¿Cómo Leer a Proust? Una Guía para 'En Busca del Tiempo Perdido'

Pese a que es el mayor novelista de la literatura francesa, muchos lectores rehuyen de Proust por su supuesta dificultad; te decimos cómo entrar a su obra 

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Marcel Proust, autor de 'En busca del tiempo perdido'

Retrato de Marcel Proust, autor de 'En busca del tiempo perdido'. Foto: Wikicommons | Archivo

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“Clásicos” son aquellos libros que todos admiran aun sin haberlos leído. Por supuesto, esta “devoción previa”, como la denominaba Borges, puede ser contraproducente para la lectura.

No pocos lectores se sienten intimidados por aquellos títulos que aparecen en todas las listas como “los mejores que se hayan escrito”.

Cada idioma tiene al menos un clásico cuya fama solo es comparable con las dificultades que experimentan algunos a la hora de leerlo. En español, por supuesto, tenemos El Quijote; los angloparlantes tienen el Ulises. Los franceses, por su parte, cuentan con En busca del tiempo perdido.

Esta novela fue escrita por Marcel Proust entre 1908 y 1922. Solo su muerte, ocurrida un 18 de noviembre de 1922, interrumpió la faena de revisar los volúmenes que no vio publicados en vida.

Pese a que ahora se le considera “la más grande novela escrita en francés”, Proust, por entonces un escritor de escasa obra, pasó grandes penurias para publicarla. Gallimard, que ya era la editorial más prominente de Francia, rechazó el primer volumen de En busca del tiempo perdido. El éxito que representó su publicación hizo que el editor de Gallimard, André Gide, cambiara de parecer y publicara los seis volúmenes restantes.

¿Cómo encontrarse leyendo En busca del tiempo perdido?

La anécdota inicial de Por el camino de Swann no podría parecer más anodina: un hombre lleva algún tiempo durmiéndose tarde, está enfermo. Se siente fuera de lugar en el París moderno. Un día prueba una taza de té acompañado de una magdalena.

El sabor de este pan le obliga a recordar los tiempos de su infancia en la campiña. Como si se hubiese teletransportado, el narrador es capaz de recordar con una precisión inusitada los pormenores de esa casa en el campo, la vida que llevaba con sus padres.

Marcel Proust en su niñez. Foto: Wikicommons | Archivo

Por el camino de Swann es protagonizada, en buena medida, por el idilio entre Swann y Colette. Alrededor de este romance, el narrador tiene sus primeros encuentros con la decepción, la angustia y el mundo prohibido de los adultos, desde sus conversaciones y sus peleas, hasta sus encuentros proscritos.

Para no pocos lectores, esta breve premisa podrá ser motivo de dudas: ¿Cómo esta puede ser, precisamente, la mejor novela del idioma francés?

Aunque la historia de En busca del tiempo perdido es capaz de mantener pegado a cualquier lector a la silla, lo más llamativo es el cómo se narra la novela. Esas oraciones largas y laberínticas, que pueden espantar al inicio, con el paso de las páginas se convierten en la razón principal para continuar con la lectura.

A medida que avanzan los volúmenes, seguiremos al narrador en las siguientes facetas de su vida: la adolescencia y los primeros devaneos amorosos, su ingreso en la alta sociedad francesa, la relación con sus familiares, sus inquietudes artísticas. En medio, aparecen los primeros automóviles, los teléfonos, los personajes envían y reciben telegramas; la tecnología se inmiscuye en sus vidas sin que ellos lo noten.

Con las páginas algunos temas cobran una relevancia inusitada, como por ejemplo la política.

Uno de los temas centrales de En busca del tiempo perdido es la controversia que generó el caso Dreyfus. En 1894, se acusó de espionaje al militar Alfred Dreyfus y un tribunal lo condenó a cadena perpetua. 

Dreyfus fue enviado a la Guyana Francesa y solo la presión de personajes como Émile Zola demostró que se trataba de un claro caso de antisemitismo y que el capitán era inocente. Proust narra cómo este caso confrontó a la sociedad francesa.

