1,300 Migrantes Desbordan Albergue Improvisado en Iglesia de CDMX
Ante la saturación de albergues y la falta de sitios dispuestos por las autoridades para alojarlos, en esta iglesia les ha abierto sus puertas, pero ya están rebasados
Andrea Vega
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Son las seis de la tarde y una fila de unas 100 personas se forma en la puerta trasera de la parroquia de la Santa Cruz y Nuestra Señora de la Soledad. Son migrantes que buscan un refugio para pasar la noche y lo encuentran en esta iglesia, que está convertida en un albergue.
Aquí ya no hay bodas ni primeras comuniones, solo se ofician misas los domingos y una que otra entre semana. Todos los espacios, incluidos la nave central se usan de dormitorios. Las personas en situación de movilidad tienden colchonetas lo mismo frente al altar, que en la sacristía y en cada espacio de esta parroquia, ubicada a cinco cuadras del Mercado de La Merced, en la Ciudad de México.
Este espacio se ha vuelto popular entre ellos porque aquí arriban en autobuses de líneas de bajo costo desde Tapachula y Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y Juchitán, Oaxaca. Esas líneas tienen aquí terminales improvisadas en pequeños locales. Entre los migrantes se corren la voz de que en la parroquia los recibe el padre Benito Javier Torres, encargado del templo, desde hace nueve años.
El sacerdote dice que todos los días se albergan aquí alrededor de mil 300 migrantes. Hace ocho años el párroco empezó a trabajar con personas en situación de calle, después en condición de prostitución, y desde hace dos años alberga a gente en condición de movilidad.
“Hace dos años cuando empezaron a llegar las primeras caravanas de hondureños se les empezó a dar alojamiento por dos o tres días, esto no era un problema porque se quedaban ese tiempo y seguían su camino. La crisis empezó a finales de diciembre (del año pasado) y principios de enero, cuando el número por semana fue subiendo, ya no eran 30 o 40, y se iba estancando aquí por esperar la cita de los Estados Unidos (la de CBPOne para presentarse en un puerto de entrada de ese país e iniciar el trámite de asilo)”, dice el padre Benito.
El párroco señala que han llegado a tener hasta mil 600 migrantes en un día. “Ante esta situación nos vemos rebasados porque esto no es un albergue, es una iglesia, tenemos pocos baños y nos vemos saturados en el servicio que podemos dar dignamente a nuestros hermanos migrantes, pero nos dicen aunque sea un techito, aunque sea un lugar, queremos pasar la noche seguros, por eso tenemos tantos, y ya hemos tenido que pedirle a los hombres que duerman afuera, y solamente familias completas pueden entrar al templo”.
Aunque afuera, en las inmediaciones de la iglesia, también hay familias completas durmiendo a la intemperie, en pequeñas casas de campaña, con el frío y el riesgo de que les roben sus escasas propiedades.
Desalojos y saturación
Hay también otro hecho que está afectando los flujos de migrantes que llegan aquí, el cierre de albergues y el desalojo de espacios como los aledaños a la Central de Autobuses del Norte y de la Tapo. El padre Benito dice que le piden a las autoridades que les den un trato más digno a los migrantes, que se puedan abrir espacios donde tengan un lugar donde por su paso por México puedan tener lo elemental.
Aquí en la parroquia se hacen malabares no solo para darles un lugar donde dormir, también para proveerles los tres alimentos: desayuno, comida y cena. El padre Benito cuenta que la Secretaria de Inclusión y Bienestar Social de la Ciudad de México (Sibiso) manda 200 raciones de comida, que se completan con donaciones de vecinos, fundaciones, asociaciones, empresas y otras parroquias. Pero la verdad es que no alcanzan, muchos se quedan sin cena.
Ahora que viene el invierno, el padre Benito tiene una preocupación adicional, van a faltar muchas cobijas para abrigar a los migrantes. Por ahora hay modo de arreglarse con las que hay, pero en esta iglesia se va a contrarreloj para atender todas las necesidades.
De los que se alojan en la parroquia, 60% son venezolanos, 20% son haitianos y el resto son de nacionalidades variadas, desde hondureños hasta africanos. La mayoría está aquí esperando que les salga la cita de CBPOne. Todos traen historias de sobrevivencia a peligros y de una cumulo de abusos y extorsiones por parte de las autoridades.
“La pesadilla no es la selva del Darién (entre Colombia y Panamá y donde muchos migrantes han muerto) es aquí en México, con los secuestros del crimen organizado y toda la plata que te quita Migración y la policía. Te detienen o te bajan de los autobuses y te piden desde 200 hasta mil pesos por dejarte seguir, si no pagas, te regresan al sur”, dice Luis, migrante venezolano que lleva dos días en el albergue y que piensa montarse al tren para seguir rumbo al norte.
Careli, también venezolana, dice que ella ya había llegado a Matamoros, Tamaulipas, pero la detuvo Migración y la regresaron en avión a Vista Hermosa, Tabasco. “Me deportaron”, dice ella, y tuvo que volver a subir, a ir de un estado a otro, a vivir a veces en la calle, con su esposo y sus hijas de 13 y 4 años.
Eso es lo que está pasando también con muchos migrantes, los detiene Migración en estados de norte del país y los regresan al sur, entonces ellos vuelven a emprender el camino al norte y así en un círculo infinito que los atrapa en este país.
En conferencia de prensa, en esta Iglesia albergue, Francisco Javier Acero, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México, y otros sacerdotes pidieron auxilio ante esta emergencia migratoria que lleva ya varios meses.
El obispo aseguró, en la Iglesia de la Santa Cruz y La Soledad, que están buscando una mesa de diálogo con funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM) para ofrecer soluciones, pero subrayó que tendría que acudir los actores principales encargados de la situación de los migrantes.
Hace unas semanas, a través de un comunicado, la Arquidiócesis de México ya había advertido de la saturación de las casas de acogida que tiene la Iglesia en la capital del país.
El padre Benito invita al presidente Andrés Manuel López Obrador a que se dé una vuelta por este lugar para que vea las condiciones en las que están en los migrantes y se pueda hacer para plantear una solución, pero que respete los derechos humanos de las personas en condición de movilidad.
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