblemente violento en el Pacífico Sur.Tras un mes de viaje, llegaron por fin a Filipinas. Detrás de ellos dejaron a compañeros muertos y una pila de cartas, escritas en inglés -por petición de los censores del ejército- para sus familias: la despedida obligatoria de los soldados. Tras una calurosa bienvenida a la isla asiática, los pilotos mexicanos estaban listos para entrar en combate. Había nacido, bajo el nombre de guerra de Águilas Aztecas, el único batallón mexicano que pelearía en el extranjero.
Águilas Aztecas
Las Águilas Aztecas sólo pelearon durante un mes en la Segunda Guerra Mundial, de junio a julio 1945, contra las fuerzas imperiales japonesas. Tuvieron diferentes misiones, de reconocimiento, de abastecimiento y de combate que sumaron más de 1900 horas de vuelo. Durante ese mes, los pilotos mexicanos realizaron, en promedio, dos misiones al día y sumaron más de 95 vuelos de combate, 53 misiones de apoyo a tierra, 37 misiones de entrenamiento, 4 barridos a la isla de Formosa (actualmente Taiwán), y una misión de bombardeo en picado contra el puerto de Karenko.En total, durante esas misiones, cinco pilotos del escuadrón murieron: uno murió al estrellarse durante combate, uno más murió derribado, tres se quedaron sin combustible durante misiones y acabaron perdidos en el mar… En total, se considera que las Águilas Aztecas sacaron de combate a más de 30 mil soldados japoneses y que destruyeron edificios, tanques, cañones antiaéreos, nidos de ametralladoras y vehículos.Hubo misiones heroicas y, también, enormes golpes de suerte. Como el que le sucedió al piloto Jacobo Estrada Luna que pensó que se ganaría una represalia al tirar, accidentalmente, bombas sobre una selva en la que no estaban marcadas posturas enemigas. Por casualidad, sin embargo, el piloto destrozó un nido de ametralladoras japonés oculto.Entre las muertes más heroicas está la del Teniente José Espinosa Fuentes que se ofreció como voluntario para volar una prueba del P-47. El motor del avión se descompuso al despegar y Espinosa, para evitar estrellar el avión contra un edificio con tropas, viró para salvar vidas... Se estrelló con la planta azucarera de Pampanga y se quemó vivo cerca de Floridablanca en Luzón, el 5 de Junio 1945.Al finalizar sus intervenciones en la guerra, el General Douglas MacArthur, jefe de la Fuerzas aliadas en el Pacífico Sur de Estados Unidos, alabó la labor de los combatientes mexicanos. Las Águilas Aztecas regresaron a México como héroes momentáneos, héroes que pronto pasaron al olvido…
El ingrato futuro
En su regreso a México, el Escuadrón 201 fue recibido con tremendo jolgorio. Hubo un desfile en la Ciudad de México y una recepción multitudinaria en el Zócalo. Como los veteranos americanos, parecía que el reducido grupo de veteranos mexicanos vivirían el resto de sus años en la gloria de una nación agradecida. Sin embargo, la triste historia de este grupo de soldados fue muy diferente.En 1947, se inauguró un monumento para el heroico Escuadrón 201 en Chapultepec. Es una rotonda gigantesca que se edificó con toda pompa… y que nadie recuerda. Un monumento que tiene todos los nombres de los pilotos y que se yergue orgulloso, pero del que pocos conocen el significado. Como muchos desconocen el significado del nombre de una colonia en Iztapalapa que porta el nombre del batallón…El olvido en el que cayó el Escuadrón 201 no se debe, sin embargo, a su breve participación en la guerra. Muchos suponen que el sucesor de Ávila Camacho, Miguel Alemán, quería evitar ensalzar los éxitos de su predecesor. Además, nadie quería que la popularidad de lo combatientes los propulsara a una carrera en la política; sobre todo en un momento de particular unión partidista alrededor de la idea de progreso social en el nuevo PRI.En cualquier caso, los miembros del Escuadrón 201 eran poco mencionados y poco celebrados por el oficialismo mexicano. Los honores rendidos cada 18 de noviembre, día del armisticio, eran cada vez menos ostentosos y más protocolarios. Aún así, estos orgullosos veteranos trabajaron como pilotos privados, siguieron ilustres carreras militares y vivieron el resto de sus días recordando los amaneceres peligrosos de Formosa.Estén donde estén, los héroes del Escuadrón 201 son un vivo recuerdo de la ingratitud de la historia oficial y del cariño fugaz de las naciones. Las guerras las hacen los estados, pero las pelean los hombres; hombres frágiles, hombres olvidados, hombres que sufrieron, amaron y vivieron, como nosotros, a pesar de la oscuridad de sus tiempos.
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