En este punto acaso haya que hacer un poco de historia: Francia fue una sociedad dividida de una forma feroz desde la Revolución. En las etapas subsecuentes, se definieron bandos claramente encontrados: republicanos y realistas, liberales y conservadores.

Letrero de la calle donde vivió Marcel Proust en París
Letrero de la calle donde vivió Marcel Proust. Foto: Wikicommons | Archivo

Las luchas siguieron durante la Restauración y durante la Segunda República. Esto se aprecia en las otras novelas célebres de la literatura francesa: en Ilusiones perdidas, de Balzac, se sigue la vida de una editorial del lado republicano que compite con las imprentas realistas. La polarización es tan honda que los partidarios de un bando político jamás solicitarían los servicios de un impresor opuesto a sus convicciones.

Esto se repite en Los miserables, de Víctor Hugo, donde las vidas de los personajes convergen durante la revuelta de 1832. Los adversarios se vuelven enemigos una vez más en Germinal de Émile Zola, donde un grupo de mineros organiza una huelga con consecuencias dolorosas.

Y esta misma confrontación ocurre, nuevamente, en En busca del tiempo perdido, donde los personajes debaten sobre la inocencia de Dreyfus. Hacia los últimos volúmenes, solo un evento aún más ominoso suspenderá las confrontaciones al interior de la sociedad francesa: el fantasma de la inminente Primera Guerra Mundial.

¿Cómo leer a Proust (y a cualquier otro clásico)?

A continuación enumeramos cuatro consejos que pueden ser más que útiles para leer a Proust o a cualquier clásico.

  • Leer en voz alta

La prosa de Marcel Proust no es tan compleja como suele decirse. Es cierto que sus oraciones pueden ser enrevesadas, pero no más de lo que es el habla cotidiana.

Por ello, el mejor “truco” es leer las primeras páginas en voz alta. Esta es la mejor forma de perderle el miedo a su escritura y acostumbrarse a su estilo.

  • Sin miedo a usar Google

Internet está lleno de gente que tuvo los mismos problemas que nosotros y que ya los resolvió. Esto incluye, por supuesto, las lecturas desafiantes.

Una breve búsqueda arrojará varios resúmenes pormenorizados. No es pecado acudir a uno de estos para comprender un capítulo que se juzga difícil.

  • Los playlist de Proust

Proust fue uno de los primeros autores en ver su obra como un reflejo de la música que escuchaba. La leyenda cuenta que su afición era tan grande que, en sus últimos años, cuando estaba recluido en su piso de París, contrataba un primitivo servicio de streaming que transmitía la ópera a su cuarto por teléfono.

Durante la creación de En busca del tiempo perdido, diseñó una suerte de playlist que encapsulara el ánimo del libro. El escritor contrató a dos músicos y presentó a sus amigos más cercanos el recital que diseñó para acompañar su novela.

Varios músicos actuales han recuperado este mítico recital y han grabado sus propias versiones. La que acaso mejor recupera el espíritu de la obra es la grabación de Théotime Langlois de Swarte y Tanguy de Williencourt del 2021.

Escuchar este recital sin duda ayudará a comprender mejor el estado de ánimo de Proust. La música que él seleccionó refleja la desazón que sentía por entonces, en un tiempo en que afrontaba la pérdida de su madre, el distanciamiento con su hermano y la enfermedad que lo atosigó toda la vida.

  • No pasa nada si se abandona un libro

La mejor forma de leer un clásico es sin reverencia previa; incluso, sin grandes expectativas. Muchos lectores se angustian al descubrir que no están disfrutando ese libro que todos dicen admirar.

El mejor antídoto contra esta anticipación es un desdén meticuloso. Si uno no conecta con el libro, es mejor abandonar la lectura.

Séase Proust o el bestseller de moda, la finalidad de la lectura es el disfrute. Y si uno no disfruta los desafíos de este tipo, lo mejor es dejar el libro para otra ocasión. Así lo hubiera querido Marcel Proust.